XXVII

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Anthoaneth.

Bebo un sorbo de mi té verde mientras observo como Victorino le coloca un gorro de lana a su bien elaborado muñeco de nieve. Sonrío y lo saludo con la mano cuando me alza sus pulgares enguantados.

La nieve cae en copos diminutos. Las calles de Italia están iluminadas desde temprano para recibir la llegada de la noche buena con toda la luz posibles. La casa la adornó Dakota junto con las opiniones de Victorino.

Han pasado tres meses desde mi último enfrentamiento con la DHV, desde que asesiné a Jailev.

Bueno, estaba herido y no tardarían nada en encontrarlo. Jailev era de mente débil, no tardaría nada en soltar la lengua con ellos, y menos con sus métodos de tortura.

Mario me avisa que ya envolvieron los regalos de mi bambino y asiento.

—Hanno già il corpo? —inquiero.

«Hanno già il corpo?: ¿Ya tienen el cuerpo?»

—Si Mia signora.

Sonrío con malicia mientras le doy un último vistazo a Victorino y me centro en Mario.

—Mettilo nella bara e decoralo con nastri e carta da regalo. È il mio regalo per Natasha Videla —ordeno.

«Mettilo nella bara e decoralo con nastri e carta da regalo. È il mio regalo per Natasha Videla: Mételo en el ataúd y lo decoras con cintas y papel de regalo. Es mi presente para Natasha Videla»

Mi guardaespaldas asiente y yo me adentro a la casa a ver cómo van con los videos porno especiales para noche buena.



*

Natasha.

La cantidad de copos que caen del cielo equivale al número de lágrimas que descienden por mis mejillas.

Yo era una pobretona que apenas y podía comer dos veces al día, pero el rostro de Amelia nunca carecía de una sonrisa en navidad. Solía llevarla a la misa de navidad, mis oídos se deleitaban al oírla cantar los villancicos con su gorrito de lana y los ojos brillosos por la alegría.

Y en mi mente aún recuerdo su voz perfectamente y sigue sacándome una sonrisa, cargada de melancolía, pero la saca.

Suficiente tenía con que la llevara en el día a la biblioteca para leer los libros infantiles de navidad, o que en la noche salieramos a escondidas para ver Mi pobre angelito o El Grinch desde las ventanas de las casas vecinas.

Yo era feliz sin nada de lo material, porque la tenía a ella. Hoy tengo lujos, dinero y poder, pero siento que no tengo nada por su ausencia. Es como haber caído en una fosa donde por más que salto y salto, no logro alcanzar las escaleras para salir.

Belial está en casa junto a Helenna, insistió en quedarse conmigo, pero le pedí que fuera con ella. A diferencia de mí, Helenna sí amó a Amelia desde el principio.

Y yo que la amé sin conocerla, ¡Dios! Lucía tan diminuta entre mis brazos cuando la cargué por primera vez. Y siempre la seguiré viendo así de pequeña.

Recuerdo la única navidad donde pude darle un regalo... Ella tenía nueve años, le obsequié una muñeca con varios vestidos. A cada rato la veía vestir a la muñeca cantaba.

En la navidad del año pasado, le regalé su auto. Ya tenía una motocicleta que se compró ella misma hace varios años, pero el auto la hizo saltar con una alegría inefable. Ese mismo diciembre me obsequió un relicario de bronce en forma de corazón, afuera dice "I love you" y adentro una foto suya de cuando se graduó de la universidad.

Danger high voltageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora