XXV

26 12 1
                                    

Natasha.

La desesperación se apodera más de mí con cada segundo que pasa. El cielo comienza a esclarecerse para darle paso al sol y aquello es una tortura para mis entrañas.

18 horas han pasado.

18 horas.

Y no hay ni una minúscula pista del paradero de mi hermana.

Hace menos de una hora el tal Carlo localizó la mansión de Anthoaneth en Lombardía y no hay rastro de nadie, la casa solo tiene centinelas a unos cuantos metros.

La culpabilidad me carcome por haberla dejado ayer, por no haberme quedado con ella. Si tan sólo hubiese yo esperado unos minutos... Quizá nada le habría pasado.

Le doy una fuerte calada a mi tabaco, es el octavo que llevo. Busqué la manera cuando nos quedamos sin Julieta, busqué la manera cuando a Júpiter le dispararon, busqué la manera cuando supe que ajuro debíamos destruir al ICF por Logan, pero ahora, no sé como actuar. Tengo mis brazos a los costados, de pié frente a la terraza de la habitación de Catalina, por primera vez en mi vida, no sé como tomar las riendas del asunto.

Elevamos drones, enviamos detectives a los sitios donde ella frecuenta, contratamos a espías y sicarios para que se esparsan por toda Italia. Pero no hemos encontrado nada. Nada.

Pero no pienso quedarme de brazos cruzados, Amelia tiene que aparecer, así corran mares de sangre en el acto.

Catalina posa su mano en mi hombro y me ofrece un plato con comida.

—Natasha, no has comido nada —me mira, intentando estar serena, pero aquí nadie lo está—. Al menos intenta comer.

—¡¿Cómo quieres, ostia?! —las lágrimas empapan mi rostro—. ¿Cómo quieres que coma cuando el amor de mi vida debe estar pasando sed y hambre? —la voz se me quiebra.

—Ten paciencia, ya supieramos si algo malo le hubiese pasad...

—Durante años hemos asesinado a los peores criminales en minutos —hablo sin mirarla, dándole otra calada al tabaco—. ¿En serio quieres que tenga fé de que nada haya pasado en casi veinte horas? —suelto una sonrisa amarga e irónica.

La miro arrancarse una cadena del cuello por el rabillo del ojo, la besa y la deja frente a mí, sobre el balcón.

—Nada malo me ha pasado mientras la tuve puesta —me dice—. Es la virgen de Guadalupe, sé que no crees en nada de eso, pero al menos intentalo.

Me da un leve apretón en el hombro y se va.

Siento que me están matando en vida, ni lo que pasé de pequeña me había jodido tanto como esta situación. ¿Qué hice para merecer esto? ¿Acaso la maldad es lo que debe reinar siempre y estoy perdiendo mi tiempo? ¿Por qué se meten con ella? ¡Jodida mierda, mi hermana no tiene nada que ver en esto!

Victorino tampoco y Júpiter lo raptó aún así.

Si Julieta no se hubiese dejado llevar por su sed de venganza, nada de esta porquería estaría ocurriendo.

¡Maldita sea! Estoy intentando buscar culpables cuando yo soy la única culpable de todo esto.

Gritos de dolor alcanzan a ser audibles hasta aquí, apago el tabaco en el cenicero y bajo a la sala para ver que pasa.

Me detengo abruptamente a mitad de las escaleras, una mala sensación me toma, sintiendo un horrible escalofrío a lo largo de la espina dorsal. La escena que estoy presenciando, me hace llorar sin siquiera saber qué pasa.

Belial.

Belial está de rodillas con una caja de metal frente a él. Gritos desgarradores abandonan su garganta mientras las lágrimas mueren en su mentón. Zahori permanece unos pasos detrás suyo, con los brazos a los costados y una mirada como de arrepentimiento.

Catalina aparece por detrás de Zahori y yo termino de bajar las escaleras para llegar a donde Belial yace. Zahori tiene el impulso de detenerme, pero Catalina se lo impide cuando la hala de un brazo.

Y supe que me jodí de verdad cuando vi el contenido de la caja. Cubro mi boca para evitar pronunciar las palabras que me niego a escuchar, y tampoco quiero que para mis oídos sea audible mi propio timbre de voz.

El mundo se me vuelve insonoro, de pronto dejo de oír el sufrimiento del brasileño, las palabras de Zahori cuando se acerca, es como si me hubiesen arrancado el sentido de la audición. Y la única pregunta que hace presencia en mi mente es: ¿Cómo no me di cuenta?

Flashbacks me calan el cuerpo como una fuerte ráfaga de viento, y duelen como la mierda.

"-¿Moda para embarazadas?

Oh, debió colarse entre las otras"

" —Andais como gorda.

¡Oye! No es mi culpa que Graham no haya dejado de consentirme con pizzas"

"—Me levanté muy rápido de la cama"

Siento como todo se me viene encima, me están matando y aún así no entiendo cómo coño estoy respirando. ¿Por qué me ocultaste algo tan importante, hermanita? Me cuesta respirar. Volver a ver el pequeño feto dentro de esa caja me hace lanzar un grito que hace arder mi garganta. Ahora sí me derrotaron. Me han dado donde más me jode. Me han hecho conocer la verdadera derrota.

—¡CONSIGAN A ESA HIJA DE PUTA Y TRAIGANLA DE UNA MALDITA VEZ! —Ese grito por parte de Belial sí pude oírlo.

—¡Tú! —lo empujo —¡Tú lo sabías! ¡Me lo ocultaste! ¡Me lo ocultasteis!

Con el rostro bañado de puras lágrimas me contesta:

—No lo sabía, te lo juro.

Y la rabia que me tomó por ese momento, mermó un poco. Le creí, porque pude ver la verdad reflejada en su mirada de dolor y en su verdadero enamoramiento.

Y lo abracé. Lo abracé porque a pesar de su torpeza, su amor es sincero. Lo abracé porque él me hacía feliz al hacerla feliz a ella. Lo abracé porque es lo que siempre quize para mi hermana. Y lo abracé... Porque apenas nos enteramos de que existía el segundo amor de nuestra vida y lo habíamos perdido.


Catalina.

Julieta se equivocó al actuar sin cabeza fría, pero ahora comprendo por qué tanto odio hacia la italiana. Nunca juzgué su sed de venganza, realmente su muerte me dolió, pero tuve que callar mis lamentos porque en la DHV no hay que demostrar dolor. Además, eso no la regesaría.

Julieta, fuiste una excelente compañera a pesar de los desacuerdos.

Me obstina saber que la muerte de Julieta fue en vano porque la mafia italiana sigue jodiendo, y me hierve la sangre el que se hayan llevado a Amelia.

Ver a Natasha destruída de tal manera es algo que me jode, porque el dolor de haber dejado a Logan, no es nada comparado con este. Y a Graham... Ambos son mis amigos, y Amelia me cae de lo mejor.

Me adentro a la oficina de Júpiter (que es de Carlo por los momentos), y llamo su atención al carraspear mi garganta.

No llevo ni un día entero siendo quien está al mando y ya estoy obstinada de todo, esto de dirigir no se me da, le dejo ese puesto mil veces a Natasha.

—Necesito que te devuelvas a trabajar a la OCC —le digo a Carlo—. Es que obvio viste lo que acaba de pasar en la sala y... —lo que estoy por decir, me jode de cierta forma—. Conociendo a Anthoaneth, hay más de donde vino —hago acopio de mi fuerza para continuar con mi órden—. Esa caja fue solo el comienzo de nuestro tormento. Supongo que está demás decir lo que necesito que hagas allá en la OCC.

—Lo tengo claro —asiente y apaga todos los monitores.

—No nos atacaran mientras la tengan a ella, y si no hemos encontrado absolutamente nada con todo lo que hemos intentado, ya no lo haremos. Lo mejor es esperar a... —exhalo —Que vuelvan a mandar algo. Así que regresa allá y nos mantienes informadas a Zahori y a mí.

—Como ordenes.



Danger high voltageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora