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Sana llegó a la puerta del departamento de Momo y comenzó a sentirse extraña. Se sentía como si ya hubiese estado ahí antes, pero no tenía ningún recuerdo de ella en este lugar. Golpeó la puerta dos veces y se abrió. Momo llevaba puesto un delantal de cocina que hizo que el corazón de la estudiante de medicina comenzara a sentirse cálido.

-Hola.

-Woow, te ves guapa.

-No te burles, lamento el desastre, adelante – Sana entró al lugar y observó todo a su alrededor. Lo primero que notó, era que Momo tenía un gran concepto del diseño, los cuadros que adornaban la entrada de su departamento no eran comunes, no entendía porque había tanta referencia del cielo y el infierno en este lugar - ¿Qué ocurre?

-Nada, sólo veía el diseño de tu casa, es peculiar, pero me agrada.

-Me alegra oír eso.

-¿Qué cocinaste?

-Pasta.

-¿La hiciste tú?

-Sí.

-Sorprendente – Sana se sacó la chaqueta de cuero negra y quedó frente a Momo sólo con sus jeans ajustados y su remera blanca ceñida al cuerpo que dejaba a la vista su abdomen plano, Momo estaba a sus pies en esos momentos - ¿Qué ocurre? – la bestia no sabía cómo entablar una conversación con Sana, ¿Cómo se supone que debe contarle toda la verdad?, ¿Qué tanto tiene que contar?

-Creo que esta podría ser la última vez que podamos pasar un buen rato entre las dos, así que antes de hablar prefiero que comamos.

-Me estas asustando.

-Lo siento, no quiero asustarte – Sana notaba algo raro en Momo, no la veía alterada y furiosa cómo siempre, pero si se notaba que trataba de contener todo lo que estaba sintiendo en este momento, así que trataría de hacerle las cosas fáciles.

-Comamos, muero de hambre – mintió la chica de cabello rosado.

Mientras comían la pasta con salsa de mariscos que Momo había preparado para ambas y acompañada de vino blanco, Sana no dejaba de preguntarse que era lo que pasaba, no se sentía bien estar juntas – Momo... - la bestia levantó la cabeza.

-Me he dado cuenta de que no te conozco mucho – las palabras de la bailarina dejaron en silencio a Sana - ¿Por qué no me cuentas algo de ti? – Sana sonrió.

-¿Qué quieres saber?

-Todo y nada – ambas sonrieron mutuamente.

-Bueno, por dónde empezar – Sana bebió de su copa de vino – mi padre dejó a mi madre cuando se embarazó de mí, mi madre tuvo un parto muy complicado y falleció en el acto. Se hizo cargo de mí la única hermana que tenía mi madre, esa tía no tenía hijos, así que éramos sólo las dos – Sana sonrió nuevamente mientras Momo pensaba que era la sonrisa más linda del mundo – mi tía falleció cuando yo tenía 12 años, tuve que entrar al sistema de orfanatos de Seúl, pero supe desde el primer día en que entré a un lugar de eso que no era para mí. Me escapé al segundo día y mi vida fue vivir en las calles, estuve varias semanas pensando en qué era lo que podía hacer para ganarme la vida y decidí a los 12 que lo mejor era, bueno, supongo que ya sabes – Sana se dio cuenta que Momo no la miraba con asco ni juzgándola, simplemente la escuchaba – a los 13 pude arrendar un cuarto, a los 16 arrendé un departamento que es en el que vivo hasta el día de hoy. Sé que podría estar viviendo en un lugar mejor, pero no me interesa. Prefiero ahorrar, uno nunca sabe lo que puede pasar.

-Eres una sobreviviente entonces.

-Sí, es una buena descripción. Te toca.

-Mina me contó que Nayeon le dije que te gustaba leer cosas raras.

Entre dos MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora