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Esto es lo que odio de ser un omega.

Me puse de pie y poco a poco avancé hasta el baño sin dirigirle la mirada. Pequeñas punzadas de dolor hacían que no pudiera caminar bien. Parecía que me atravesaban de arriba a abajo. Cerré la puerta detrás de mí y me metí en la bañera, justo debajo del grifo. Un pequeño gemido escapó de mis labios y caí de rodillas sin evitarlo. Parecía que aún llevaba dentro aquel horrible trasto. Golpeé el suelo de la bañera con todas mis fuerzas repetidas veces, haciéndome daño en los nudillos y en el dorso de ambas manos. Dolía, dolía mucho. Miré mis manos, ahora rojas por los golpes y con fuerza restregué mis ojos para borrar cualquier rastro de lágrimas. Mis muñecas también estaban rojas, y en los laterales había pequeños cortes con unas gotas de sangre. Sangre asustado llevé mi mano a mi entrada y la toqué con cuidado ni rastro de sangre. Suspiré aliviado y me abracé a mí mismo intentando dejar de temblar. Ni en toda mi vida me habría imaginado en esta situación. Me quiero ir de aquí, quiero regresar con mis padres. Más lágrimas nublaron mi vista y no hice nada para impedirlo. Me desahogué todo lo que quise en esa bañera. No sé cuánto tiempo había pasado, pero el agua había llegado al borde de la bañera y yo estaba tan cansado, que mis ojos se cerraban por si solos.

— Sal de ahí.— Salté haciendo que el agua se saliera de la bañera y abrí mis ojos por la sorpresa. No le había oído abrir la puerta. — ¿Qué? ¿Ahora si me tienes miedo? Ya era hora.

De repente parecía que el agua se había congelado y abrazando mis piernas intenté entrar en calor. — Sal de ahí, tengo que trabajar y esta vez tengo que llevarte conmigo. Si no estás listo en 10 minutos, olvídate de comer por el resto del día.

Salió dando un portazo y mis temblores se detuvieron. ¿Iré con él al trabajo? ¿De qué iba esto? Salí de la bañera con cuidado y me sequé con la primera toalla que tomé, que era lo bastante grande para cubrir mis piernas y cintura. Salí, y me lo encontré ajustándose un reloj a la muñeca. Estaba seguro de que con lo que valía ese reloj podrían comer tres familias felizmente.

— Ponte eso.— Sin mirarme, señaló la cama y me encontré con ropa interior, unos jeans, una sudadera negra y unos Vans.

Fui hasta la cama manteniendo toda la distancia posible de él y me puse la sudadera, pero los boxers, los pantalones y los Vans habían sido la parte más difícil, ya que cualquier movimiento en esa parte venía acompañado de un pinchazo fuerte que conseguía doblarme.

— Ponte la capucha y no te la quietes hasta que yo te lo ordene.— me hablo serio y brusco aun dándome la espalda, pero aunque así estuviera su presencia, imponía demasiado con ese traje — ¿Por qué tengo que ir contigo?— No me contestó, en cambio, salió de la habitación y me hizo unas señas para que lo siguiera. Salimos por la puerta principal y nos metimos en un coche con ventanas polarizadas. Era más grande que el de la última vez y no reconocí al conductor.

Le iba a preguntar algo, pero viendo su cara decidí que era más sensato mantenerse callado. Tenía el ceño fruncido, y miraba el portátil sobre sus rodillas como si quisiera matarlo a la vez que tecleaba con rapidez, casi hundiendo las teclas.

— Te dije, ponte la capucha, ¿verdad?— Tragué saliva y con las manos temblorosas me puse la capucha, esta me tapaba la mitad de la cara. — Perfecto. Si te la quitas antes de que te lo diga ya sabes lo que pasará.

Después de lo que me pareció un cuarto de hora conduciendo un gran edificio de cristal, se abrió paso entre los demás ante mis ojos. ¿De qué me sonaba? — No te pegues a la ventana.

— ¿Dónde estamos? — pregunte mientras me alejaba de la ventana aun viendo el edificio de cristal. — En mi empresa. — contesto aburrido mientras seguía teclado con rapidez. 

Un omega diferente [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora