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 Harry

Cada tres meses, el primer día del mes, ocurría lo mismo. Unos hombres estacionaban delante de la universidad y pasaban al edificio de los omegas "A". Siempre sacaban a uno y este no volvía jamás. Se llevaba dando desde que había entrado a la Universidad y de eso habían pasado dos años y siempre era lo mismo, nunca cambiaba ese patrón.

Siempre veía el proceso desde la ventana de mi clase, en el edificio de al lado. La universidad era especial, únicamente para omegas, los "A" y los "Z". Los primeros eran los que provenían de familias ricas, los "Z" proveníamos de familias de clase media. Esto se podía notar en todo. Sus uniformes eran de un blanco resplandeciente, el nuestro negro. Su edificio tenía instalaciones que nosotros únicamente podríamos soñar.

A las 12 del mediodía, esos hombres llegaban y el director los recibía. Siempre se llevaban a uno, sin excepción. Claramente, esos hombres no eran omegas ni betas. Su porte los delataba, eran como guaruras Alfas, nadie hablaba de lo que pasaba, parecía que estaba prohibido, o simplemente como si eso nunca hubiera pasado.

Este día pasó algo fuera de lo común. En vez de dos coches, como era normal, una limusina también había estacionado entre medias de los dos BMW's. Un hombre diferente a los demás salió de ella. No tenía el porte de una guarura, me recordaba haberlo visto de alguna parte. La guarura le rodearon y con esa formación se metieron en el edificio. Debía ser su jefe.

A los diez minutos volvieron a salir, esta vez sin nadie, me sorprendí y me pegué más a la ventana como si de esa manera lograra ver o escuchara mejor de lo que hacían esos hombres.

— ¡Harry Styles! Atiende a la clase si tienes intención de aprobar.— Di un pequeño salto y miré al frente.

— Perdón. — Me había olvidado que estaba en clase con la profesora amargada, tenía que tener cuidado, era como un sargento. Intenté atender a clase, pero la curiosidad volvió a mí y volví a mirar por la ventana. Cuál fue mi sorpresa al ver a ese hombre señalar el edificio y ver cómo se dirigían hacia aquí.

Un mal presentimiento me recorrió y justo cuando me levantaba para irme, una voz potente salió de los megáfonos.

«Todos los alumnos deben ir inmediatamente al auditorio.»

Esa voz inconfundiblemente era la del director, su tono era nervioso. Salimos del salón y nos mezclamos con los alumnos de cursos superiores. Mi instinto sabía que nada bueno iba a salir de ahí. Miré nervioso a ambos lados y aprovechando la confusión me deslicé lento y ágilmente hasta ponerme detrás de una columna. Tragué saliva y me quedé en silencio durante dos minutos. Cuando ya no se oían pisadas salí con cuidado y volví al salón. Guardé mis cosas lo más rápido que podía sin tener cuidado alguno, busque mi móvil en mis bolsillos y marqué el número de casa. Mierda, mis padres a esa hora estaban trabajando. Mordí mi labio y con cuidado fui hasta la salida, pero me detuve enseguida al ver dos hombres a ambos lados de la puerta.

Fruncí el ceño y negué levemente y fui hasta la puerta trasera. Ahí no había ningún gorila. Abrí la puerta y lancé mi mochila por encima del muro. Retrocedí unos pasos y me impulsé hasta llegar a lo alto del muro. Sonreí y di gracias a mi condición física aunque no me guste hacer ejercicio, esta vez agradecí a las clases de educación física. Siempre había destacado entre los demás omegas por ser más fuerte y alto que la mayoría. Había veces que me confundían con un beta y unos pocos alguna vez llegaron a confundirme con un alfa. Los rasgos de un omega no estaban en mí, no era delicado, ni tenía la cara estereotipada de un omega. No tenía un cuerpo con demasiadas curvas, estaba ligeramente formado con unos pocos músculos, ni mi voz era tan aguda, era un poco grave y solo tenía de físico de omega unos ojos verdes y cabello rizado.

Por estos rasgos muchos omegas se me insinuaban continuamente, aunque siempre los rechazaba. Lo único bueno es que pasaba desapercibido para la mayoría de los alfas y no tenía que sufrir el acoso de estos a diario. La única cosa en común que tenía con los omegas era el celo. Lo odiaba con toda mi alma. Este lo había pasado hace unos pocos días, y mi olor aún era más fuerte de lo que debía. Los supresores eran un lujo que no me podía permitir. Una simple pastilla te costaba quince libras.

Bajé del muro de un salto y tomando la mochila troté hasta estar fuera del alcance de los guaruras. ¿Por qué habrían ido a mi edificio? Era una incógnita que no estaba dispuesto a resolver. Si mi instinto me decía que me fuese de allí, le hago caso encantado.

Tome el autobús a casa y en un cuarto de hora había llegado. Entré al portal y saludé al portero. Llamé al ascensor y pulsé el número de mi piso. Saqué las llaves y entré en casa, no se oía nada, por lo que debía de estar vacía. Me metí en la habitación y me tiré en la cama con el rostro de ese hombre grabada en mi cabeza, intenté recordar de donde lo conocía, pero no me salía nada. Bostecé dejando de lado a ese misterioso hombre y prendí mi laptop, me puse adelantar proyectos finales de materias, más tarde preguntaría a alguno de mis compañeros si habían dejado tarea. No tenía ningún lazo especial con mis compañeros. No había considerado a nadie nunca un amigo, simplemente parecía que me tenían bastante respeto y no se acercaban a mí, preferían mantenerse alejados. Quizá porque era diferente a ellos, quién sabe y poco me importaba tener amigos.

Ya eran las 14:30 y por fin había acabado todo el trabajo. Me estiré y fui a la cocina. Había una nota de mi madre.

"Compra algo en el súper cielo, ni tu padre ni yo podremos volver antes de las 19:00, te dejo el dinero.

P.D: No intentes cocinar, no quiero ver la cocina destruida."

Vaya que confianza tienes en mi mamá. Tomé el dinero y poniéndome una sudadera salí y caminé unos diez minutos hasta el supermercado. Agarré una caja con comida preparada que únicamente hacía falta calentar en el microondas y listo una cena de rey tendría hoy, fui a pagar mi cena. Cuando me iba, algo me freno, retrocedí y miré las televisiones que había en el escaparate. No me importaban las televisiones sino su contenido.

Louis Tomlinson el gran empresario, después de lograr expandir su empresa por toda Europa, ha llegado por fin a toda América. Louis Tomlinson, abrí la boca como idiota sorprendido de lo que estaba viendo. Ahí estaba ese hombre. El hombre que había ido a la universidad. Por poco y se me cae la bolsa de las manos. La mujer que le estaba haciendo la entrevista parecía encantada a su lado. Él le sacaba una cabeza y media e iba vestido con un traje azul oscuro muy elegante ese hombre. De pronto se me vino a la cabeza una idea que me dio de lleno en el estómago y si ese hombre ¿únicamente venía a la universidad por entrevistas de trabajo?, quizás tenía pasantías en sus empresas o algo así y hoy yo... ¿Y si mi instinto se había equivocado y había perdido la oportunidad de mi vida?

Eché mi cabeza atrás y suspiré más fuerte de lo que debía frustrado conmigo mismo por mi idiotez que cometí el día de hoy, una más a la lista de tonterías que hace Harry Styles. A paso más lento de lo normal volví a casa. Me enfadé mucho porque he perdido la oportunidad de mi vida de salir de aquí y ser alguien en la vida. Igual esa gente que se llevaba no volvían porque iban a trabajar al extranjero. Entré al portal con la cabeza agacha y cuando estuve en el ascensor choqué mi cabeza contra la pared produciendo un gran sonido. ¡Tonto! Revolví mi cabello y volví a suspirar un poco triste. Bueno, tampoco es el fin del mundo, siempre vuelven cada tres meses. En tres meses volveré a verlo y conseguiré que me den ese trabajo.

Cuando se abrió la puerta del ascensor una sombra me cubrió por completo, ¿dos guaruras?

Un omega diferente [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora