La espalda de lo anhelado

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  Una extraña manta blanca los cubrió, el suelo comenzó a vibrar y las hojas de los árboles bailaron, las ráfagas de poder eran demasiado intensas, pero como todas ellas estaban dirigidas a un solo individuo, no causó un daño externo. Gustavo comenzó a gemir de dolor, entrecerrando los ojos y apretando los dientes para poder resistir. Las venas de su cuello, brazos y frente resaltaron, dejando en evidencia el gran esfuerzo que estaba haciendo. Ollin observó el cielo, estaba tan anonadado por lo sucedido que no sabía que si lo que acababa de pasar era verdad o no, pues claramente había visto una poderosa fuerza de transporte ser destruida por el manto blanco, sin embargo, se seguía cuestionando sobre la veracidad de ese suceso.

Guardián fue desprendido forzosamente de su servicio de invocación, siendo enviado devuelta al abismo. Meriel quiso acercarse para ver qué era lo que estaba sucediendo, pero no podía siquiera avanzar un paso, no sabía porque, pero algo la estaba deteniendo y, no solo a ella, sino a todos los presentes.

  --Espero que pueda ayudarte de algo. --Dijo al alejarse de la frente del muchacho, al mismo tiempo que la manta blanca desaparecía.

Gustavo respiró de manera agitada, viendo con una mirada perdida al espíritu.

  --¿Qué me hiciste? --Preguntó luego de un momento.

  --Liberé algunos de tus sellos de potencial, te entregué lo poco que conservo y, trate de armonizar nuevamente tu mente con la energía de muerte, sin embargo, todo dependerá de ti, ya sea que te termine consumiendo, o tú la termines dominando.

Gustavo guardó silencio, no tenía palabras, no las encontraba, todo había sido demasiado repentino.

  --No pongas esa expresión, te prometo que pronto me lo agradecerás, sin embargo, es momento del adiós. --Con una velocidad inhumanamente rápida se acercó a Ktegan, tocando su hombro--. Una cosa más --Volteó para observarlo--, cuida de esa armadura, fue muy difícil crearla. --Sonrió. Gustavo asintió, imitando su armónica expresión.

Ktegan suspiró, entregando su bolsa de cuero a Xinia, sonriéndole de manera tranquila.

  --Guardé un pergamino de transporte inmediato a la ciudad de Atguila, es muy poderoso, así que úsenlo con cuidado. Hay algunas cosas de valor en agradecimiento y, una explicación de mis actos --Sonrió avergonzado--, para los curiosos... Despídanme de Erin, díganle que lo siento.

  --Espere, señor Ktegan...

  --Sé lo que quiere decirme --Interrumpió--, joven, Gus. Sé lo que ha prometido y, entiendo perfectamente lo que siente, pero está decisión fue tomada mucho antes que fueras concebido, así que, sé feliz y, sigan cuidándose mutuamente.

Hizo un sello con la mano, mientras se tocaba el entrecejo con la otra. Sus ojos brillaron de verde, sus piernas perdieron la fuerza y, la vida comenzó a drenarse de su cuerpo, transformándose en un esqueleto en menos de cinco segundos. No hubo lágrimas, ni una oración de despedida, no porque no lo desearan, sino porque después de convertirse en un sacó de huesos, una silueta, idéntica al espíritu de Aliana salió de su cuerpo, mostrando a un joven Ktegan, sin barba y sin su gran barriga.

  --Adiós. --Dijeron ambos, desapareciendo como el polvo en el viento.

Todos guardaron silencio, no podían comprender nada de lo que había ocurrido, el hombre que los había acompañado por algunos meses había desaparecido así como así, sin explicación, ni nada y, lo peor de ello era que lo había hecho de una manera tan misteriosa que los dejaba con una insatisfacción interna.

  --Te lo advertí. --Dijo Ollin, mirando el gran lago.

Gustavo asintió, para luego acercarse con calma.

El hijo de Dios Vol. IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora