ⅩⅩⅦ

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— Recuerda que no debes hablar a no sé qué te lo ordene. A partir de este momento empezamos tu entrenamiento.

— Espera, ¿no puedes darme un minuto? ¡Ah!

Otra vez la correa golpeó mi cuerpo, esta vez cruzando mi abdomen. No era doloroso, era una sensación extraña. Sentía una especie de cosquilleo.

— Cállate. No hay que perder tiempo.

Apreté los dientes e intenté relajarme. No me gusta estar a ciegas.

— Abre la boca. Más.

Sentía cómo mis labios temblaban ligeramente, más bien todo mi cuerpo. Odiaba no saber lo que estaba pasando. Casi se me escapa un quejido cuando dos de sus dedos invadieron mi boca. ¿Qué estaba haciendo? Cerré un poco la boca cuando sus dedos avanzaron más adentro, casi tocando mi garganta.

— Ni se te ocurra cerrarla.

Sus dedos empezaron a moverse de atrás a delante, cada vez con mayor rapidez, hasta que al final acabaron en mi garganta. Moví la cabeza bruscamente hacia un lado y empecé a toser. Notaba un hilo de saliva, caer de mi boca por mi barbilla y llegar hasta mi cuello.

— Si no puedes con dos dedos, ¿Cómo esperas aprender a usar tu boca?

Giré mi cabeza otra vez y escuché atentamente mientras intentaba respirar normal de nuevo.

— Escúchame bien. Si antes de que llegue a por ti ese hombre te pide que empieces, tienes que ser capaz de entretenerle con esto. Abre.

Entreabrí de nuevo mis labios y sus dedos volvieron a colarse en mi boca, abriéndose y llegando hasta mi garganta. Así estuvo varios minutos, era una sensación demasiado sofocante.

— Bien, ahora...

Noté cómo mis muñecas caían a cada lado de mi cabeza, una después de otra y tirando de mi muñeca me dejaba sentado en la cama.

— Retrocede y quédate apoyado en el respaldo.

Hice lo que dijo y retrocedí hasta chocar con el respaldo, noté que las cadenas de mis pies se apretaban más en mis tobillos.

— Abre.

Mis labios temblaban, ya que sabía lo que venía. Nada más abrirla sucedió. Mis labios chocaron con su piel.

— Sabes que hay que hacer, ¿verdad?

Su mano se enredó en mi cabello y gemí cuando tiró de algunos mechones.

— Empieza.

Levanté una de mis manos, pero justo antes de tocarle una de sus manos me paró.

— Sin manos.

Saqué la lengua y di una suave lamida al glande. Sabía raro, pero no era desagradable. Mientras recorría la longitud de su miembro notaba cómo la temperatura de mi cara subía drásticamente, incluso me picaban las mejillas.

Paré un momento para inhalar aire y lentamente lo puse entre mi boca, no se parecía nada a los dos dedos.

— Hazz, como te quedes así mucho más me moveré yo.

Empecé a moverme mientras sentía sus dedos, tirar cada vez con más fuerza de mi pelo, hasta que en un momento y sin avisar empezó a mover sus caderas. Cerré mis ojos y mantuve mi boca abierta mientras poco a poco movía mi lengua. Las lágrimas salían solas, y no pude resistirme a alcanzar con mis manos sus pantalones, necesitaba sujetar algo.

Siguió moviéndose poco más de un minuto, hasta que dando unas estocadas más fuertes que las demás se corrió dentro de mi boca.

Tapé mis labios con una de mis manos en cuanto sacó su miembro de mi boca, pero antes de que pudiera escupir el semen, me quitó la mano y la cambió por la suya mientras apretaba mis mejillas.

Un omega diferente [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora