ⅩⅤⅡ

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— Niño...

— Me gusta ese nombre, es más fácil y rápido que decir Harry. ¿Qué pasa? — sonrió mientras se recostaba de nuevo.

— Nada, a mí también me gusta.

— Oye, ¿puedes llamar a la enfermera? Dile que venga con el director del hospital.

— ¿Qué? ¿Para qué quieres al director?

— Tú solo llámalo. Dile mi nombre y vendrá.

Malditos ricos. Salí de la habitación y fui a recepción a preguntar por el director del hospital. Al parecer, en cuanto le dije el nombre ''Louis Tomlinson''  las cosas empezaron a moverse más rápido y el director estaba a mi lado en menos de cinco minutos. Debía de tener unos 50 años, y por su olor era un alfa. Le seguí cuando empezó a caminar sin decir una palabra hasta la habitación y no tuve más remedio que quedarme fuera cuando antes de que pudiera poner un pie dentro me cerró la puerta en las narices. ¿Qué clase de educación es esa?, negué y me senté en el suelo apoyando la espalda contra la pared. A saber, cuánto tiempo se pasarían ahí.

Di un pequeño brinco cuando la puerta de la habitación se volvió a abrir.

— ¿Qué haces ahí sentado? Ven aquí.— Me levanté al ver a Louis de pie apoyado con el tripié del suero, pasé al lado del director, que me miraba anonadado.

— Ni se le ocurra volver a hacerle eso a mi omega. Ahora, quiero que esta habitación tenga dos camas. En menos de cinco minutos.

— Lo siento, señor, pero existen hospitales para omegas, él no se puede que...

— No me jodas viejo. Trae ahora mismo una cama o le juro que mañana compro este hospital y le pongo en la calle. Y tenga por seguro que no volverá a ejercer en lo que le quede de vida.

Se sentía la tensión, nunca había presenciado una pelea entre dos alfas, y aunque uno superaba los cincuenta años y otro estaba herido, mi nerviosismo incrementaba. El duelo de miradas duró unos diez segundos. Entonces, el director inclinó un poco la cabeza y pasando a mi lado se fue azotando la puerta con fuerza.

— ¿Estás bien? — me pregunto mientras volvía a la cama.

— Sí, ¿por qué quieres dos camas?

— Esta es demasiado pequeña para los dos. A no ser que quieras ponerte encima de mí.

— No, ¿no puedo volver a tu casa?

— Claro que no. ¿Después de un día como este crees que voy a dejarte solo?

— Bueno, no eres el mejor consuelo que podría tener. — Dije a penas en un susurro.

— ¿Qué dijiste?

— Nada. ¿Y por qué no me quedo con Zayn? Es tu amigo, ¿no?

— Ni pensarlo. Ven aquí. — Me acerqué a su cama y me senté en el borde. — Más cerca. — Le miré con el ceño fruncido y antes de cuestionarle vi cómo rodaba los ojos. — Solamente quiero comprobar una cosa, ven.

Me acerqué un poco más y el tomo mi camiseta. Tuve que poner mis manos a cada lado de su cabeza para no tocar una de sus heridas.

— ¿¡Qué haces!? Podría haberte dado en...

Me callo y solo sentí sus dedos enredarse en mis rizos y con una sonrisa dejó que me alejara.

— ¿Qué fue eso?

— Nada, una simple teoría.

Me senté en la silla y apoyé los codos en la cama. — ¿Cuál?

— Supuse que, si un disparo pudo quitarme el sentido del olfato, cuatro disparos podrían devolvérmelo. Pero no he podido diferenciar un olor desde ese día.

Un omega diferente [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora