🔹En charola de plata🔹

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Llegué al hospital al cabo de lo que me pareció una eternidad, con las piernas temblando, las mejillas enrojecidas y lágrimas frías a causa del tiempo resbalando por mi rostro

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Llegué al hospital al cabo de lo que me pareció una eternidad, con las piernas temblando, las mejillas enrojecidas y lágrimas frías a causa del tiempo resbalando por mi rostro.
Entré en el lugar sintiéndome momentáneamente desorientada, respirando con dificultad y mirando en todas direcciones, como si esperara a que enseguida llegaran a mí las miles de respuestas a las preguntas que se formulaban en mí cabeza, que se amontonaban y se hacían nudo con furia.

— ¿Dónde...? — pregunté sin poder terminar la pregunta.

Una joven enfermera vestida con uniforme color verde claro pasó frente a mí, inmersa en las hojas que llevaba prensadas sobre el sujetapapeles.

— Estoy buscando a...

Un hombre alto con bata increíblemente blanca cruzó como rayo sin mirarme, y yo volví a quedarme con las palabras oscilando de mis resecos labios.

— ¿Puedo ayudarte en algo?

Me volví de inmediato y me topé con otro hombre, este, a diferencia del que me había ignorado, llevaba un uniforme de enfermero color verde, era regordete, bonachón y tenía una nariz recta y puntiaguda que lo hacía lucir como un enorme ratón con anteojos.

— Estoy buscando a Nathan Reed. — balbucee empujando las palabras de mi oprimida garganta.
— Nathan... — susurró éste checando en el sujetapapeles que también llevaba consigo.

Pude percibir un gafete sobre su ropa impecable, en él aparecía una foto que al parecer era reciente sobre el nombre Damián Cárter.

— Acaba de ingresar...
— Maddison. — me llamó alguien de pronto interrumpiendo.

Esa voz regresó a mi cuerpo un poco de la esperanza que se había perdido cuando vi a mi mejor amigo subir a la ambulancia en aquella camilla. Me giré casi provocándome daño en el cuello y fui hasta la mujer, dejando al pobre hombre ahí parado a mitad de la búsqueda.

— ¿Cómo está Nathan, señora Reed? Iba a su casa cuando vi todo y... ¡Oh, Dios mío! Dígame que está bien, por favor...
— Él se encuentra ya mejor, Maddi — me interrumpió ella colocando ambas manos sobre mis hombros en un intento de tranquilizarme —. Respira.

Tomé una larga bocanada de aire impregnado de aquel aroma típico entre alcohol y desinfectante de ese sitio y cerré los ojos por un momento, sintiendo como el corazón no dejaba de latirme con violencia.

— Ha tenido una sobredosis, pero gracias al cielo lo hemos encontrado antes de que todo terminara en tragedia. — explicó ella.

La madre de Nate se veía tan tranquila que me causaba una enorme impresión. Su hijo había estado a punto de morir y ella se tomaba todo aquello como una simple contractura por una caída en sus habituales prácticas escolares.
Miré con recelo a la mujer, que me dedicó una pacífica sonrisa y acarició mi cabello con una dulzura bastante falsa.

Un favor para Nathan 	[COMPLETA ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora