ⅩⅩⅠ

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— Me has ¿marcado?

— Eres mío.

Llevé una mano a mi cuello y enseguida la retiré. Dolía, ardía. Miré mi mano, y como esperaba, estaba manchada de sangre. Intenté empujarle, pero un dolor en mi entrada me lo impidió el nudo.

— Deshaz el nudo.

— No se puede.

— Deshazlo...

— Cállate. Duerme.

Mordí mi labio y me contuve de decirle unas cuantas cosas por miedo a que me golpeara. En este estado puede ser impredecible. Era incómodo ¿Cómo voy a dormir así? Menos mal que ese calor que sentí se fue y no estoy en celo, no puedo quedarme en cinta, si lo que dijo él a cerca de la sincronización de ambos celos fuera correcta, no quiero ni pensarlo.

Pasaron unos minutos en los que ninguno se movió. Notaba cómo poco a poco iba bajando la presión de mi entrada. Su brazo estaba por encima de mi cadera, impidiendo algún tipo de movimiento.

Se me erizó la piel cuando sentí sus labios posados en mi cuello. Me pegó más a él mientras que con su brazo libre ponía una sábana encima de mi cuerpo desnudo. Hasta ahora no me había fijado, él aún llevaba puesta toda la ropa, solamente tenía un poco bajados los pantalones y no sé por qué, pero eso hizo que me sintiera incómodo.

De mis labios salió un quejido cuando sacó su miembro. Ahora sí que dolía me notaba extraño, y tenía miedo de tocar por si veía sangre.

— Ven. — Estaba levantado, y tenía entre sus manos una bata. Fruncí el ceño y me pegué más a la sábana, acurrucándome sobre el colchón.

— No, al menos déjame descansar.

Vi cómo era él el que fruncía el ceño y agarrándome del brazo me arrastró fuera de la cama. Me tuve que agarrar a él para no darme de bruces contra el suelo, ya que mi cadera parecía hecha de gelatina, al igual que mis piernas.

— Espera...

Hizo que me pusiera el albornoz y fue arrastrándome por el pasillo hasta el momento de llegar las escaleras, donde me cargo hasta bajarlas por completo. Creo que ¿vamos a la cocina?

Hizo que me sentara en una silla de un empujón mientras él sacaba comida de un armario. Ni siquiera había protestado por el empujón y lo que dolió, toda mi atención estaba centrada en el teléfono.

— Come.

Despegué la mirada del teléfono y miré la comida con asco. — No tengo hambre. — Tomo mi barbilla e hizo que abriera la boca.

— Si no comes, te haré tragar a la fuerza.

Me libré de su agarre de un manotazo y le miré directamente a los ojos.

— Acabas de violarme, ¿por qué debería de hacerte caso?

— Eres mi pareja. Tengo que alimentarte.

Fruncí aún más el ceño y me levanté ignorando el dolor que atravesó completamente mi columna.

— Ya tuve suficiente. Vuelvo a la habitación.

Di unos cuantos pasos, pero de nuevo me devolvió a la silla y esta vez sí que no pude evitar soltar un pequeño quejido.

— ¡COME!

— ¡COMERÉ SI ME DEJAS SOLO ANIMAL!

Mantuve mi postura incluso cuando él apretó los dientes. Parecía una bestia, pero al final relajó su expresión y salió de la cocina cerrando la puerta.

Un omega diferente [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora