El sabio y el Campeón

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  La atmósfera del lugar era fría, densa y un poco siniestra, el silencio ensordecedor, con un toque de calma asfixiante, que parecía que en el momento menos indicado todo podría dar un giro de ciento ochenta grados.

  --¿Puedes sentirlos? --Preguntó Ollin.

  --No --Negó con la cabeza--, siento aún que algo bloquea mis sentidos.

  --Algo similar me ocurre a mí. --Dijo, observando sus alrededores con la tenue luz que el brazo de Gustavo lograba entregar.

El hombre alto se detuvo, acercándose a inspeccionar los cadáveres que se lograban ver, recostados sobre las rocas de una sala destruida. Observó sus armas y armaduras, sus ojos resplandecieron con aquella solemnidad y sabiduría que caracteriza a un ermitaño de las montañas, interpretador de verdades los llamaban en la antigüedad.

  --Este equipo es de Eras pasadas, de épocas que ahora se han olvidado. --Dijo, sin quitar su mirada de los artefactos que sorpresivamente seguían en un estado regular, aún después de haber sido abrazados por el padre tiempo durante siglos.

  --¿Conoces mucho sobre el pasado? --Preguntó repentinamente.

  --Te lo dije, mis hermanos y yo fuimos obligados a aprender sobre la historia de nuestro mundo, junto con las costumbres de las razas que lo habitan.  --Dijo, sin arrogancia.

  --¿Alguna vez has escuchado el término "Calamidad"?

Ollin tembló al escuchar las palabras del joven, volteándose de inmediato y observándolo con seriedad. Se levantó, acercándose a él.

  --¿Dónde has escuchado esa palabra? --Preguntó con un tono calmo, más falso que un buen gobernante.

Gustavo detectó los matices de preocupación en su voz, dudando si debía responder con la verdad, pero al final se decidió por no hacerlo, pues no sabía cómo explicar la existencia de Dios Padre y, del Vigilante que había desaparecido hace mucho tiempo.

  --En una antigua ruina. --Dijo lo más sincero que pudo.

  --Gracias a la Madre. --Suspiró aliviado, sentía como si el peso de una montaña se hubiera ido de sus hombros.

  --¿Hay algo malo con ese término?

  --Joven humano, hay cosas en este mundo de las que no se deben hablar, talvez pienses que esos siervos te entregarán el poder prometido, pero déjame advertirte algo, será tu ruina si profundizas en ese tema. --Aconsejó, malinterpretando la intención de Gustavo al querer conocer sobre las calamidades.

  --Cuando 'Ellos' aparezcan no será el comienzo de sus planes, serán los pasos finales. --Recitó una frase que había leído hace mucho tiempo, no sabía porque la había recordado, ni si se correlacionaba con lo que estaban hablando, pero después de terminar de hablar, se percató que Ollin lo miraba de manera extraña.

  --Sabes más de lo que pensé --Lo observó a los ojos-- ¿Conoces el término "Seres"? --Ya no pudo aguantar la calma, quería conocer todo lo que sabía el joven-- Regularmente ocupado en oraciones bélicas o divinales.

  --Lo he escuchado. --Asintió.

  --Lo que pensaba --Reflexionó--. La frase que acabas de recitar está mal, no solo porque le falta un pedazo, sino también por el miedo al nombre, pues muchos iluminados prefirieron no volver a pronunciarlo --Dijo de forma extraña, era como si quisiera guardar un secreto, enredando al escucha con sus palabras--. "Ellos", a los que tú mencionas, se llaman "Seres" --Al pronunciar aquel nombre, el pasillo pareció enfriarse con esa sensación de ultratumba--... Y ellos son la razón por la que el continente Este es inhabitado por humanos y, la principal razón de la muerte de los Dioses primordiales --Quiso decir más, pero no sabía si la joven mente del humano podría aguantarlo, por lo que al final prefirió callar--... Y las calamidades, son sus siervos.

Gustavo tragó saliva, la repentina aclaración sobre sus enemigos misteriosos lo lleno de más preguntas que de respuestas, sintiendo que la encomienda de Dios Padre se estaba volviendo ahora en una tarea imposible.

  --¿Son fuertes?

Ollin lo observó confundido, no sabía si en verdad había preguntado eso, pero al saber que esa información se había perdido con el tiempo, no hizo por burlarse.

  --Demasiado. Con uno solo de ellos, en estos tiempos de división, no solo crearían un caos masivo, sería la perdición de cualquier ser viviente que se unió a los Dioses y humanos en la Gran Guerra.

Al escuchar su respuesta, entendió que el poder del que se vanagloriaba era nada en comparación a lo que se acercaba, tomando la decisión de hacerse más fuerte, fuera cual fuera el costo.

  --Tu mirada me intriga, sabes algo que yo no sé ¿Verdad? Dime.

Después de pensarlo por un momento asintió, no era tan ególatra como para pensar que él solo bastaría para acabar con semejantes monstruos, por lo que accedió a hablar.

  --Las ca...

Su voz se detuvo, su ojo se tornó negro repentinamente, no por odio, o furia, sino porque alguien vinculado a él había activado un movimiento final.

  --¡Ven! ¡Vamos! --Comenzó a correr--. Algo me dice que mis compañeros están en problemas.



El hijo de Dios Vol. IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora