🔹Besos y velocidad🔹

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Correspondí al beso del muchacho en cuanto los labios de éste estuvieron en contacto con los míos

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Correspondí al beso del muchacho en cuanto los labios de éste estuvieron en contacto con los míos. Ati podía ser la imagen de un chico rebelde, misterioso y problemático, pero sus labios eran cálidos y su beso me resultó el gesto más significativo que podría haberme mostrado. Transmitía para mí todo aquello que probablemente sentía y no me había dicho con palabras.

Sentía el corazón latiendo tan fuerte contra mi pecho y el cuerpo tan ligero que estaba segura que en cualquier instante saldría flotando por el gimnasio como un globo delgado de cabello largo y liso.

Una de mis manos fue lentamente hasta su hombro, mientras que él mantenía la suya en mi rostro, y ante mi tacto reaccionó. Deseé no haberlo hecho, pues Ati se separó de mí al instante con gesto confundido y la respiración agitada.

— Lo siento. — dijo en voz baja con la vista en un punto lejano en las gradas bajo nuestros pies.

Se puso en pie con prisa y comenzó a subir las bancas escalonadas de madera produciendo un eco sordo que se expandía en todo lo largo y ancho del lugar en el que nos encontrábamos. Yo lo seguí con la mirada, ahí sentada aún en mi sitio sin aliento ni palabras.

— Yo sé que tienes novio... — exclamó llegando hasta el último nivel de estas.

El muchacho miraba hacia el exterior por unos largos ventanales apostados a lo alto de las largas paredes del gimnasio, desde los cuales se podía ver los terrenos que bordeaban el edificio escolar.

Me puse en pie algo vacilante, pero después de unos segundos de pensarlo comencé a subir también con un poco más de dificultad por lo corto de mis piernas. Llegué hasta él y me di cuenta de que desde ahí se miraba al equipo jugando en el campo de futboll.

— No debí hacerlo, lo siento. — comentó en voz baja al ver de reojo que estaba a su lado.

— No te disculpes — dije yo sintiendo un hueco en el estómago —. Yo también te he besado.

Ati desvió la mirada hacia mí y me dedicó una media sonrisa mezclada con una leve melancolía.

Allá, en los terrenos del colegio, más de una docena de muchachos fornidos vestidos con uniformes negros y rojos corrían por el campo, mientras el sol comenzaba a ocultarse tras las copas de los árboles lejanos y el cielo se teñía un poco de rojizo con el atardecer.

El silencio que entonces se extendió a nuestros alrededor fue, más que incómodo, un tanto extraño. Triste quizá por el hecho de que no podía corresponder al muchacho por mi supuesto noviazgo, y a la vez satisfactorio porque sabía que él sentía algo por mí. Y luego me perdí observando sin mirar a la vez el exterior, con la vista fija en aquellos chicos que entrenaban a unos cien metros de donde nos hallábamos, pero con la mente y el corazón en el chico que se encontraba a mi lado en aquel instante, recordando los momentos que hasta entonces habíamos pasado juntos.

Un favor para Nathan 	[COMPLETA ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora