🔹Atwood Moore🔹

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— Disculpe

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— Disculpe... — dije yo anunciando mi llegada con un hilo de voz poco audible.

El hombre tras el escritorio, el señor Foster, era el prefecto de la preparatoria y quien por lo general estaba a cargo de aquel salón de chicos alborotados que quebrantaban las normas del colegio. Levantó la mirada con pesadumbre cuando notó mi presencia en el aula y luego examinó unas hojas que tenía sobre su escritorio.

— Maddison White — leyó sobre ellos con las gafas sobre la punta de su nariz —. Toma asiento, Maddison.

Y después de decir aquello se enfrascó nuevamente en lo que había estado antes de mi llegada, una revista sobre deportes bastante maltratada que sostenía entre sus nudosas manos.
Lo miré por un momento en silencio pensando que me diría algo más, que me metería una reprimenda por haber ido a caer ahí, pero no. Tal parecía que al prefecto le importaba muy poco la razón por la que los alumnos pasaban horas después de clases en aquel salón de tan mala fama, y a lo que a mí me pareció, el hombre solo quería cumplir con sus horas de trabajo asignadas para luego irse a casa y recibir una paga por ello.

Me encaminé hasta una banca desocupada casi en el centro del aula y me senté en silencio a observar aquel sitio en el que me encontraba. El salón no tenía nada distinto a los otros de la escuela, era lo suficientemente grande como para que cupieran unas treinta bancas, de las cuales solo seis estaban ocupadas –contándome a mí-, había un escritorio al frente y tras él un pizarrón verde que cubría gran parte de la pared, una ventana que daba a la calle y el patio delantero, y un mueble archivero a un lado del escritor del señor Foster.

Los alumnos que estaban entonces en el aula parecían no conocerse, todos estaban dispersos haciendo una enorme distancia entre los demás; algunos se encontraban enfrascados en las pantallas de sus celulares, otros garabateaban sobre el cuaderno distraídamente o simplemente observaban a la nada con la mirada perdida. Escuché a mis espaldas un ruido leve del arrastrar de un banco sobre el suelo seguido de unos pasos, pero no me volví hasta que alguien habló a mis espaldas.

— ¿Eres nueva?

Me giré sobre mi asiento lo más que pude para ver de quién se trataba, y me encontré con aquel chico que me había ayudado a sacar el jugo que se había quedado atascado en la máquina durante el almuerzo.
El muchacho había ido a parar hasta el banco que estaba justo detrás del mío y me miraba con la misma media sonrisa que me dedicó hasta hace unas horas atrás.

— No, siempre he estudiado aquí. — respondí mirándolo con el ceño un poco fruncido.

— No — exclamó este soltando una risa que se escuchó en todo el salón por el silencio que lo reinaba —. Hablo de aquí... del salón de detención.

— Ah, sí...

Mi semblante se relajó en cuanto dijo aquello y me sentí un poco tonta, pero él no parecía haberse molestado en lo más mínimo por mi respuesta.

Un favor para Nathan 	[COMPLETA ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora