XVI

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Natasha.

En la DHV sirves o te vas, no somos buscados por todas las mafias y cuerpos policíacos por ser unos incompetentes. Aquí se trabaja bajo mis órdenes y si no estás de acuerdo con eso, te vas, pero no haces lo contrario a lo que se te ordena.

Por la ineptitud y de Julieta estamos entre la espada y la pared, al menos nos hizo un favor, ultimamente no servía para una mierda. A Graham también lo había echado por mequetrefe, pero no he vuelto a hacerlo porque cada vez somos menos y yo actúo a mi conveniencia.

—Nathy, ¿Me estás prestando atención? —Amelia me reclama.

—Y dele con la cantaleta, tía —me estreso—. Ya he dicho que traerán es vestido de París, el diseño más reciente e innovador. No quiero que luzcas como una andrajosa el día de tu boda.

—El mismo diseñador del vestido que quieres puede remodelar el familiar —reitera—, no sé por qué insistes tanto, Natasha. Estoy dejando que escojas hasta la música que pondrán cuando camine al altar ¡Dame al menos el derecho de escoger el vestido!

—Que no, Amelia —mantengo mi postura.

—Nathy —recuesta su cabeza en mi espalda—. Tal vez no lo recuerdas, pero cuando tenías trece años y yo nueve, robabamos a escondidas el vestido de mamá y me lo colocaba aunque me quedara inmenso, jugabamos a que yo me casaba con un peluche y tú eras quien decía "Ahora los declaro, marido y mujer".

Sí lo recuerdo.

—También cuando agarrabamos sin permiso los vestidos que usaba Helenna para trabajar y jugabamos a las modelos —secundo.

—¡Sí te acuerdas! —me empuja suavemente—. Sólo te pido que me dejes...

—Eres peor que pisar mierda con los pies descalzos, ya te dije que no.

—¡La remodelación sale más económica que el vestido nuevo!

—El problema no es el dinero, lo sabes.

—Jailev llegó —avisa Belial desde el umbral.

Me levanto y salgo de la habitación con él detrás de mí.

—Jaile — le doy un beso en cada mejilla—, ¿A quién le debo la dicha de tu visita? Me ha quedado entendido que hablamos ayer todo lo necesario.

Veo a Amelia entrar en la cocina y a Júpiter bajar las escaleras.

—Me preguntaba si no necesitas aliados para los negocios, tengo entendido que Graham de Oliveira trabaja solo.

—Así es —contesta el aludido—, pero no se me dificulta hacerlo y no necesitamos aliados.

Yo asiento, dándole la razón.

—Mi esposa Darsha es ex-agente del SVR, mueve muy bien las fichas cuando de investigar se trata —insiste—. Desde la boda, se ha dedicado a ser ama de casa, pero desea retomar su trabajo y pensamos que sería una buena opción para ti.

—No necesitamos investigar nada ni a nadie. Somos narcotraficantes, no espías.

En realidad sí necesito a alguien con tales habilidades ya que Julieta no está y era la única capaz de hacer esas cosas exceptuando a Júpiter, pero a él no pienso exponerlo.

Necesito a alguien que sea de confianza, no pondré a trabajar conmigo a alguien con quien apenas he cruzado más de diez palabras.

Graham se va a la cocina cuando Amelia lo llama y me quedo sola, negando ante todas las insistencias del hindú.

—Es muy buena tu oferta, pero no nos hacen falta negociantes ni hackers.

—Bueno —se levanta y me da la mano en forma de despedida—, me llamas si llegas a cambiar de opinión.

Danger high voltageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora