"Prometí odiarte. Odiar tu apellido, tu hogar, tu familia. Prometí vengar a mis padres y a mi ciudad.
Pero te veo, me sonríes, me das tu cariño y eso es la última cosa que quiero hacer, Ángela".
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Ángela había crecido en compañía de Pepper, Rhodes, Happy y su papá Tony.
Al ir creciendo todos iban notando que evidentemente estaba tomando la actitud de un Stark; era burlona, sarcástica y muy, muy mimada.
Sin embargo, el hecho de pasar tiempo con Pepper, la había convertido en ser una niña risueña, noble y bastante amorosa. A pesar de estar consciente de que no era su madre, Ángela había creado un vínculo con ella, la tarea de Pepper no era quererla, ni leerle cuentos en la noche, pero era el amor que le tenía que la hacía hacerlo.
Un tiempo después pasó lo peor que se imaginaron. Si a Tony le hubieran dicho que su hija pasaría todo el dolor qué vivió, la hubiera dejado encerrada y definitivamente no la hubiera llevado a ese viaje con los soldados.
Tony había decidido que su hija lo acompañaría su viaje una vez que habían iniciado sus vacaciones. Así que irían al Medio Oriente.
La pequeña Ángela estaba una semana antes del viaje contando días, segundos y minutos para que llegara el día del viaje.
Estaba más que emocionada, su cabeza no dejaba de pensar en otra cosa más que ese tan esperado momento.
En esa tarde, se habían subido a un convoy y Ángela estaba sentada a lado de su papá y dos soldados estaba frente a ellos charlando con Tony.
Ella solo se dedicó a esperar a iniciar el camino.
Pero uno de los soldados, sacó su cámara y pidió que le tomara una foto.
—Señorita Stark, ¿nos puede tomar una foto? —Le preguntó el soldado entregándole la cámara.
—Sip, claro. —Sonrió. —Digan whisky. —Dijo y tomó la foto riendo cuando su papá posó.
Pero fue en cuestión de segundos cuando el convoy fue atacado por un grupo de terroristas.
El ruido la hizo fruncir el ceño y mirar el rostro de su papá lleno de miedo y sabiendo que eso no era nada bueno.
— ¿Qué está pasando?— Dijo su papá, tomando de la mano de su hija, apegándola a él.
— ¡Jimmy, quédate con los Stark! — La mujer soldado gritó, Ángela miraba a todos lados, asustada.
— Ángela, agáchate. Ven, no te levantes. —Tony le dijo tomándola de la mano y cubrió su cuerpo con el suyo. Su voz estaba llena de pánico.
Los soldados empezaron a atacar a los terroristas. Sin embargo, cada uno de ellos comenzó a morir rápidamente. Pero para Ángela, a cámara lenta.
Tapaba sus oídos con sus manos, sintiéndolos aturdirse al escuchar tan cerca los disparos.
—Vamos a salir, Ángela, no sueltes mi mano. No temas, ¿de acuerdo? No te vayas de mi lado.— Le dijo, su cabeza se movió en forma de negación, la cara de Ángela estaba contraída del susto y pálida.
