Capítulo 31

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—Sal de adelante

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—Sal de adelante.

—Emilio, fue un accidente. Estábamos ha—

—He dicho que salgas de mi vista —señaló a León limpiando sus labios furiosamente con el dorso de su mano.

Nadie emitía ni un solo ruido, tampoco una respuesta a la exigencia de Emilio de tener que irse de ahí. Fue tan rápido que vio la sangre barrer por la pierna de Eleanor, que lo demás pasó a segundo plano.

Los perros comenzaron a ladrar tornándolo todo mas complicado, y aquello bastó para que Emilio sacara el arma de nuevo y apuntara contra ellos.

—¡Que carajos crees que haces! ¡Joder! —bramó León ante la posibilidad de que matara a sus perros.

—Largo de mi casa. No quiero verte —advirtió señalando la puerta.

Apenas lograba enderezarse del todo cuando sus dientes se apretaban soportando el dolor. Eleanor lo notó al instante, pero el suyo era peor.

—¿Qué ha pasado, Emilio? ¿De dónde vienes así?

Sergei se acercó a él pretendiendo ser de ayuda, pero Emilio levantó su mano en el aire deteniéndolo, y caminó hacia una preocupada Eleanor hincándose ante ella.

—Sácate el almohadón —ordenó severo —, por favor —murmuró tragando duro. Permitiéndoles su espacio, Alek se alejó de su puesto. Fue en el momento que Emilio colocó su fuerte mano en su pierna, que esa mujer sintió el ardor barrer por toda su extremidad —. No es profunda, puedo curarlo yo mismo. Será rápido —anunció alternando su vista en ella y el corte.

La castaña se removió en su lugar bastante incomoda. Era el ardor, la sangre que escurría por su pierna, y el calor de aquellas fuertes y tibias manos sostenerla, que acababan por marearla. Pero también la respiración caliente de Emilio contra la desnudez de su piel. Todo le advertía que estaba en problemas, que salir ilesa de esa situación, con el corazón sano, era imposible. Emilio se había adueñado de él junto a esos niños.

—¿De dónde vienes lastimado? —insistió Sergei.

León ya había sacado los perros y volvió a la sala importándole muy poco que su hermano no lo quisiera ver.

Se percató que la lastimadura de esa mujer requería que se quitara aquel pantalón ya deteriorado. Precisaba limpiarla, y delante de sus hermanos no iba a llevar nada a cabo.

Sin pedir permiso, pasó una mano por su espalda, y la otra bajo sus piernas alzándola con la mayor delicadeza que su cuerpo sin fuerzas le permitía. Subió las escaleras a su habitación sintiendo los murmullos de sus hermanos de fondo. Al contrario de Eleanor que clavaba su mirada en él con curiosidad.

Teniendo en claro qué hacer, la acomodó en la silla del baño de su habitación y abrió el grifo de la bañera dispuesto a terminar con esa noche de una vez por todas.

Obstinado poder © (Markov I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora