XXIX

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Catalina.

—Oye —una chamaca de unos catorce años llama mi atención—, ¿Has visto a Daisy? Van tres días que no la veo...

—Oh, lo siento —le digo con un pesar no tan fingido—. Ya la adoptaron, no tuvo tiempo de despedirse.

—Lo mismo dijeron de Karina hace como un año —baja la comisura de sus labios—. Bueno, espero que le vaya bien con su nueva familia.

La niña me da la espalda y se larga a su habitación.

Es que aquí les hacemos creer a las niñas que son huérfanas y que están en un orfanato, o que sus padres nos pagaron para que las tengamos aquí durante un tiempo indefinido. La mayoría de ellas le agarran repudio a sus padres y se acostumbran a estar aquí.

Y Daisy era la dueña de la cabellera que utilizaron para hacer la peluca que se llevó Virgo... Ah, Virgo, estoy esperando que me llame para salir. Realmente necesito distraerme de todos los problemas que abarcan el noventa por ciento de mi tiempo.

Toco la puerta de la oficina de California, ya que se escucha que está conversando con alguien. Decido entrar cuando me doy cuenta de que mi jefa no logró escuchar el golpe a la madera con mis nudillos.

Me hago la que no sé nada cuando entro a la oficina y veo a Logan frente al escritorio.

—Un minuto, Cata —me dice mi jefa para que espere a que termine de hablar. Se dirige a Logan—. Señor Presley, pero, ¿Ni siquiera puede recomendarnos a alguien que iguale su píldora? Su producto es uno de nuestros pilares más importantes. En serio la necesitamos —California se muestra exhasperada—. Puedo triplicar la suma que normalmente le pago.

—Lo siento, pero la decisión que he tomado es inquebrantable. Y no, no conozco a nadie que haya logrado hacer una pastilla como el DEMV, ni que se le parezca. El problema no es dinero, espero que entienda, no seguiré fabricando DEMV, al menos durante este nuevo año.

California se agarra las raíces del cabello con los codos apoyados en el escritorio.

—Bueno —Aún estando al borde de la banca rota, no pierde su peculiaridad—. Muchas gracias por haber sido un excelente socio desde que comenzó mi alianza —estrechan sus manos—. Mucha suerte, Logan Presley.

—Igualmente para ti, California Bundó.

Logan me giña un ojo cuando pasa por mi lado y se desaparece en el pasillo blanquecino.

Mi jefa suelta un bufido, sentandose de golpe en la silla.

—Estamos jodidos, Catalina.




Al salir al callejón con mi cartera bajo el brazo, visualizo una figura masculina entrando a éste. Es bastante alto y fornido, no logro visualizar muy bien si viene armado, pero no pienso esperar para averiguarlo.

Le echo mano a una navaja que siempre cargo en la cartera, pues, mis armas de fuego están en la camioneta.

El hombre sigue avanzando con algo de rapidez, un olor a alcohol invade mis fosas nasales, haciendo que me alerte aún más. Intenta lanzarse sobre mí con claras intenciones de derribarme, no obstante, lo esquivo, logrando que se tambalee por su estado.

—¿Me la vas a poner difícil? —me pregunta.

Vuelve a intentar arremeter contra mí, le paso el filo de mi navaja por el brazo. El tipo gruñe al girar a ver la zona, los chorros de sangre no tardan en resbalarse por su brazo. Me mira con los ojos chispeando en furia, así que salgo corriendo al estacionamiento mientras abro la cartera con rapidez para sacar las llaves, sin embargo, el tipo me taclea por detrás, haciendo que me caiga y que la navaja salga disparada de mi mano a otro punto del suelo.

Danger high voltageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora