VIII. Era de Ultron 6

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La tierra de Sokovia se estaba separando.

Todos los Vengadores observaban como temblaba y parte de la ciudad se alzaba.

Ángela seguía protegiendo a los civiles de aquellos robots que atacaban sin piedad. De sus manos salían fuego parando a los robots.

Dejó de hacerlo cuando el piso donde ella estaba parada, se hundía. Rápidamente hizo que todos los civiles del otro lado pasaran a la tierra estaba más estable.

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Miraba confundida la tierra desde arriba, la ciudad se estaba destruyendo. No podía hacer nada, estaba haciéndose boronas a un paso rápido. Su corazón se partía cada vez que veía las caras de los civiles al ver a su ciudad de esa manera.

¿Ven la belleza qué hay en esto? La inevitabilidad. Se levantan solo para  caer. Ustedes, Vengadores, son mi meteoro, mi espada terrible y rápida. La tierra se romperá con el peso de su fracaso. Sáquenme de sus computadoras, póngame en mi en sangre en contra. No importada nada. Cuando el polvo se asiente, lo único que quedará vivo en este mundo, será el metal.

Cap, se te acercan.

—Ya se me acercaron. —La voz del Capitán sonaba agitada.

Ángela bajó a piso firme pues los robots llegaban a ella con intenciones de matar. —Stark, concéntrate en bajar a la ciudad con cuidado. Los demás tenemos una tarea, destruir a los robots. Si los dañan, ustedes también. Si los matan, supérenlo.

Ángela levitó buscando la zona en donde podía haber más robots atacando Sokovia. Encontró una; el rastro de luz azul se miraba de lado en lado. Era Pietro.

Bajó hasta allá y con ambas manos en el suelo hizo que el piso calentara a tal punto de derretir a los robots.

Cuando mató a ese grupo de robots, miró a Pietro, el cual tomaba el lado izquierdo de su estómago jadeando. Se acercó a él con rapidez.

—¿Estás bien? ¿Necesitas agua? —Ella dijo burlona juntando sus manos, mostrándole la pequeña cantidad de agua que se formaba en el hueco de sus manos. El le sonrió asintiendo y tomó sus muñecas para beber de sus manos. Ángela hizo una mueca de asco sin evitar que sus mejillas se enrojecieran.

—Gracias, printsessa. —El chico véloz le dio una sonrisa coqueta y se fue rápidamente haciendo que ella diera unos pasos atrás.

Ella rio levemente mientas se sentía emocionada por alguna razón y ella sabía que el gusto repentino hacía el era obvio. No lo podía negar, le había llamado la atención su historia. Y él, él era demasiado atractivo.

—Ew, estaba sucia el agua... bueno, eso creo —Ángela dijo nerviosa esperando que Pietro escuchara. Corrió hacia donde estaban los civiles. Miles de robots llegaban a atacarlos.

ángela stark ; pietro maximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora