VI

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Pasiones clandestinas

Inglaterra.

Catalina.

Dejo que unos guardias me escolten a la entrada de la sofisticada mansión. No sé qué habría hecho si Logan me negaba el permiso de entregar los paquetes de perico. Siento que no soporto otro minuto más sin ver a mi amante.

La conocí en el Choegoui him del año pasado, ella me sedujo y yo caí en su juego. Desde entonces tenemos encuentros cada vez que puedo escaparme de la supervisión de los de la DHV, mi cabeza rodaría si alguno se llegase a enterar.

Parece que la clave de mis pasiones está en asistir a todos los Choegoui him. Sólo espero que esta vez dure más de lo que duró Virgo.

Me desespero cuando nos dentramos al pasillo de las habitaciones, me siento como una colegiala cuando va a encontrarse con su novio mayor de edad en la salida, ansiosa a que suene la campana para ser la primera en abandonar el aula.

Todo en este lugar es tan pulcro que hasta el suelo suena aunque lo pises con el mayor sigilo, también puedes ver tu reflejo en él de lo limpio que está. Los candelabros iluminan el lugar sin permitir que el más recóndito rincón carezca de un rayo de luz. Las paredes están tapizadas con un papel blanco de pequeños puntos color crema. Hay mesas negras a un lado de cada puerta con un jarrón de porcelana y flores de lavanda dentro de ellos.

Por dentro todo luce como una casa de muñecas, se siente como estar en un palacio.

Los guardias lucen como cascanueces con sus perfectos uniformes blancos y largos sombreros del mismo color. Inglaterra no pierde su elegancia por más que pasen los años.

Les agradezco por su compañía con un asentimiento de mi cabeza y atravieso la puerta sin más tiempo que perder, lanzandome en la cama de mi amante apenas la veo.

Estar con ella es tan peligroso como nadar con tiburones, pero la adrenalina que se esparce por mi piel no se compara con nada. Mi muerte va segura si Natasha o alguien más se entera de estos encuentros, pero de algo hay que morir... Por eso nunca he dejado de hacerme llamar La Masoquista.

Carlo me dejó en Inglaterra apenas partimos del sitio donde supuestamente encontraríamos a Sekhmet. Estoy molesta desde entonces y la emoción de ver a mi amante se mezcló con molestia.

Sus ojos magenta me observan con deseo mientras suspira. Quizás sus orbes fueron lo que me cautivaron apenas se acercó a mí, son tan claros que parecen que su alma portadora es tranquila, pero las apariencias engañan. La tranquilidad no está en el diccionario de esta mujer.

Es diminuta y delicada como una muñeca de porcelana, obvio que eso es sólo lo superficial. A Naomi Montenegro le gusta aparentar con su apariencia y su casa de muñecas de tamaño real lo que no puede ser ni en esta, ni en otra vida.

La última vez que nos vimos me contó que su sueño frustrado siempre fue ser una princesa, de esas que tienen centenares de vestidos y que tienen que ser delicadas como el pétalo de una flor, pero que crecer en un mundo donde aprendías a disparar antes de a pronunciar tu nombre no le permitía hacer tal cosa.

Su sueño sigue siendo frustrado porque no es una princesa real, pero tiene tanto poder que el mundo le cumple su fetiche.

—I missed you —menciono con las manos en la espalda, bajando el cierre de mi Zahvlars.

Su celeste se fusiona con mi verde mientras se quita las zapatillas. Quedo en una simple tanga negra de hilo, ella se coloca de espaldas para que quite los nudos que atan su corset.

Sus calzones largos y abombados son lo único que falta por quitar cuando me deshago del armador. Me agarra la muñeca cuando tanteo el borde de sus calzones y me empuja a la cama, colocando sus rodillas a los costados de mis caderas.

Danger high voltageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora