El agresivo viento ondeó su capa y cabellos, volviendo la escena aún más dramática de la que ya era.
--... El momento ha llegado --Observó a cada uno de los presentes desde las alturas, mostrando una expresión digna de un monarca-- y, creo en todos ustedes ¡Pelearemos por nuestros hijos, nuestras amantes, nuestra familia! ¡Lo haremos por el reino! ¡Y demostraremos a esas malditas bestias que nunca debieron meterse con un Atguilense! --Los soldados asintieron, mostrándose motivados y excitados por la batalla próxima--. ¡¿Quién está conmigo?! --Gritó con todas sus fuerzas, levantando su espada encantada. Al instante cada uno de los presentes alzó su arma, gritando a todo pulmón-- ¡Pregunté! ¡¡¿Quién está conmigo?!! --La escena anterior se repitió, solo que ahora con más entusiasmo. El rey sonrió, asintiendo satisfecho.
Entre la multitud, un joven de mirada seria sonrió.
--Buen discurso papá, buen discurso. --Dijo con un tono bajo, imperceptible por los potentes gritos de los alrededores.
El cielo anteriormente despejado se fue cubriendo por nubes negras, formando relámpagos ziczagueantes que iluminaban la atmósfera. Un potente rayo cayó a kilómetros del muro, luego otro más cercano y, la escena continuó por unos minutos más, cuando las centenas de siluetas se comenzaron a vislumbrar en el horizonte.
--Que los generales y comandantes estén listo. --Ordenó el rey.
Su sirviente asintió, dirigiéndose con rapidez a esparcir su mensaje.
Amaris observó el cielo, podía sentir la poderosa energía del elemento rayo, así como la intención antigua, pero por más que trataba de analizar el acto, no podía encontrar en ningún lado de su bóveda cerebral una bestia que concordara con la información obtenida. Golpeó su báculo en el suelo, liberando una sutil energía protectora que abrazó su cuerpo con calidez.
--Será como si estuvieras conmigo. --Sonrió tenuemente, una expresión tan bella que podía aclarar hasta el abismo más profundo.
En la caballeriza, un joven se preparaba para subir a su caballo y salir con el escuadrón de jinetes a la batalla.
--Su excelencia, no puede salir con el grupo de caballeros, es muy peligroso. --Dijo el hombre alto, sujetando las riendas del animal de armadura de metal negro.
--Es algo que tengo presente, pero es lo que debo hacer, es mi deber. --Subió al caballo, acomodando su cinturón para que no le estorbase en batalla.
--El estratega Hamson lo tiene incluido en sus planes. --Refutó.
--Respeto al estratega Hamson, es un hombre con mucho previsión, pero ahora se ha equivocado, ya he visto lo que hay haya afuera y, debo decir que sino detenemos las primeras olas, este reino será historia. --Su mirada no mentía. Hizo caminar a su caballo, mirando a su subordinado con una ligera renuencia.
--Entonces iré con usted. Así me aseguraré de protegerlo. --Fue la única excusa que logró conseguir para evitar que su señor muriese.
--No --Negó con la cabeza--, no puedes. Eres un general divino y eres necesario. Tu deber es proteger al reino y, aunque sé lo que quieres decir --No le permitió que refutara sus palabras--, te prometo que estaré bien, Geryon. Lo sabes mejor que nadie, para mí no hay cosa más importante que mi propia vida y, no dudaré en huir si las cosas se ponen feas. --Sonrió con confianza, cerrando la abertura de su casco completo.
El alto hombre asintió al encontrar aquellas palabras correctas, sintiéndose aliviado por su amo y señor.
Herz se unió a la fila de caballeros, destacando por su hermosa y pulcra armadura de cuerpo completo, al igual que la que poseía su caballo. Los tres escuadrones se colocaron en posición, estando listos para la inminente orden.
Fuera de los muros.
La primera línea de bestias poseía como única raza a los muy conocidos: explotadores, que como su nombre indicaba, se hacían inmolar al estar en un radio cercano a sus víctimas. Eran bestias de baja inteligencia, pero con un poder de destrucción considerable.
Al ver aquellas bestias, los varios comandantes de los arqueros dieron órdenes explícitas para impedir que alguna ellas se acercarán a los muros, con el miedo de que la barrera protectora fuera destruida.
En una de las torres de vigilancia se encontraba un grupo de veinte individuos, muchos de ellos vestidos con túnicas imbuidas con encantamientos, con un emblema cocida sobre sus hombros que representaban que pertenecían a la Academia Real. Sus miradas eran serias, preparadas para el infierno que se aproximaba. Cada uno de ellos eran magos poderosos, siendo el título más bajo el de un Buscador, mientras que el más alto era el de un Gran Maestro, quién era el líder del grupo arcano.
--Recuerden conservar su energía mágica --Dijo con un tono serio-- Y por nada del mundo, maten a una criatura no investigada ¿Entendido? --El grupo asintió--. Excelente. --Sonrió con astucia.
∆∆∆
En la espesura de un gran bosque, un grupo de tres caminaba, su destino era desconocido, pues no sabían a dónde se dirigían y, por la falta de dirección, era un misterio si en realidad estaban avanzando.--¡Maldita sea, estamos perdidas! --Dijo Meriel con furia.
--Lo estamos, pero no olvides en donde nos encontramos, no es momento para perder la concentración. --Aconsejó Ktegan. Xinia asintió estando de acuerdo.
--¿En que sector nos encontramos?
--No tengo la menor idea. --Negó con la cabeza al inspeccionar todo el mapa.
Meriel se detuvo repentinamente y, al ser la cabeza del grupo, hizo una señal para que sus compañeros la imitaran, pidiendo que igualmente guardarán silencio. Se colocó de cuclillas, acercándose a la pared de hierba y ramas en la lejanía.
--La energía de muerte es muy densa --Susurró--, o algo siniestro murió en este lugar, o mi señor estuvo aquí.
Sin siquiera preguntar movió las ramas para observar con mejor detalle el lugar. Su corazón palpitó con rapidez al encontrarse con una escena brutal, compuesta por el artista más despiadado de la historia.
--Un monstruo impuso su domino. --Dijo Ktegan al observar las decenas de cadáveres.
--Un monstruo no --Negó con la cabeza--, fue mi señor. --Sonrió con alegría.
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El hijo de Dios Vol. III
FantasySecuela del segundo volúmen del libro: El hijo de Dios. La muerte camina a cada paso que da, el dolor no abandona su cuerpo y, las pesadillas no disminuyen, sin embargo, ahora no está solo, tiene nuevas compañeras que comparten su sendero, en busca...