Natasha

Aplasto lo poco que queda de mi puro en el cenicero y comienzo a encenderme otro con mi vista centrada en la llama del encendedor.

—Ya llevas como seis, bájale, ¿No? —reclama Logan, pasando su mano por la piel desnuda de mi espalda. Me besa el hombro cuando le doy una mala mirada—. Estoy celoso de que toda la mañana te hayas estado llevando tabacos a la boca y a mí ni un beso.

Lo ignoro y me remuevo sobre sus piernas, sigo expulsando los nubarrones de humo hasta que llega Atenea con su hijo y apago el tabaco para terminarlo más tarde.

—¿Cómo te ha ido? —pregunto al verla tristona.

—Su familia está devastada, les entregué el dinero y me vine de una vez. No fui ni capaz de quedarme al funeral —cuenta, meciendo al niño con una pierna—. Es la peor misión que me has puesto, Natasha.

—Y ni siquiera era una misión, sino un mandado— comenta Carlo, llegando a la sala, se dirige a mí—. Pasado mañana es el choegoui him.

—Perdón, Patrona, pero yo no quiero ir —se adelantó a decir Zahori.

—No, no vas. Sólo me llevaré a Logan y a Belial —cruzo las piernas.

Y hablando del rey de Roma.

—Somos doblemente millonarios —Graham aparece en la sala, dejando dos costales de euros en el piso—. Hasta he tenido que tomar coca de la reserva, vendí toneladas.

—¿A quienes, pues? —cuestiona Logan.

—¡A los jodidos canadienses! —exclama orgulloso, besando los labios de la mexicana y quitandole al bebé.

—¿Seguro que no te lo metiste, periquero? —Carlo se cruza de brazos, burlón.

—Que te den —Belial lo mira mal—. No consumo nada ilícito desde que supe que mi mujer estaba embarazada.

—Ajá, bueno —interrumpo la ridícula discusión—. ¿Cómo es que habeis podido vender tanta merca?

—Al de la mafia americana le gusta que le acaricien el ego —se alza de hombros—, y al parecer aquello trae buenas consecuencias.

Hablo para la morena al notar que no trae buena cara.

—En esta vida hay que matar o te matan a ti —emito—. No importa la experiencia. No importa en cariño. No importa la puñetera amistad. La traición es algo más peligroso que una puta navaja contra el cuello.

Ella se levanta de inmediato.

—Permiso —dice, y se va a encerrar en su cuarto.

—Belial, el choegoui him es en dos días, ¿Ya habeis escogido vuestra vestimenta? —inquiero, pasando el brazo por la nuca de mi marido.

—No.

—Pues compra un elegante traje con el material más fino y tinto que encontreis, si no consigo ser Bohër, al menos seré quien más destaque en la celebración.

—Sí, patrona.

Se va con la excusa de que le dará un baño al chaval, Carlo se va a la sala de monitores y yo vuelvo a encender el tabaco bajo la mala mirada de Logan que me paso por alto.

*

Sekhmet.


Entierro el clavo en el labio inferior de la maldita mujer que tengo por víctima y doy por terminado el juego de las ruletas por hoy. Es la dueña de uno de los prostíbulos infantiles de Anthoaneth.

Subo las escaleras y me lavo las manos en el fregadero de la cocina, me estoy las estoy secando con un trapo cuando Culebra llega de la calle.

—¿Me compraste mi pan de queso? —le pregunto cuando deja las bolsas de papel sobre la encimera.

—Ajá —me responde a secas.

—¿Y mi desinfectante de canela? —rebusco y arrugo las cejas cuando nada más veo comida—. ¡Culebra! —chillo —¡El olor a sangre siempre le queda al sótano!

—Entonces limpia con cloro —se tira en el mueble grande.

—No, porque el desinfectante de canela también es fuerte, y además huele bien sabroso —me cruzo de brazos cuando veo que me ignora—. Anthoaneth me ha invitado al choegoui him.

—Que pena —murmura, viendo su celular.

—Mtch —emito—. Ya he escogido el vestido.

Corro a mi habitación y lo saco del closet para regresar a la sala y mostrárselo.

—¿A que es bello?

—Será bello para que Aries te despelleje con un cortauñas si llegas a ir.

—¿Ah? —inquiero sin comprender.

Él volca los ojos y deja el celular a un lado para mirarme de arriba abajo.

—¿Se te olvidó que es el mismo día del secuestro de Belial y Ninazu? No sé qué te pasa últimamente —niega en desaprobación.

—¡Joder, que es cierto! —me llevo la mano a la frente— Ay no.

—Ay sí —levanta una ceja—. Ve analizando otra vez el mapa del túnel, que yo me encargo de los perímetros.

—Que ladilla, mano —lanzo el vestido en el sofá individual y le meto un mordisco al pan de queso que saco de la bolsa—. Pero sí, haré eso, no quiero una cagada como la de la última vez —ruedo los ojos al ver que no me presta atención—. ¡Voy a terminar de estudiar el mapa! —le grito para que sea imposible no oírme—. ¡Tú encargate de llenar el combustible de la avioneta!





Danger high voltageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora