IX.

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La máquina que marcaba el puso de Angela era lo único que se escuchaba en la habitación, además, de dos respiraciones; una de ella y de Pietro

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La máquina que marcaba el puso de Angela era lo único que se escuchaba en la habitación, además, de dos respiraciones; una de ella y de Pietro.

Después de que la batalla fuera terminada con Vision aniquilando a Ultron, Angela había sido atendida lo más rápido que se pudo.

Su pulso era débil cuando Tony la encontró, su cuerpo brillaba en sangre de los pedazos de tierra que le habían caído. Angela no había sido lo suficientemente rápida para esquivarlos y ahora eso casi le costaba la vida.

Tony estaba asustado; sentía como un ataque de ansiedad se aproximaba cuando los latidos de Angela eran débiles y él no podía nada más que hacer que esperar la atención médica. Trató de pasarle energía a su cuerpo varias veces hasta que funcionó, después, sólo le quedó orar por que su hija resistiera.

Todos los demás Vengadores estaban exhaustos, había sido fuerte para ellos ver toda la ciudad desmoronarse como única salvación. Wanda había corrido hacia Pietro cuando lo vio, por un momento, sintió que lo perdía.

Por otro lado, Pietro se sentía nervioso y una preocupación crecía en él cuando Angela estaba en observación. Ya que él, de regreso en la nave, sus heridas sanaron con ayuda de los médicos, Wanda y al llegar con la doctora Cho. A pesar de que no había mucho que revisar, al igual que todos decidieron que sería mejor que reposara unos días en cama.

Evidentemente, siendo Pietro. No pudo quedarse más días sin necesidad de saber cómo estaba ella. La atracción y curiosidad hacia ella era casi natural e inevitable.

Angela parpadeó dos veces antes de poder abrir sus ojos por completo, observó la lámpara blanca que alumbraba muy tenuamente la habitación, era de noche. Su cuerpo le dolía, y bajar la cara también. Como pudo, se removió un poco de la camilla, quejándose del dolor que sentía. Una vez acomodada, observó un cartel que estaba colgado que decía "Bienvenida a casa, Ángel"  A lado de él, unos girasoles, apuntó de marchitar.

La respiración de Ángela se cortó al prensar qué tal vez llevaba mucho tiempo dormida y que su papá, sus tíos, habían estado esperado por ella a que despertara. Se llevó la mano a la cara viendo cómo su antebrazo tenía una aguja que le pasaba suero.

Escuchó una respiración pesada a su lado, volteó la cabeza y observó a quien dormía en el sillón de la habitación del hospital. Era Pietro.

Dormía con unos pantalones de chandal y una playera azul simple. Se veía atractivo a pesar que lo podía observar muy poco. Se preguntaba cómo era que estaba aquí cuidando de ella, como logró que su padre lo dejara estar aquí.

No quería despertarlo pues era la primera vez que lo veía después de todo lo ocurrido, le daba pena hacerlo pues lo veía bien, sano y pacífico, pero tenía que avisar que ella estaba despierta.

—¿Friday?—Ángela susurro lo más bajo que pudo, su voz salía rasposa y su garganta le dolía como si hubiera estado en clima frío. Cerró los ojos deseando que el programa no hablara alto y hacer que el sokoviano se despierte.

ángela stark ; pietro maximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora