T R E I N T A Y D O S

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Oliver.

Extiendo mi mano para entrelazarla con la de Allie, pero su espacio en la cama está vacío. Me incorporo de golpe y veo todo a mi al rededor, la luz del sol ya se cuela por las cortinas dejándome ver su escritorio, el armario, los ventanales, pero en ningún lugar ella. Pongo mis pies fuera de la cama para levantarme y buscarla, pero su puerta del baño se abre y ahí sale. Sus ojos están rojos, lo que significan que siguió llorando.

—Vamos a comer algo —sugiero. No parece que acabara de amanecer, supongo que es un poco tarde.

—No tengo hambre.

Camina hasta la cama y se agacha a buscar algo debajo de ella, toma lo que parece ser una caja con sus manos y se dirige hasta su baño de nuevo, pero antes de entrar se detiene y me mira.

—Gracias, pero deberías volver a casa.

En el momento en el que cierra la puerta todas mis alarmas se encienden en mi cabeza. No quiero creer lo peor, podría hacerse los cortes que vi en la playa o algo mucho peor.

—Allie.

Toco a la puerta.

—Allie, no me iré, estaré aquí, si lo quieres así no diré absolutamente nada, solo déjame acompañarte —trato girar la perilla pero está con seguro—. Allie.

Me giro a su habitación y busco algo para abrir la puerta. Debe haber una llave, doy un repaso entero de pies a cabeza, pero no encuentro nada. Me coloco frente a la puerta de nuevo y me preparo para derribarla.

Medidas desesperadas.

Todo mi impulso está por salir cuando Allie abre la puerta y sale como si nada, mirándome a los ojos.

—Te dije que te fueras, Oliver, ¿qué te pasa? —luce enojada.

—Yo no me iré, estaré aquí si es necesario todo el día sin decir una sola palabra, pero no te dejaré.

—Tienes clase.

—Tenemos clase, y no pienso poner algo más antes que a ti.

Se ubica a un lado de su cama y comienza a estirarla y acomodarla.

—Te ayudo —digo, pero ella me quita una almohada de las manos.

—¡No necesito ayuda! —me grita— ¡Quiero que te vayas!

—Allie, déjame...

—¡No te quiero cerca de mí! ¿Comprendes? ¡Vete!

La puerta de la habitación se abre y su tía entra alertada por los gritos.

—¡Genial! —Allie ríe— Largo ambos, no quiero a nadie conmigo.

—Allie, Oliver solo está aquí para ayudar.

—¡Pues no sé a quién ayudará, pero a mí no!

—Allie... —comienza su tía, pero yo me hago una seña de que está bien y ella solo respira dándome la razón.

—Está bien —comienzo—, no diré nada, ni siquiera interferiré en lo que hagas, solo déjame estar aquí contigo. Te hice una promesa, ¿recuerdas? Nunca te dejaría sola.

—Todo el mundo hace promesas que no van a cumplir —dice. Parece disfrutar cada palabra que dice—. No eres la excepción.

—Tal vez, pero hoy no, hoy si la seguiré cumpliendo.

Sus ojos están cargados de dolor y rencor, me miran con tanta tristeza en ellos disfrazada de furia.

Su labio inferior comienza a temblar y ella lucha en un intento inútil de ser fuerte y no llorar, cosa que no logra y se pega a mí para esconder su rostro.

De aquí a SaturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora