🔹Los raros🔹

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El desastre en el laboratorio y el castigo en la sala de detención había quedado casi en el olvido

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El desastre en el laboratorio y el castigo en la sala de detención había quedado casi en el olvido. Para aquella mañana lo recordaba como un gracioso accidente que no había pasado a mayores y que gracias a Nathan, mi mamá no se había enterado.

Me encontraba frente en mi casillero abierto, tomando algunos libros que usaría para las primeras horas de clases; había decidido llevarlos conmigo para no tener que ir entre hora y hora arriesgando a que se me hiciera tarde para ingresar al salón.

Estaba tan enfrascada en lo mío, tarareando distraídamente las notas de una canción al azar, que jamás me di cuenta que alguien estaba a mi lado hasta que cerré el pequeño cubículo y quedó al descubierto por completo, y notando que estaba a poco más de dos palmos de mí.

— ¿Esa es una canción de Metallica? — preguntó de pronto haciendo que el corazón casi se me saliera del pecho.

— ¡Santo Dios! — grité con los latidos a mil por hora —. ¿Pretendes matarme de un paro cardiaco?

El muchacho soltó una risotada nada discreta y se apoyó contra el mueble metálico, produciendo un ruido algo sordo cuando su hombro chocó contra ellos. Se tomó su tiempo en reírse del susto que me había provocado, mientras yo lo miraba fijamente mecerse un poco hacia los lados por las contracciones que le provocaba su risa de foca epiléptica.

— Lo siento, no era mi intensión — dijo Ati recobrándose un poco y tratando de tomar algo de aire —. ¿Nos vemos en detención?

— Debes estar de broma, ¿cierto? — exclamé mirándolo con una ceja arqueada.

Lo miré por un momento jurando que no estaba diciendo aquello en serio, pero él jamás volvió a mostrar aquella sonrisa o algún indicio de que su comentario se tratara de una especie de chiste o comentario sarcástico.

Aquel chico de verdad era extraño, él y su humor eran muy distintos a los que había conocido en otros muchachos del colegio, parecía divertirle el hecho de ser atrapado en sus fechorías junto a sus amigos y no le molestaba el que lo culparan de bromas en las que no era el autor.

— En la próxima detención podrías compartir algunos de esos gustos en música — continuó como si no hubiera escuchado lo que dije —. Parece que tienes buen oído.

— Sí, bueno...

Pero no terminé de decir lo que sea que estaba pretendiendo exteriorizar, pues lo que ocurrió enseguida me dejó sin habla al instante; todo pasó tan rápido, similar a un tornado arrasando con un pequeño poblado. Una muchacha de largo y brillante cabello castaño se abalanzó sobre mí con las manos de largas uñas por delante de ella en un intento de llegar a mí y sacarme los ojos con sus garras.

Mis reflejos hicieron que me echara hacia atrás y entonces choqué con fuerza contra mi casillero, produciendo un estruendoso ruido que alertó a todos los que andaban por el pasillo despreocupadamente. Al instante el cuerpo de Ati se interpuso en el camino de la muchacha cubriendo el mío e interviniendo para que no llegara hasta mí.

Un favor para Nathan 	[COMPLETA ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora