ENDGAME.

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Nada había sido fácil para Ángela

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Nada había sido fácil para Ángela.

Su vida había dado un giro y por más que quisiera aceptar la realidad, no podía.

Cada hora, cada día que pasaba su mente la atormentaba, imágenes de lo sucedido la llenaban y recuerdos de ellos.

—Basta. Basta. —Susurró y tomó su cabeza. —No, no.— Sollozó y corrió hacia el baño viéndose en el espejo, su cabello empezaba a decolorarse de un color amarillo, rubio o dorado, al igual que sus ojos cada que le daban estos episodios.

Miró su reflejo mientras tomaba su cabello y miraba sus ojos llenos de lágrimas. —Por favor... — Cerró los ojos, pero cuando los abrió, Pietro estaba ahí.

Se giró para buscarlo pero no estaba.

Esa era su realidad. Él no estaba.

Y todo ese dolor que sentía, toda esa carga que sentía, que la atormentaba estaba asfixiándola. Cada segundo sentía ganas de llorar y gritar para liberarse.

Y había llegado ese momento.

Su pecho ardió y volvió a mirar el espejo, su mente le estaba jugando una mala broma cuando lo volvió a ver y escuchar su voz.

—Basta. Detente. ¡No! —Su gritó ardió en su garganta y la cabaña que su padre le había dado se prendió en llamas rápidamente, los árboles al rededor habían sido destruídos cuando el potente grito de Ángela lanzó una fuerte ráfaga de aire.

Su respiración era acelerada mientras todos sus recuerdos con los gemelos llegaban a ella, también del miedo cuando sabía que podía morir en aquella nave con su padre y Nebula.

Todo estaba pasando rápidamente en su cabeza, haciéndola volver a pegar un fuerte grito y con sus poderes salir de ella sin permiso alguno.

Sr. Stark. Me parece que hay un altercado en dónde se encuentra la joven Ángela.

—¿Altercado?

Será mejor que vaya antes de que empeore, no parece detenerse pronto.

Cuando llegó, era algo tarde pues Ángela yacía casi desmayada en la nieve, con sus ojos dorados y su cara con marcas del mismo color.

—Ángela, cariño, despierta. —La sacudió sintiendo su corazón latir de miedo. —Vamos. — Su traje estaba independientemente apagando el incendio mientras que él estaba arrodillado a lado de su hija.

—Pietro...— Sus palabras lo hicieron cerrar los ojos con fuerza al verla llorar. —Wanda...

—Lo sé, lo entiendo. —Acarició su rostro con cuidado pues estaba ardiendo. —Estoy aquí para ti, mi vida. —Tony la tomó en brazos ignorando lo caliente que estaba y la abrazó. —Siempre lo estaré. —Acarició su cabello meciéndola como si fuera una bebé y lloró con ella al escucharla sollozar. —Estamos juntos, hija. Yo nunca te dejaré.














ángela stark ; pietro maximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora