Capítulo 11

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—Si este es uno de tus juegos es mejor que termine —espetó Eleanor saliendo de la pista

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—Si este es uno de tus juegos es mejor que termine —espetó Eleanor saliendo de la pista. Necesitaba aire fresco, despabilar la idea de su cabeza, la locura que acababa de escuchar.

—¿Por qué crees que sea un juego?

—Porque no hay forma en la vida que lo de ser tu esposa sea cierto. Lo has dicho para provocar a Sebastián ¿Cierto? —se giró de brazos cruzados dispuesta a enfrentarlo.

Ahí en el enorme predio fuera del gazebo se hallaban solos, y enseguida Emilio encendía un nuevo cigarro.

—Si fuera la forma de provocarlo, sería demasiado aburrido. Existen otras maneras —respondió calmo, dando la primera calada a ese vicio que ya la traía cansada.

Eleanor pasó su mano por su cabello mirando hacia todos lados. Su respiración se atascaba, su corazón latía a punto de abrir un hueco en su pecho. El pensamiento de que lo que había dicho ese hombre fuese cierto, se confirmaba a cada segundo que él no le negaba.

—No entiendo qué carajos hacías con un anillo con mi nombre, pero si estás obsesionado conmigo o piensas que me meteré a la cama con alguien como tú, puedes ir olvidándote de ello y buscar terapia —indicó señalándolo con su dedo. Parecía sacar humo por las orejas, su frente se marcaba por una vena y su cuerpo a punto de explotar de tanta adrenalina.

—Que ya estés pensando en ir a la cama conmigo es un avance, la verdad es que no quería decirlo tan pronto pero que bueno que ya te hagas a la idea de que eso pasará —demandó él severo, acaudalado, como si estuviese pensando una estrategia de trabajo y no hablando de ambos.

¿En qué momento la noche terminó en eso?

—¿Acaso escuchas lo que dices? —frunció el ceño, estupefacta ante sus palabras, casi que volviéndose loca —. ¡Planeas casarte conmigo cuando yo ni siquiera estaba enterada! Y no solo eso, sino que tienes el descaro y atrevimiento de venir con un anillo que me hizo pensar en tu esposa toda la maldita boda y resulta que es por mi —farfulló entre dientes abriendo su boca incrédula —. No puedo creer cómo no te das cuenta de lo descabellado que es, y que sigas hablando del tema como si fuese algo normal.

En todo ese momento mientras se desahogaba, él no había quitado sus ojos de los exagerados gestos que hacía con su cabeza y sus manos, mientras él no movió un solo músculo que no sea para levantar la mano y fumar.

Sabía que Eleanor se alteraba fácil, que tenía ese carácter salvaje y expresivo que contrastaba con todo lo que él era, pero de igual forma le gustaba de una manera oscura y sádica verla en ese estado; expulsándolo todo.

—No estoy planeando casarme contigo, es algo que pasará si o si —espetó lanzando el humo hacia un costado —. Por otro lado, que hayas sentido celos de mi esposa me deja satisfecho porque en todo caso sentías celos de ti misma —acusó tan imperioso y soberbio.

Obstinado poder © (Markov I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora