V E I N T I T R E S

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Allie.

Debería preguntarle a Oliver qué usa para el cabello.

Mis dedos se deslizan tan fácil sobre su cuero cabelludo, y una sonrisa genuina de forma en sus labios.

—Definitivamente me acostumbraré a esto —dice.

Agacho mi cabeza para observar como sus ojos viajan por las cuerdas de su guitarra, sus dedos danzan a través del sonido. Su cabeza se siente un poco pesada sobre mis piernas cruzadas y flexionadas, pero estar así se siente tan bien que nunca me resignaría.

La preciosa música que producía Oliver se detiene.

—¿Qué es lo que más extrañas de México? —pregunta al instante.

Lo miro a los ojos pensando en una respuesta.

Me gusta todo en realidad, excepto como era mi vida.

—Hay muchas cosas —sigo tomando su cabello—, donde vivía, algunos amigos... la comida.

Cuando comía sin remordimiento.

—La comida —repite él—, venden comida mexicana en el centro.

—Ninguna se compara —sonrío.

—Tienes que averiguarlo —se reincorpora de la cama y deja su guitarra al lado de un estante con algunas medallas.

Se acerca a mí, que lo observo con las cejas juntas, y me extiende su mano.

—Vamos.

—¿A dónde? —acepto su mano y me acomodo el buzo una vez de pie.

—A que pruebes la comida estadounidense a la mexicana —sonríe inocentemente.

—Creí que jugaríamos al monopolio.

—Aburridoo —alarga a o.

Toma mi mano y salimos de su habitación. Antes de bajar las escaleras de su enorme casa, visualizó a su hermana, quien me ve tomada de la mano con Oliver y me saluda con una gran sonrisa y agitando su mano.

—¿Tu hermana sabe que saldremos? —inquiero cuando me subo a su coche.

—¿Nos vio salir?

—Si.

—Entonces si.

Le restó importancia y me enfoco en observar cómo conduce. Una mano en la palanca de velocidades y la otra en el volante, su vista al frente siempre, pero me sorprende mirándolo y sonríe.

Me hace sentir especial para alguien en mucho tiempo.

Sé que nos adentramos al centro de la ciudad cuando los locales comerciales y tiene das departamentales se hacen presentes de forma absurda.

Estoy dentro del coche de Oliver, pero ver a las personas afuera, caminando con tanta seguridad y altitud me hacen sentirme observada y juzgada, tan diminuta.

Nos adentramos a un estacionamiento repleto de coches, lo coloca en un lugar y bajamos de él. Espero hasta que Oliver llegue a mi lado para caminar, pero no solo hace eso, toma mi mano y entrelaza nuestros dedos para adentrarnos al restaurante.

Comienza a hacerse de noche, los colores naranja y rojo están por todo el cielo. Le dije a mi tía que estaría con Oliver un par de horas, por lo que ésta vez no tengo porqué preocuparme en llegar temprano a casa.

El interior del lugar es bastante colorido y el concepto es bastante bueno en realidad, es un ambiente muy lindo. Hay guirnaldas de los tres colores pasando por las paredes y fotografías a blanco y negro. La mesera nos invita a tomar asiento en una de las mesas en medio y lo hacemos.

De aquí a SaturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora