S E I S

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Allie

—¿Y bien? —tomo otra papa y la pongo en mi boca masticando rápido. Entre menos la sienta menos sentiré culpa— ¿Te mandó o no?

El tipo no puede llegar así porque sí, hay algo raro aquí. Como otra papa esperando su respuesta. Estoy odiando ésto, pero si en realidad él no sabe nada mí como me lo hizo creer la chica rubia, debo hacer que eso siga siendo de esa manera.

—Ya te he dicho que no —se acomoda en el sofá—. Vine a hablar contigo en realidad.

—¿Conmigo? —trato de sonar sarcástica— Yo no te he hecho nada como para que tengas que venir a hablar conmigo.

—¿En la mañana? —suelta con ironía.

Mierda, esperaba que no sacara ese tema. ¿Qué se supone que le diré? ¿Que me dio un ataque de pánico creyendo que él era un soplón?

—Sobre eso —empiezo—, es algo complicado.

—Tu y Caleb tienden a usar mucho esa palabra, ¿eh? Complicado —sonríe mostrando su perfecta dentadura.

—Bueno... Cuando algo, alguien o una situación es difícil de comprender quiere decir que es complicado.

—Tiene mucho sentido.

—Lo tiene —sacudo mi cabeza ligeramente—. Como sea, en la mañana...

—Me gustaría mucho saber qué pasó en la mañana como para que tuvieras que gritarme frente a todos —dice con una sonrisa.

Idiota.

—Bien si me dejaras hablar, podría responder a eso —me levanto y me dirijo a la puerta corrediza de cristal para dejar entrar a Niebla.

Está echada sobre el césped del patio trasero. En cuanto me ve se levanta a toda prisa para entrar a la casa e ir directo a Oliver.

—¿Hace cuanto que no veo a la chica de Caleb? —hace una voz extraña mientras le rasca debajo de sus orejas y sobre su cabeza.

—Eso se escucharía raro fuera de contexto —me siento en el sofá largo antes de que Niebla se acueste sobre mis piernas.

—Estamos en éste contexto —abre sus brazos, cosa que me hace reír—, y en éste contexto me explicabas el numerito de ayer —le da una mordida a su hamburguesa.

Acaricio el pelaje del perro con una mano mientras que con el otro sostengo un lado de mi cabeza.

—Pasó algo, algo... personal —volteo hacia él y sus ojos están clavados en mi—, fue un gran malentendido, y lo... siento. De verdad lo siento, no debí gritarte.

Pauso unos segundos y nadie dice nada.

—No debes juzgar tan rápido a las personas, querida Alena.

—¡Pero tienes que entender! —alzo un poco la voz— Nuestra primer conversación ni siquiera tuvo un "Hola". Te comportaste como imbécil, no más que como los que conozco antes de ti, pero me esperaba más de los amigos de Caleb.

—Si, creo que me merezco lo que me dijiste, aunque no fuera cierto.

—Un poco, sí —reímos—. ¿Qué me ibas a decir tú cuando llegaste?

—En realidad sólo quería saber qué pasó en el instituto, si estabas bien, pero veo que no es de mi incumbencia ahora.

—No lo es —sonrío.

Niebla sigue en mi regazo, y trato de moverme lo menos posible para que no se baje de él. Ni Oliver ni yo decimos nada en un rato, él sólo sigue centrado en su comida mientras que yo no he podido ni mirar la mía.

De aquí a SaturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora