La ciudad de Atguila (2)

232 48 0
                                    

Los muros exteriores eran inmensos, tenían una altura cercana a los doce metros y, de grosor fácilmente sobrepasaba los dos y medio metros y, aunque, los muros interiores parecían pequeños al lado de su hermano mayor, el muro exterior, su altura y grosor eran dignos para describir una buena defensa, ya que con sus seis metros de altura y, dos de grosor, hacía una tarea difícil para aquellos dispuestos a asaltarlos, aparte de los innumerables hechizos de protección que poseía en sus superficies.
Los primeros pasos en el interior del reino, era una increíble llanura, donde habitaban en su mayor parte: granjeros, agricultores, madereros, curtidores, prácticamente todos aquellos con un oficio noble y de bajo estatus social, pero que en palabras de ellos: *lo importante era estar dentro de los seguros muros de la ciudad*. Había ganado pastando, ovejas siendo correteadas por perros domésticos, hombres trabajando en el molino, mientras que algunas mujeres trabajaban en el telar al interior de unos graneros grandes, adaptados para su uso.

--El lugar parece pacífico. --Dijo Gustavo, admirando con ojos tranquilos el bello paisaje, pues, ante su mirada, se encontraba lo más cercano a lo que el podía llamar, una vida en su anterior patria. Herz asintió con una sonrisa.

--Lo es --Su mirada se tornó complicada--, o al menos por el momento.

--¿Por qué dices eso? --Preguntó Meriel, algo dudosa sobre el porqué de aquella mirada.

--La guerra ha cobrado cientos de vidas, los ataques nocturnos de las bestias han ido en aumento, los intereses de algunos hombres ciegos han afectado la razón de mi padre --Volteó el cuello para mirar a la dama pelirroja--. Si esto sigue y no se controla, terminará por arruinar la paz de está bella ciudad. --Meriel guardó silencio, en realidad ya nadie habló, por primera vez se notaba una verdadera emoción en el rostro astuto del príncipe.

Gustavo entrecerró los ojos, suspirando, aunque no le concernía la situación, ni las vidas de aquellos hombres y mujeres del reino, se sentía un poco mal porque algo malo les ocurriese.

Pasaron un pequeño puente, que cruzaba de manera arqueada un pequeño arroyo de bajo caudal, el agua no era muy profunda y, por su bajo espesor, permitía observar las rocas en su interior, así como los extraños peces de colores.
A cada paso que daban, el centro de la ciudad se acercaba, las hermosas estructuras, los edificios construidos con materiales resistentes y con una estética más agradable a la vista se hacían presentes. Pasaron por una zona comercial, repleta con puestos pequeños de vendedores y, mesas llenas de accesorios, el bullicio de los regateadores inundaban los alrededores, así como alguno que otro ladrón, que era perseguido inmediatamente por su víctima, o los había los muy habilidosos, quienes prácticamente desaparecían después de ejecutar su acto criminal. En algunos de los callejones más alejados, se llevaban a cabo los negocios más turbulentos, o eran ocupados como un perfecto lugar para el ajuste de cuentas. Los soldados que patrullaban se mostraban imponentes, orgullosos y arrogantes, mostrando su autoridad con movimientos violentos a aquellos que se atrevieran a faltarles el respeto, o incumplieran de alguna forma cualquier norma.

--La atmósfera aquí es muy distinta a los principios del reino. --Dijo Gustavo, algo impresionado por la caótica vida de los alrededores.

Las personas miraron por un momento al individuo de porte real y rostro orgulloso, sintiendo cierta familiaridad en su silueta. Las dos mujeres de armadura ligera y, con armas envainadas en su cintura, hizo crecer la intriga en sus mentes sobre las identidades de los hombres. El menos notorio, fue Gustavo, que, aunque poseía un rostro varonil y agraciado, no sentían nada especial proveniente de él.

--No es de todos los días --Dijo Herz--, sino que las personas están muy emocionadas por el festival de las flores que se acerca, por lo que compran todo lo que ven para presentar su respeto a la Diosa Luna.

El hijo de Dios Vol. IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora