La ciudad de Lour

237 53 0
                                    

  Entre el cegador sol, el horrible olor y la impaciencia por querer llegar a su destino, un grupo de cuatro caminaba por un calmado sendero de tierra, que parecía había sido ocupado por un pequeño grupo de jinetes, ya que las huellas de los furiosos animales aún persistían en la tierra.

  --Aunque no recuerdo con detalle, puedo asegurarles que ya nos encontramos cerca. --Dijo el príncipe con una sonrisa calmada.

  --Es lo mejor que has dicho en todo el viaje. --Dijo Meriel, con un paño bañado en flores sobre su nariz. Herz la miró, pero prefirió ahorrarse sus palabras.

  --¿Puedo hacerte una pregunta? --Gustavo lo miró y, al ver asentir al príncipe, continuó--. ¿Por qué no te muestras reacio hacia tu olor? Yo creía que las personas de sangre real eran muy reservadas y cuidadosas con su apariencia.

  --Bueno --Pensó por un momento--. Debo admitir que los primeros días fue una total tortura, pero siento que si lo ignoras, lo dejas de notar. Además --Frunció el ceño--, tuve que contenerme para no darle esa victoria a esa perra.

  --Pues has perdido el olfato, porque tu olor es insoportable. --Dijo Meriel.

  --¿Hizo que defecaras y luego te bañaras con tu propio excremento? --Preguntó algo interesado. Herz frunció una mueca de disgusto antes de asentir.

  --No hay honor hacia un adversario caído, me dijo --Ignoró el comentario de la dama--, que al haber sido vencido por ella, había perdido mi estatus y mi identidad --Sonrió de manera suave--. Aunque suene algo extraño, admiro su manera de tratar a sus enemigos... Solo espero que los Dioses me den la oportunidad de regresarle su trato. --Su expresión se volvió severa.

Gustavo miró a los alrededores repentinamente, notando un muy ligera presencia.

  --Esperen. --Dijo, levantando su mano derecha.

  --¿Qué sucede --Meriel notó su complicada mirada--, señor Gus?

  --Hay dos presencias cien metros al Noroeste.

  --¿Metros? --Los tres individuos colocaron una expresión de confusión al escuchar la unidad de medida. Gustavo los miró, sonriendo internamente.

  --Doscientos pasos al Noroeste. --Sus compañeros de viaje asintieron en respuesta, comprendiendo mejor la situación.

Meriel y Xinia desénvainaron rápidamente sus armas, colocándose frente a Gustavo en posición de guardia. Herz se retiró un par de pasos hacia atrás, no era tonto, sabía que en un enfrentamiento era la presa más fácil de cazar, por lo que prefirió estar lo más cerca del joven, sabiendo que era su fortaleza móvil.

  --Todavía no nos detectan --Agudizó aún más sus ojos--, creo que no somos sus objetivos.

  --¿Qué desea que hagamos, mi señor? --Preguntó Meriel con un tono serio y respetuoso, parecía que su personalidad anterior había desaparecido. Gustavo frunció el ceño, no deseaba entrar en conflicto con nadie, por lo que se le hacía difícil tomar una decisión.

  --Enfunden de vuelta sus armas --Ordenó--, aún no saben que sabemos de su presencia y, si son inteligentes, optarán por ignorarnos. --Las damas asintieron, envainando de vuelta sus espadas.

Gustavo volvió a emprender la marcha, siendo seguido por sus tres acompañantes. Poco a poco se fueron acercando a la posición de aquellas dos presencias, entrando en su radar para percatarse de sus existencias.

  --Hay uno en el árbol gigante, quinta rama larga después de la cicatriz del tronco y, el otro se encuentra en la cima del árbol de junto. --Dijo, sin quitar la mirada de su camino. Las damas asintieron, imitando la acción del joven.

Gustavo sintió las miradas afiladas de las presencias, al igual que sus acompañantes, podían asegurar algo y, eso era que los estaban analizando.

  --Creo que ya se porque hay dos exploradores aquí. --Dijo Herz repentinamente.

  --¿Por qué? --Preguntó Gustavo.

  --Debe verlo por si mismo. --Respondió con una sonrisa alegre, mientras cortaba caminó hacia la izquierda, dándole su espalda a las presencias.

Gustavo y compañía lo siguieron y, al ver cómo era quitada la última rama que obstruía su campo de visión, vislumbraron lo que el joven príncipe quería que observaran.

A lo lejos, como a unos cien metros de distancia, se encontraba la muralla rocosa de una ciudad, grande e imponente, que, aunque era opacada por las defensas de la ciudad de Agucris, aún poseía lo suyo. Con dos atalayas de piedra protegiendo las inmensas puertas de madera, sin embargo, una de ellas estaba destruida, al igual que la pared cercana a la entrada. Por encima de los muros se encontraba un grupo de arqueros, quienes mantenían una actitud de máxima alerta, por lo que, cuando avistaron a los inesperados invitados, su primera reacción fue llamar a su superior.

  --Amigo salvador --Giró el cuello, mirándolo con una sonrisa--, le quiero presentar, la ciudad de Lour. --Hizo un ligero acto ceremonial con sus brazos.

  --Aún puedo oler la sangre derramada en la tierra. --Observó por un corto momento el pasto y las marcas de destrucción de la superficie, teniendo una imagen mental sobre la batalla que había tenido lugar a las afueras de la ciudad. Meriel y Xinia asintieron ante las palabras del joven, también podían distinguir aquel característico olor mezclado con la tierra.

Herz frunció el ceño, sintiéndose algo ignorado, una situación que jamás había experimentado.

  --Si ese príncipe desea quedarse aquí ¿Aún continuaremos con nuestro viaje hacia la capital del reino, mi señor? --Preguntó Meriel en voz baja.

  --Sí --Asintió--, por alguna razón, algo me dice que ese lugar es mi próximo destino.

Gustavo se detuvo repentinamente, justo a un paso de un sello mágico camuflajeado en la tierra. Herz miró al joven y tragó saliva, sintiendo la muerte en su espalda, pues había olvidado por completo aquella defensa, ahora agradecía que no estuviera muy lejos de su salvador, o hubiera resultado gravemente herido, o en un escenario peor, muerto.

  --¡¿Quienes son ustedes?! --Preguntó una voz arriba de los muros, con una expresión autoritaria y ruda, estaba algo impresionado de que el sello no se hubiera activado.

  --¿Acaso no reconoces a tu príncipe? --Preguntó con arrogancia y con un tono alto de voz.

El hombre encima del muro mostró su cara, observando al nuevo grupo y, al enfocarse en el harapiento hombre joven, la sorpresa invadió su rostro.

  --P-pero si es Su alteza, el segundo príncipe. --Dijo con una sonrisa forzada, pues todavía continuaba con la confusión en su cara.

  --¿Nos van a dejar entrar o debo pedirlo yo mismo? --Su arrogancia era natural, mostrando que aunque su cuerpo estaba cubierto de excremento, aún poseía un estatus superior al de cualquiera.

  --Mil disculpas, Su alteza --Forzó una sonrisa--, por supuesto, por supuesto --Rápidamente dio la orden para que las puertas se abrieran, algo totalmente innecesario, ya que a diez pasos hacia la derecha, se encontraba una enorme abertura--, por favor, entre. --Dijo al ver que las puertas se habían abierto.

  --¿Y el sello? --Preguntó con el ceño fruncido, no sabía si el comandante de los arqueros se había vuelto estúpido, o así era en realidad.

  --¡Oh! --Asintió-- Es cierto, el sello, espere por favor, déjeme ir por el inhibidor --Se retiró con rapidez, volviendo dos minutos más tarde con un trozo de madera, el cual tenía varias marcas talladas en su superficie. Apuntó con el objeto el lugar donde se encontraba el sello mágico, desactivándolo momentáneamente--. Por favor, Su alteza, sea bienvenido de vuelta. --Dijo con el máximo respeto que pudo reunir.

Herz asintió, caminando con una actitud digna de un príncipe. Gustavo y compañía no se molestaron con aquel tratamiento de su compañero de viaje, caminando detrás de él con calma.

El hijo de Dios Vol. IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora