XIII.

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Habían pasado semanas después de la cita ente Ángela y Pietro

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Habían pasado semanas después de la cita ente Ángela y Pietro.

Naturalmente una amistad y confianza había nacido entre Wanda y Ángela, pues sólo eran ellas y Pietro.

Aunque Ángela estuviera acostumbrada a estar siempre con los Vengadores y los gemelos sólo a estar ellos dos, día tras día un gran lazo se iba formando.  Entre los tres.

Y cuando de atracciones se trataba, Wanda agradecía poder empezar a contar con la pequeña Stark.

—Esto no es normal, Ángela.—Dijo Wanda mientras se pasaba las manos por la frente. Angela rodó los ojos y suspiró.

—Sí lo es, por favor, ¡es normal! Mira, él va completamente contigo, es decir, los dos son raritos.—Susurró lo último ganándose la mala mirada de Wanda. —No tiene nada de malo, sólo di que sí y disfruta. Distráete.

—Está bien, sí. Tienes razón, nada malo puede pasar. Lo único que me preocupa es mi hermano.—La miró mordiéndose las uñas. —Ya sabes el puede ser...

—De él no te preocupes, yo me encargo.—Dijo Ángela.

—Claro, ahora tu tienes mayor control en el que yo.—Wanda se quejó y cruzó sus brazos en una falsa molestia, no le molestaba ni le incomodaba que su hermano y su amiga estuvieran saliendo.

—Lo siento, rarita. Será mejor que vayas a decirle a Visión que verás esa película con el. —La apresuró.—Yo mientras hablaré con tu hermano, ¿sí? —Wanda asintió y salieron del cuarto de Angela al mismo tiempo.

Angela se dirigió al cuarto de Pietro que no estaba tan lejos del de ella. En el camino, se encontró con el Capitán que al parecer buscaba algo.

—Aquí estás, te estaba buscando.—Le dijo mientras suspiraba.

—¿Qué pasó? ¿Explotaste la tele?

Steve rodó los ojos. —No, te quería comentar de la misión que harás en unos días con Pietro.

Angela lo miró con el ceño fruncido, sin comprender. —No entiendo, ¿de qué hablas?

—No tengo mucho tiempo, tengo que salir, pero aquí te dejo el oficio y no hay opción, tienen que ir. —Steve se despidió dejando a una Ángela confundida.

—El hielo te sigue afectando el cerebro.—Refunfuñó, odiaba que la dejaran confundida y la palabra en la boca.

Enojada, se fue al cuarto de Pietro, con pasos duros y decididos. Al llegar, tocó la puerta tres veces fuertemente y esperó a que le abriera.

—¿Qué pasa?— Espetó al escuchar los fuertes golpes. —Ah, eres tú, Angel, pasa.—Le dijo cuando abrió la puerta, sonriendo ante su presencia pero frunció el ceño al notar su poco humor.

ángela stark ; pietro maximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora