ⅩⅩⅩⅤⅠ

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 Harry

La noche era interminable, al no estar cosida la herida de bala, el poco movimiento que hacía empezaba a sangrar, por lo que me despertaba cada poco. Yos tuvo que cambiarme el vendaje tres veces esa noche. Dejé los varios intentos de dormirme y me quedé despierto hasta ver cómo la luz del amanecer se hacía paso entre las nubes.

Estaba un poco mareado, creo que fue al perder tanta sangre. A las siete en punto tocaron la puerta. Yos y Noah se despertaron y ambos me miraron. Negué con la cabeza y se pusieron detrás del sofá mientras yo abría la puerta. Me relajé cuando una mujer me dejó una bandeja bastante grande con comida. Comida, que casi desaparece cuando Yos y Noah se abalanzaron sobre ella.

— ¿Te sigue doliendo?

— No, bueno, un poco.

— Tengo pastillas en mi habitación, ¿quieres que te traiga una?

— No, mejor, no. Quiero mantenerme despierto y seguramente tomar algo ahora, tal y como estoy, acabe con las defensas que me quedan.— ambos me vieron desaprobando lo que les pedía. — Vamos, no me miren así, estoy bien.

Sus ojos se mantuvieron sobre mí mientras yo comía al lado de la ventana. Si yo no salgo de aquí, por lo menos tengo que conseguir que salgan Noah y Yos.

El sonido de la puerta abriéndose me sacó de mis pensamientos y enseguida me coloqué delante de Yos y Noah.

— Veo que estás bien, ¿te han curado la herida? — la voz de Lyonya retumbo en mi cabeza de manera molesta y me mareo un poco su mal olor, asentí a lo que me pregunto porque no me veía con ganas de responderle. — Ven conmigo.

Me mordí en interior de la mejilla y me despedí de los niños con la mano para seguir a Lyonya. Fui dos metros detrás de él, hasta llegar a una habitación en la que no había entrado, parecía un despacho. — Déjame ver la herida.

Me di la vuelta y él quitó el vendaje. Tenía escalofríos, no estaba haciendo nada, pero de solamente recodar su cuerpo tocándome tenía unas ganas casi incontrolables de ponerme a correr.

— Está bien, pero, ¿por qué no está cosido? Se puede infectar y si eso pasa, no me servirás de nada. Siéntate ahí. — Conteniendo la respiración me senté en un taburete y a los dos minutos él se puso detrás de mí. — No grites. No quiero que los demás se inquieten. Muerde esto.

Me dio un pañuelo y tragando saliva lo puse en mi boca. Pensé que era una tontería, pero mordí el pañuelo con fuerza cuando un líquido recorrió la herida.

— No te muevas. Es solamente suero. Ahora, quiero que te sujetes a la mesa.

Miré hacia atrás y me lo encontré enhebrando un hilo en el cabezal de una aguja.

— No, no quiero...

Zamolchi  ¿Quieres tener una infección? (cállate)

Le miré con el ceño fruncido y apoyé mi cabeza contra la mesa. El dolor era agudo, pero no se comparaba al dolor de la bala cuando atravesó mi piel.

Sentía mi piel estirada cuando el hilo se tensaba. Era una sensación horrible. Unas lágrimas se escaparon de mis ojos y cuando por fin acabó, sentí como cada músculo de mi cuerpo se relajaba.

— Hecho. Ahora quiero que...

Su móvil sonó y frunciendo el ceño me miró.

— Vuelve a tu habitación, iré después.

Volví a la habitación con una sensación rara. No me había tratado mal, eso era lo que me ponía los pelos de punta. Cuando abrí la puerta, Yos y Noah me recibieron con un hola.

Un omega diferente [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora