XXVIII

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Virgo.

El primer encuentro que tuve con Catalina Fermín fue hace cinco años en Michoacán, Anessa me había mandado a una misión, y ésta debía llevarse a cabo en uno de los antros más caros, pero famosos de toda la comarca.

Y ahí estaba Catalina, trabajando de pool dancer con sus mayas negras de reed con un hilo negro debajo de éstas, su cabello suelto y corto en ese tiempo, sus tetas descubiertas con los pezones erectos y un collar de púas adornando su cuerpo. Los billetes eran parte de su fuente de oxígeno más cercana.

Habían otras bailarinas mostrando muchas partes más que ella, pero Catalina fue quien captó mi atención aquella noche. La noche del Choegoui him no podía quitarle los ojos de encima, supe disimular mi asombro al verla. Me dejó bastante anonadado verla dentro de esto del mundo criminal.

Parece que a la tipa le gusta lo prohibido, y yo encantado de ser su objetivo riesgoso.

Tiene unas caderas que me enloquecen, unos seños pequeños que me dan ganas de maltratar con mis ásperas manos, una cinturita que te inspira a pecar y unos gemidos que te hacen desear colocarlos de alarma para comenzar el día como una roca.

Mis parafilias fueron diagnosticadas cuando tenía diecisiete años, por una extraña razón en ese entonces, me extasiaba con tan sólo ver a las chicas desnudas sin que ellas supieran que las estaba observando. Pero cuando se presentaba la oportunidad de un contacto de piel con piel más allá de los tactos de lenguas, no me sentía satisfecho, ni deseoso, ni nada.

Otra de las cosas que me excita es ver a las mujeres vomitando u orinando, es algo inefable.

Me gusta masturbarme con la imágen de las mujeres desnudas, pero que no sepan que las observo. Y la única manera penetrarla, es que esté muerta, así no sabe que lo hago.

No me siento orgulloso del mounstruo insaciable que soy, pero tampoco culpable. No considero a mi enfermedad un delito, no perjudico a las mujeres subiendo sus fotos, bueno, me las follo muertas, pero tampoco es que lo sientan. Tampoco las maltrato, ni soy pedófilo.

La primera situación diferentemente sexual a lo que acostumbro, fue esa noche en el ICF, puesto que Catalina sabe que yo estaba ahí, mirándola, prendiendome del espectáculo lujurioso que se encontraba brindándome.

No me siento embobado o con esas estupideces en el estómago de las que todos hablan, pero sí siento que la mexicana me excita a tal punto de explotar mis costumbres y transformarme en un fetichista. La quiero otra vez frente a mí, desnuda y auto-complaciendose con la imagen de mi tatuado y perforado miembro, pero también siento que podría generar un torrente de deseo al tocarla, al recorrer cada milímetro de su piel con mi lengua partida, al ella tocarme más allá del rostro.

Más que su coño, me dan ganas de explorar su personalidad, descubrir qué tiene en esa mente que a simple vista luce inocente, pero que realmente es bastante retorcida. Le quiero desnudar el cuerpo, pero también los secretos penumbrosos que guarda.

—Aquí tienes— ella misma me saca de la hipnosis al tenderme una caja de lo que carece ser un cristal delgado, adentro la peluca que me ordenó mi jefa a que le buscara.

—¿Quieres salir conmigo?— pregunto sin tantos rodeos mientras agarro la caja.

Me causa demasiada intriga saber por qué mi apariencia de demonio no la espantó la primera vez, sino que la inspiró a inquirir más de mí. Cada uno de mis tatuajes tiene un profundo significado, y mis piercings los cargo como Jesucristo a su propia cruz.

—Claro— relame sus labios sin apartar sus iris de mi azabache.

Me interesa saber por qué es narcotraficante y trabaja en este internado al mismo tiempo.

Se saca una tarjeta de presentación de unos siete centímetros de largo, me la ofrece y la cojo sin quitar los ojos de encima de sus labios.

—Te llamaré —aseguro, jugando con la tarjeta entre mis dedos.

—Contestaré —hace con su cabeza un leve asentimiento y me da la espalda para seguir con su trabajo.

Te llamaré, y te convertiré en mi peor adicción.

*


Al día siguiente.


Catalina.

El cielo parece querer darnos sus condolencias con su aspecto lúgubre, las núbes se mantienen grisáceas, brindándonos sombra, frío y figuras abstractas.

Mantengo el debido respeto cabizbaja, con las manos entrelazadas delante de mi cuerpo y un vestido negro de mangas largas.

Frente a mí se ecuentra el ataúd con el cuerpo inerte de Amelia dentro, la voz del sacerdote se escucha por encima de los sollozos de Graham y la señora Helenna.

Yo me encuentro junto a Natasha que hace pequeña entre los brazos del colombiano. Es la mañana del veintiocho de diciembre, día de los inocentes.

El funeral de Amelia iba a ser ayer, pero Graham tomó la decisión de que fuera hoy por lo que se celebra. Amelia no tenía ni la menor idea de las andanzas de su hermana y futuro esposo, y aún así; asumió la culpa de ambos.

La mafia italiana no es ningún juego, aunque Amelia esté muerta, la veo como a una heroína. Yo me suicidara si me arrancaran a mi bebé de esa manera, si me violaran continuamente, porque conociendo la mente retorcida de Anthoaneth; hubieron muchos más abusos sexuales después de ese video.

No sé qué me parte más el corazón, si ver a Natasha al borde del abismo; o ver que Amelia será cepultada con el vestido de novia de su madre, aquel que su hermana repudia tanto, pero ella misma fue quien quiso que se lo llevara puesto.

Casi cien días de agonía en manos de la Bohër, me era difícil pegar un ojo por la preocupación, me sentía devastada ya al ver el estado físico y emocional de Natasha. Y soy testigo de que ha cambiado demasiado.

Ha cambiado, porque cuando Logan apareció, ella corrió a sus brazos en busca de consuelo y no se le despega desde entonces. Ha cambiado, porque ha estado tan absorta en su tristeza, que le vale mierda si la DHV sigue en pié o no, yo he tomado el liderazgo desde hace ya casi cuatro meses.

Tengo ojeras horribles bajo mis ojos a causa de no dormir más de cuatro horas diarias las últimas semanas, California me ha convertida en su mano derecha, por lo que mi jornada es doble en el ICF. Zahori y Carlo me ayudan bastante a operar en la DHV, pero eso no quita el que me agote tanto.

—Mi señora, yo sé que no es un buen momento —Carlo se acerca a Natasha, tocándole el hombro con un ápice inseguro—, pero desde ayer en la tarde han estado llamando de la Santa Rosalía, piden hablar directamente con usted.

Natasha lo ignora mientras prevalece en su estado de hipnosis tortuosa.

—Carlo —llamo al italiano—. Debe ser que ya se venció la mensualidad de la clínica, cuando llegue a la casa hago la transferencia de este mes.

—¡Que lo desconecten! —Logan aprieta más a Natasha cuando intenta acercarse a Carlo—. ¡Que se muera! ¡Desconectenlo! ¡Por su culpa mi Ame está muerta! Mi pequeña...

—Pero... —Carlo intenta hablar, pero Natasha sigue dándole órdenes.

—¡Que lo desconecten y hagan con él lo que se les canten las pelotas! —Logan le susurra algo al oído y ella tensa la mandíbula—. Que lo maten —es su última decisión.

Carlo busca una respuesta en mí, ya que, de igual manera; también soy su jefa.

Lo pienso por un momento, Júpiter es un pilar importante para la DHV aunque se encuentre en una situación crítica por los momentos. Tiene multiples destrezas, destrezas que nos costaría años encontrar en otra persona.

—Ella me salvó la vida, Logan —escucho a Natasha susurrar en sollozos contra el pecho del susodicho—. Ella me salvó la vida ¡Y yo no pude salvar la suya!

Entonces lleno mis pulmones de oxígeno, lo suelto en una gran exhalación y me vuelvo hacia el italiano, asintiendo.

—Acata lo que te demanda tu patrona.




Danger high voltageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora