Ante los ojos de los presentes, una densa neblina obstaculizaba el panorama, el suelo fangoso impedía el trayecto libre de los caballos y, para los individuos en sus lomos eso indicaba de que era el momento de la despedida.
--Estamos en las inmediaciones del bosque de las Mil Razas --Alzó la mirada y volvió a observar el mapa en sus manos, luego abrió el pergamino, leyendo su contenido-- y, por lo que está neblina indica, es que el lugar exacto donde nos encontramos es la entrada al territorio del cementerio de Excalon.
--Eso no es bueno, deberíamos rodear y entrar por una parte más segura. --Dijo Ktegan.
--No lo creo --Negó con la cabeza y, casi de inmediato bajó de su caballo--, aunque este papel indica que el cementerio de Excalon es un lugar peligroso, también es el camino más corto para recorrer el bosque de las Mil Razas.
El hombre de brazos gruesos hizo una mueca de desacuerdo, mientras le daba un nuevo vistazo al paisaje.
--Usted es fuerte, lo admito, pero no tanto como para sobrevivir a este lugar. --Dijo con un tono incómodo, estaba claro que era el miedo el que hablaba.
Gustavo desabrochó sus cosas de la montura de su caballo, liberándolo de su ligera carga.
--Comprendo lo que dice --Se quitó la hermosa túnica que lo protegía, guardándola en su bolsa de cuero y, en la misma acción extrajo dos brazales color ébano y, con la naturalidad de un acto banal se los colocó--, pero debe entender algo --Alzó la mirada para observarlo--, jamás pondré a mis compañeras en riesgo, si he decidido recorrer este sendero peligroso, es porque estoy preparado a derramar sangre. Así que señor Ktegan, deje de mirarme y equipese con su mejor equipo.
El alto hombre miró con renuencia al joven, el tiempo al lado suyo había sido corto, pero debía admitir que jamás lo vió actuar por impulso, era alguien metódico, casi pragmático, por lo que confiaba en su decisión y, aunque la espina de la duda seguía incrustada en su corazón, prefería caminar a su lado, que ir por otro sendero solo. Meriel asintió al notar la mirada de su señor, bajando de su caballo y vistiendo su nuevo conjunto defensivo. Xinia actuó de igual manera, acercándose a Gustavo y admirando su nueva adquisición.
--Le queda muy bien esa armadura. --Dijo.
--Gracias. --Dijo al terminar de abrochar las hombreras negras.
--Verdaderamente espléndido --Sonrió--, si le soy sincero, nunca creí que alguien vestiría ese conjunto, pero ahora que se lo veo equipado, puedo asegurar que estoy feliz que sea usted quien lo ocupe.
--Es un honor para mí usar tan buena armadura. --Le devolvió la sonrisa.
Los cuatro individuos terminaron de equiparse con sus mejores conjuntos y, como si observaran la pintura más bélica de la historia miraron frente al frente. El aire frío se hizo presente, provocando que los caballos relincharan, levantando sus patas delanteras. Gustavo volteó para observar a su animal de transporte, sus ojos expresaban calidez y gratitud, acarició su cabeza al acercar su rostro, demostrando su respeto y apreciación.
--Es momento que recuperes tu libertad.
Golpeó su trasero con poca fuerza, haciendo que el caballo corriera y relinchara, desapareciendo al poco tiempo de su campo de visión. Sus compañeros imitaron su acto, despidiéndose de sus monturas.
--Nunca pensé que realmente estaría aquí --Suspiró--. Es momento de cumplir con mi promesa. --Dijo y al instante comenzó a caminar, seguido por sus tres compañeros de viaje.
La espesa neblina fue mayor en los adentros, permitiéndoles solo observar el suelo musgoso que sus pies tocaban. Xinia extrajo de su funda el hacha de hoja azulada, cubriendo la línea de vanguardia con su escudo circular. Gustavo, quién estaba a su lado, solo inspeccionó sus alrededores con una mirada penetrante. Meriel mantuvo su mano en la empuñadura de su espada, pero no desenvainó. Ktegan, al igual que la dama pelirroja se mantuvo en alerta, pero no desfundó su gran mazo.
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El hijo de Dios Vol. III
FantasySecuela del segundo volúmen del libro: El hijo de Dios. La muerte camina a cada paso que da, el dolor no abandona su cuerpo y, las pesadillas no disminuyen, sin embargo, ahora no está solo, tiene nuevas compañeras que comparten su sendero, en busca...