ⅩⅩⅣ

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¿Qué hice para merecer esto?

— Ahí tienes la pomada. Límpiate antes.

— ¿por qué? — mantenía mis ojos cerrados ignorando por completo el ardor de la marca, esta vez si me sentía usado. Es un maldito.

— No tengo olfato, solo te necesitaba para el celo. Me han ofrecido 120 millones, seguramente lo deje en 100, ya que no eres virgen. Vete al baño, ya. Pasarás a dormir a la otra habitación.

Me levanté como pude y sin mirarle me metí en el baño. Parecía un robot, mi mente no podía procesar nada más salvo la violación a la que me sometió todo el día. Cuando estuve metido en la bañera limpié bien todo mi cuerpo, mi entrada estaba dañada, ya que había un hilo de sangre seca que atravesaba mi muslo interior. Miré mis muñecas a través del agua y vi cómo los maratones ya habían aparecido. Estaban negras en los laterales, incluso había algunos cortes.

Mis ojos se querían cerrar, esta vez para no volverse abrir. Me quería morir, notaba cómo el lazo se iba haciendo más débil. Mis lágrimas caían sin parar, formando ondas en el agua. Si me iba a vender, ¿por qué me mordió? Eso fue cruel, debería de saber por lo que pasamos los omegas cuando el lazo se rompe. Mojé mi cara intentando borrar cualquier rastro de lágrimas y salí de la bañera solo para caer de rodillas, al lado de esta ya tendré dos moratones más.

— ¿Qué fue ese sonido?

Evité su mirada y como pude tome la toalla poniéndomela por encima. Puse ambas manos en el borde de la bañera e intenté ponerme en pie, objetivo que fallé miserablemente.

— Ven aquí... — Por puro reflejo golpeé la mano que venía hacia mí y me aparté de él. — Por hoy te consiento esto, pero si mañana me vuelves a rechazar, no creas que me quedaré sin hacer nada. Ahora.

Noté un tirón de cabellos y comencé a revolverme cuando empezó a arrastrarme hasta llegar a la habitación de los omegas.

— ¡Suéltame ya! Dijiste que no harías nada. Maldito imbécil. — Dije a la vez que arañaba o golpeaba su brazo.

— Esto no te gusta, ¿verdad? Más vale que te comportes, porque cuando estés con tu dueño, esto será lo más suave que te haga si no obedeces o le respondes.

— ¿Por qué?

— Qué.

— ¿Por qué de repente me vas a vender?

— ¿De repente? Nunca dejé de lado la oportunidad de venderte.

— Es mentira todo lo que me dijiste. — le veía realmente sorprendido, en verdad todo lo que me dijo ayer fue mentira, ahora el imbécil aquí soy yo. — Me salvaste la vida y aunque lo negara en un principio, tú eres mi alfa y...

— Cállate. Eso es el pasado.

— Me niego...

— ¿Qué?

— Me niego a romper el lazo contigo. Si uno de los dos no está de acuerdo no se puede romper.

— Entonces haré que quieras romperlo.

Cerró la puerta y oí el sonido de la cerradura. Como pude me arrastré hasta la cama y me hice un ovillo. Solamente tenía la toalla para cubrirme, ya que la cama no tenía sábanas, ni siquiera una triste manta o almohada.

No me creo nada de lo que dijo si me iba a vender, no hubiera hecho todo lo que hizo por mí, no me habría marcado. Dios, cómo lo odio. Apreté los dientes, pero enseguida toda la rabia que sentía desapareció. Solo sentía sueño, y notaba como poco a poco se me nublaba la vista.

Un omega diferente [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora