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La noche terminó siendo extrañamente tranquila. Sana no había vuelto a ver a Momo durante toda la noche, mientras que Nayeon trataba de fingir delante de Wendy porque se suponía que esta sería la noche que tanto habían esperado. La noche donde tendrían sexo, el sexo que la pelinegra venía esperando hace bastante tiempo.

Mientras transcurría la noche la gente comenzó a irse. Nayeon le pidió a Sana que no se acercara a Mina hoy, que esperara hasta mañana. Que posiblemente es parte de la seguridad de Taeyeon y que se juntaran a almorzar para conversar de esta noche tan peculiar.

La noche terminó con Sana acurrucada sobre el pecho de Taeyeon y escuchándola suspirar relajadamente cuando el sueño le ganó. Esta escena podría ser catalogada romántica, pero Sana no sentía ni un pelo de romanticismo en su cuerpo en estos momentos, lo único que quería era correr a hablar con Momo, pero sabía que no podía hacerlo. Necesitaba respetar a Taeyeon, después de todo, ella había decidido a la chica con la que estaba compartiendo cama en estos momentos.

Cuando amaneció, lo primero que sintió la abogada fue que la cabeza se le partía en dos. Le hubiese gustado echarle la culpa al alcohol, pero no había tomado lo suficiente para que le doliera la cabeza de la forma en la que lo hacía. Miró la hora en su celular y se dio cuenta que eran las 8:30 de la mañana. Se levantó de la cama sin hacer ruido para que Taeyeon siguiera durmiendo, se colocó una bata y se dirigió a la cocina. Sabía que nadie se despertaría hasta pasada las 12 de la tarde.

-¡Oh! – se le salió a Sana cuando vio a Momo en la cocina – pensé que no había nadie.

-Si quieres puedes hacer como si no existiera – la abogada dejó escapar una leve risa y sonrió, llamando la atención de Momo - ¿Qué es lo gracioso?

-Tu humor, eso es lo gracioso – Sana caminó hasta el refrigerado, sacó la leche, le colocó un poco de canela y la comenzó a hervir a fuego lento - ¿Te molesta que me prepare una leche? Me duele mucho la cabeza, siento que me va a explotar.

-No tomaste anoche.

-No, no lo... ¿Cómo sabes que no tomé? – Momo simplemente la miraba sin ninguna expresión en su rostro - ¿Tomarás desayuno?

-Sí, salí a correr, me duché y ahora tomaré desayuno.

-Supongo que eres una mujer matutina.

-Supongo que tú no.

-Lo soy, extrañamente lo soy.

-Ya veo – Momo comenzó a cortar el tocino, lo dejó un sartén con aceite y comenzó a preparase un café sin dejar de mirar la cuchara dentro de la taza - ¿Te gusta el tocino con huevo?

-Sí, claro.

-¿Te parece tomar desayuno juntas? Es mi forma de pedir perdón por lo de ayer, fui algo... Mmm...

-Directa.

-Si quieres llamarle así.

-Entonces ¿Aceptas?

-Sí, claro. ¿Por qué no?

Sana se sentó mientras dejaba que su leche se enfriara un poco para comenzar a beberla, mientras que eso ocurría, decidió observar a Momo y su forma de cocinar tan concentrada. La imagen de ella cocinándole hace 5 años la embriagó por completo, extrañaba su complicidad, extrañaba los momentos únicos que había entre ellas dos.

-¿Qué tanto me miras?

-Quiero saber de ti.

-No hay mucho que contar.

-Estoy segura de que eso es mentira – Momo seguía revolviendo los huevos que ya casi estaban - ¿quieres saber algo de mí? – la pelinegra miró a la pelirroja – no tengo relación alguna con mis padres, desde muy pequeña me gano la vida sola. Viví en la calle, pase frío, hambre y mucha rabia también – Momo apagó la cocina y se sentó frente a Sana para seguir escuchando su historia – me di cuenta a corta edad que los hombres eran un blanco fácil, especialmente cuando eres joven con un cuerpo espectacular y buena llegada. Al menos, me considero bonita y lo era aún más hace algunos años atrás.

Entre dos MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora