El viaje continúa

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  --Debemos encontrar un lago pronto, el olor de ese "príncipe" me está matando. --Dijo Meriel en tono bajo y con una expresión asqueada.

Gustavo asintió, ya habían pasado más de dos días desde el enfrentamiento con la general Iridia y, debía reconocer que el olor de Herz se estaba volviendo insoportable.

  --¿A dónde mencionaste que debíamos ir? --Preguntó el joven con calma. El príncipe oloroso volteó con una sonrisa.

  --A la ciudad de Lour, ahí se encuentra el ejército de mi... mi ejército. --Tartamudeó, componiendo su última frase.

  --¿La ciudad de Lour no le pertenece a Rodur? --Preguntó Xinia, confundida y curiosa.

  --Asi era --Sonrió orgulloso--, pero gracias a las tácticas del general Arper, la conquista fue fácil...

  --No das la apariencia de ser un guerrero --Dijo Meriel, mirándolo con una sonrisa--, ni un soldado, ni siquiera de haber experimentado un combate. --Lamió sus labios secos.

Herz la miró por un momento, apreciaba a las bellezas como lo era la dama de cabello rojo, pero era de la realeza y, cualquier insulto hacia él, era un insulto a la casa real, por lo que su orgullo se desbordó, pero al ver la fría mirada de su salvador, rápidamente volvió a su habitual sonrisa despreocupada, no era tonto, de echo era muy listo y, sabía que ofender a un joven como Gustavo, era lo mismo que colocar su cuello debajo de una filosa espada y empujar su cabeza.

  --Me gusta enfocarme en las cosas importantes --Dijo con un tono calmado-- y, el conocimiento es más importante que saber blandir una espada. --Sonrió con ligereza.

  --Pues no te sirvió de mucho aquel conocimiento. --Meriel volvió a sonreír, mofándose descaradamente.

Herz frunció el ceño, su tolerancia era cero ante tales palabras y, en verdad se estaba conteniendo, pues su cabeza se volvió ligeramente roja, mientras sus venas del cuello sobresalían ligeramente.

  --No destroces el orgullo del hombre. --Dijo Gustavo repentinamente, tratando de armonizar de vuelta el ambiente, él mismo había sido objeto de burlas en su infancia y en sus años de formación, por lo que conocía lo que el orgullo de un hombre podía soportar y, sabía que la tolerancia del príncipe era minúscula, por lo que no encontraba conveniente que su subordinada lo estuviera insultando, después de todo, el lugar a dónde se dirigían estaba gobernado por la familia real.

  --Me disculpo Señor Gus. --Dijo Meriel con rapidez, no deseaba causarle ningún malestar a su señor, no después de ver todo lo que tuvo que pasar ese día.

Wityer se despertó de su largo sueño, estiró su cuerpo con pereza y se volvió acomodar en el hombro de su compañero.

  --(Lo siento amiguito, nunca pensé que estuviera tan lastimado) --Le dijo, disculpándose por lo ocurrido. El pequeño lobo lo miró y pareció sonreir, complacido de haber ayudado--. (La energía de muerte me ha afectado demasiado, creo que será mejor no ocuparla por un tiempo) --Dijo en forma de juramento. El pequeño lobo asintió, estaba de acuerdo con aquella promesa, conocía mejor que nadie sobre las energías y, sabía que la muerte poco a poco estaba corrompiendo el cuerpo y mente de su compañero/madre, por lo que deseaba que si había la posibilidad, nunca más volviera a ocupar esa energía, arrepintiéndose de haberle entregado aquella piedra de herencia-- (o al menos hasta tener un remedio)

∆∆∆
En una desolada colina, una dama de mirada nostálgica observaba el horizonte, su mano jugaba con una pequeña daga, mientras la otra descansaba en su pierna.

  --¿Te sigues sintiendo vacía? --Preguntó alguien detrás de ella. Asintió al reconocer el emisor de aquella particular voz.

  --Lo estoy --Exhaló suavemente--, pensé que la venganza al menos me liberaría, me permitiría despedirme de este mundo y, reconciliarme con ellos en el gran salón --Volteó, observando el tranquilo rostro de un joven--. Pero no es así --Sonrió, forzando a sus ojos a no derramar una sola lágrima--. Me siento más sola que nunca, más sola que cuando me fueron arrebatados mis padres.

  --No es algo sencillo pasar por lo que estás viviendo --Se acercó, tomando asiento al lado de la dama--. No te diré que es lo que tienes que hacer para sopesarlo --Miró al horizonte--, pues no lo sé, pero si puedo ofrecerte un lugar a mi lado --Sonrió con calidez--, recorre el mundo conmigo, necesito a una experimentada guerrera.

  --Lo agradezco en verdad --Sus comisuras se alzaron levemente--, no solo me salvó la vida aquél día, también me concedió la oportunidad de vengarme... Es solo que --Las lágrimas comenzaron a salir de sus hermosos ojos, apretó sus labios y sus puños--, me es tan difícil, me cuesta olvidarlos y, me siento furiosa al saber la razón por la que fueron arrebatados repentinamente de mi vida.

  --No tienes porque olvidarlos --Respiró--, de dónde vengo yo, la muerte no es el final, es solo un hasta pronto, porque tenemos la certeza de que nos volveremos a reunir en el más allá. --La miró a los ojos, hablando de corazón.

  --Yo también pienso algo parecido, pero me es difícil, es tan difícil.

  --Lo sé. --Dijo con calma, enviando su brazo para darle cobijo a la dolida dama, acercándola a su pecho.

  --¿Sabe por qué lo hizo? --Alzó la mirada, observándolo con dolor y frustración.

  --Dime. --Respondió al saber que necesitaba desahogarse.

  --Lo hizo por una maldita poción de sangre de Ancestral --Exhaló con fuerza--, me dijo que la requería para continuar practicando las artes mágicas, que se suponía que su cuerpo ya no podía hacer uso de la energía adecuadamente por haber tenido tantos accidentes en sus años de aprendiz --Apretó nuevamente los labios--... Eso fue lo que fuimos para ella, un intercambio para poder continuar con su vida de maga, solo eso --Bajó la mirada, sintiendo más que dolor--... Las noches largas cuidándola porque se sobrepasó con el consumo de una pócima, los días donde teníamos que mentirle a uno de sus amantes porque estaba en la cama con otro hombre, los días que arriesgamos nuestras vidas en una cueva o algún lugar extraño solo para cumplir con una misión --Su voz comenzó a quebrarse--, todo eso, fue solo una mentira, no le importó nada, solo ella misma. --Las lágrimas volvieron a caer, recargando su rostro en el cálido pecho del joven.

  --Ustedes hicieron lo que creyeron era indicado --Dijo después de un momento de silencio--, no puedes culparte --Alzó su rostro con la ayuda de sus dedos, mirándola a los ojos con calidez--. Ella fue la que se equivocó, la que cortó el lazo que las unía y, peor aún, la que se atrevió a asesinar a sus propios amigos... No debes culparte, pues no hiciste nada malo. --Xinia asintió como lo haría una niña desprotegida y, con calma se volvió a acurrucar en el pecho de Gustavo.

El tiempo pareció detenerse, el viento fresco sopló los cabellos desordenados del joven, acariciando el pasto y haciendo bailar las ramas. Había silencio, un silencio tranquilizador, acompañado por el breve murmullo de los insectos del bosque, de las hadas de los cuentos que se escondían entre rama y rama, de las aves que descansaban, de todo aquel residente de los alrededores.

  --Si me acepta --Dijo repentinamente--, deseo ser parte de sus seguidoras. --Lo miró, mostrando la resolución en sus ojos.

Gustavo se sorprendió levemente, pero no dejó que su expresión fuera influenciada, después de todo, ella era una guerrera orgullosa, que prefería hablar con su espada que con palabras, una dama que no bajaría el rostro aún si estuviera frente a la muerte, una mujer que lo único que le importaba era su honor y su palabra, por lo que escucharla decir que quería ser su seguidora, fue una sorpresiva noticia.

  --Por supuesto que te acepto. --Dijo, abrazándola con ternura. Sabía que la dama estaba vulnerable, por lo que no podía romper aún más su corazón.

  --Gracias.

El hijo de Dios Vol. IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora