XIX

20 6 9
                                    

Mi pequeña.

Natasha.

—¿Puedo saber qué es lo que te tiene tan risueña desde que llegamos de Madrid? —me pregunta Logan cuando suelto una risilla por un motivo que sólo yo conozco.

Sonriendo, coloco las manos detrás de su nuca y le doy un beso apasionado que lo deja con ganas de más al separarnos.

—La gente igualada —le contesto, acariciando su barbilla—. Debo admitir que Anthoaneth es la mujer con más poder en este mundo, aún así no quiso matarme porque conoce las consecuencias de ello —me muerdo el labio inferior con todos mis dientes delanteros superiores—, y Anessa cree que con ofrecer una ridícula jerarquía y unos cuantos terrenitos me va a tener a sus piés —me río, otra vez.

—Igualada eres tú —se cruza de brazos, burlón —que te vanaglorias porque supuestamente porque Anthoaneth siendo la reina del mundo no ha podido matarte, pero no eres capaz de contar que te quitó a lo que más querías y lo dañó tanto que logró envenenar el corazón de dos hermanas. ¿Estás segura de que Anessa es la única igualada?

Saco a la niña de mi cintura y le pego el cañón frío a un costado del cuello.

—Cierra la maldita boca, Logan.

—Mátame —pronuncia con un notable desinterés—. Suelta la bala, anda. No es mucho lo que tienes que hacer para dejarme tirado como un perro, la Glock no tiene seguro.

»No te gusta la verdad y por eso amenazas en matar a todo aquel que te la dice. Mátame, todo está a tu favor. Quedarías viuda y con toda mi fortuna, tengo tantas cifras en mi cuenta bancaria como gotas de agua en este océano. Mátame, anda, cierrale la boca al único capaz de decirte la verdad, la misma boca que te recuerda a diario lo mucho que te ama. Disparame pues.

Lanzo la pistola a la arena y le encajo un puñetazo que le hace sangrar la boca.

—Esa supuesta jeta sincera, esa que te sangra es la misma que dice la verdad cuando le conviene. Maldito —escupo. Voy por la Glock y vuelvo a guardarla en mi cintura.

Él me pega a su cuerpo con tanta fuerza que me aprisiona, empieza a succionar mi cuello, sus manos aprietan mis nalgas con vehemencia. Logro empujarlo, viendolo con odio.

—Que sea tu marido no me quita el derecho de decirte lo que pienso sin maquillar detalles con palabras bonitas —se recuesta del helicóptero como si nada.

Me acerco a él y alzo mi mano para estamparla contra su rostro, pero la agarra en el aire y me hala de nuevo hacia él.

—Ya que hoy me dio por ser sincero... —acerca su rostro al mío, su respiración rozando mi quitada y sus labios a escasos milímetros de mi oreja—. Mi excitación llega a un extremo peligroso cuando me dominas, cuando actuas con violencia. Busco sacarte de tus casillas para que me enciendas más el fuego de mi deseo por deterte debajo de mí. Te quiero hacer de todo cada vez que me insultas, y sobre todo cuando me echas en cara que sin ti no soy nada —me muerde el lóbulo de la oreja, me besa la esquina de la frente y se nos separa.

—Aquí tampoco hay ni un alma —avisa Carlo, llegando hacia nosotros.

—¿Qué es eso? —inquiere Zahori detrás de él, señalando un punto en el cielo.

Todos volteamos, encontrándonos con un dron a unos treinta metros sobre nosotros. El aparato robótico empieza a rodear la isla.

—¡Maldita sea! —vocifera Zahori—. Han sacado la misma conclusión que nosotros, tenemos que encontralos primero que ellos. Quítense —nos aparta a Logan y a mí de un manotazo y se sube al piloto—. ¡A darle que es mole de olla! Eh.

Como entiendo el peligro del asunto, me subo al copiloto sin insultarla ni nada, pues comparto el mismo desespero.

En cinco minutos llegamos a otra isla, con la orilla repleta de ramas y frutos secos. Me uno a la búsqueda junto a Zahori y Carlo mientras dejo a Logan a cargo del helicóptero. No no me he ni quitado la ropa que usé para la reunión que convocó Anessa, Logan también sigue con su traje.

Atravesamos una gran cantidad de árboles, las ramas secas crugen bajo nuestros piés, los ruidos que emiten los animales a nuestro alrededor inundan nuestros oídos. Buscamos sin emitir palabra alguna. Ordené que sigueramos con la búsqueda apenas pisé la casa en Somalia.

—Busquemos al otro extremo —propone Carlo cuando atravesamos una parte y encontramos otra playa.

—Vamos —concedo.

Maldita sea, me niego a tener que pensar lo peor. Hemos buscado en más de veinte islas en menos de cuarenta y ocho horas, pero... Logan dijo que Christian la entrenó bien, que Anthoaneth la enseñó cosas extras y que él mismo la educó con tácticas adicionales, que también le dio varias claves de supervivencia a la hora de cazar animales para comer y construir refugios. Mi pequeña está bien. Tiene que estar bien.

Podrán haberle quitado un hijo, pudo convertirse en alguien distinto física y psicológicamente, puede tener una mente más retorcida que la mía, incluso sé que a lo largo de los años ha adaptado un carácter más hijo de puta que el mío. Pero ella nunca, NUNCA dejará de ser mi pequeña. Los recuerdos del pasado vencen todas las confesiones que me ha dirigido Logan.

No me importa que sea una asesina, me centro más en las veces que la vestía mientras ella se secaba el cabello. Las tardes jugando al té le ganan mil veces a los rumores de sus famosas ruletas que se cuentan por todo el mundo. El amor que siento por mi hermana es muchísimo más grande que el odio que siento hacia la reina italiana.

Sigo caminando, pensando en que si allá arriba está ese Dios del que todos hablan, esta es la oportunidad de que me haga creer. Miro hacia todas partes mientras recuerdo la felicidad latente en mi pecho al ver su sonrisa con dientes flojos cuando lograba juntar dinero para prepararle sus comidas favoritas.

No sé cómo explicar lo que siento al saber que mi hermana en realidad no está muerta, pero que está desaparecida. Y lo que me da esperanzas es creer que ese beso que me dio no simboliza la traición de Judas, sino algo más... Algo más allá. Algo me dice que en realidad quiso darme un abrazo y llorar junto a mí, pero tuvo que dispararme para disimularlo.

—Esta también está vacía —dice Zahori con un tono cansado.

Soy testigo de que su hijo se levanta a mitad de las noches, anhelando el calor de los brazos de su papá. A veces hasta la ayudo a calmarlo, por unos minutos me olvido de que los niños pequeños no me gustan, que para mí significa que un nuevo humano ha llegado al verdadero infierno que es este mundo.

Pero también soy testigo de que Graham jamás a podido olvidar al amor de nuestras vidas, y aunque no lo diga en voz alta, sé que está sufriendo donde quiera que esté porque ella sigue viva y él construyó su vida con otra persona. Que tiene casi todo lo que una vez quiso, pero no con ella.

Yo también pasé fechas encerradas en una habitación durante todos estos años. Sobre todo en los cumpleaños de mi hermana, porque en ninguno faltaba que yo le regalase una torta de maní y crema chantellé, su favorita. Seis años compré ese pastel en específico y le cantaba cumpleaños a su recuerdo, soplaba las velas que compraba con la edad que debía estar cumpliendo. A veces me alegra pensar que no le canté cumpleaños a una difunta, sino a su simple ausencia.

Buscamos en seis islas más, obteniendo los mismos resultados que las veces anteriores: Nada.

De regreso a casa, me siento sobre las piernas de Logan y decanso la cabeza en el hueco de su cuello con nuestras manos entrelazadas. Pidiendo internamente a alguna virgen o demonio que mi pequeña esté con vida, y que pueda encontrarla pronto.





Danger high voltageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora