U N O

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—Aerolíneas Express les agradece por su preferencia y les desea que hayan tenido un buen viaje.

La azafata dice a los pasajeros por medio de los altavoces en el interior del avión, y estos comienzan a levantarse de sus asientos.

Mi madre creyó que sería una buena idea venirme un año a Estados Unidos a vivir con mi tía Alice y mi primo Caleb, según ella para alejarme y distraerme de lo que hace cuatro meses pasó, pero ese era el problema; yo no quiero alejarlo de mí.

He tratado de sobrellevar estos últimos meses de la mejor manera, apoyando a mamá, ella me apoya a mí, las ganas de seguir adelante son mutuas siempre, aunque ya sabía lo que quería cuando me envió a este lugar. Nunca ha sido fácil admitirlo para ella. Tan solo no quería que yo la viera desmoronarse, y lo que no sabe es que la he visto tantas veces así que dudo que me quisiera ver a la cara si supiera. Cree que ella tiene que ser la fuerte de ambas.

Supongo que venir no fue tan mala idea después de todo.

Cuando llego al área de equipaje, solo me dedico a observar las maletas que pasan ya las personas que las recogen hasta que salga la mía. Cuando por fin sale mi equipaje por la banda transportadora lo tomo verificando que en verdad sea el mío y me voy en busca de mi tía que me recogería aquí.

No pasa mucho cuando veo a Caleb entre las personas buscándome con la mirada. Al igual que yo y la mayoría de nuestra familia es alto, probablemente un 1.85, y de tez blanca y en lo único que para nada lo hace asociarse con nosotros, es que el es completamente pelirrojo. Tiene sus mejillas, nariz y frente cubierta de pecas, y su cabello tiene un tono anaranjado y algunos toques de castaño. No pasa casi nada cuando por fin me ubica, una pequeña sonrisa se asoma en su rostro y comienza a caminar a mi con grandes pasos.

—¡Qué hay enana! —es gracioso que diga eso, ya que yo también soy alta para mi edad, pero aun así me sigue gustando que me diga así.

Aunque nunca tuve hermanos con los cuales pelear o jugar, Caleb fue como uno. Siempre nos veíamos cuando éramos niños, hasta que se vino a vivir con mis tíos a Estados Unidos, después de eso seguíamos hablando por videollamada, y cuando iban de visita a México en las fiestas o en verano nunca nos separamos. Él siempre estuvo para mi cuando nadie más lo estaba, fue parte esencial para ayudarme a atravesar por mis todos problemas.

—No mucho en realidad, creo que pasaré un año en tu casa —digo con una sonrisa que hace que mis ojos se achiquen.

—Eso escuché —ríe —¿Te ayudo con eso? —señala mis maletas.

—Claro, gracias.

Comenzamos a caminar por el enorme aeropuerto y me pregunta cómo han estado las cosas últimamente. Sinceramente el tema no me afecta tanto como antes, lo he superado y aceptado, o algo así, ya no duele como antes, pero aún lo extraño mucho.

—¿Segura que estas bien? Digo, te ves bien y todo, pero las personas suelen decir eso aun cuando no lo estén ni un poco, ¿sabes?

—¡De ​​verdad! —digo más para mí que para él —Aún lo extraño, y el simple hecho de ya no tenerlo nunca más en mi vida me aterra, pero ya lo acepté.

—Te ves convencida

—¡Es que es verdad!

—Claro —dice —. Como sea, si quieres hablar de algo sabes que nunca estoy en casa pero tengo un celular.

Río ante su comentario. Él ya me había hablado de esto. Entre los entrenamientos de su equipo, su grupo de estudio y salidas que tiene con sus amigos, casi nunca está en casa.

Mi tía nunca ha sido estricta respecto a eso. Tuvo a Caleb con tan sólo 16 años, por lo que se podría decir que creció con él. Según mis abuelos, lo educo bien, aunque nunca ha sido de las personas que mantiene a sus hijos en una burbuja, ella es todo lo contrario, siempre dejó a Caleb ser y aprender por sí mismo, sobretodo cuando se separo de mi tío. Él es chef, tiene su propia cadena de restaurantes a lo largo del país, por lo que siempre ha tenido que viajar mucho. Un día simplemente se comenzó a comportar un tanto raro, y tiempo después le pidió a mi tía el divorcio. Hace casi un año decidió presentarle su nueva pareja a su hijo, y ahí Caleb conoció a Jacob, el novio de su papá.

De aquí a SaturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora