Indecisión

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  Bajó el aplauso de los arqueros en los muros, los soldados sobrevivientes y los aventureros cercanos, el segundo príncipe se adentró al reino lentamente, cojeando y con falta de aire. La mayoría de ellos habían visto su actuar en batalla, su poderosa voluntad y su enorme lealtad hacia su rey y padre. La frente sangrando, el brazo dormido y la armadura abollada, casi destrozada, dejaba marca de lo terrible y complicada que había resultado la confrontación directa.

  --¡Su excelencia! --Dijeron al unísono los guardias de la puerta interior.

El príncipe asintió, pero tan pronto como quiso levantar la mirada, cayó de rodillas. Los dos guardias se lanzaron de inmediato en su ayuda, impidiendo que su cuerpo tocara el suelo.

  --¿Se encuentra bien? --Preguntó preocupado.

  --Sí... solo estoy un poco cansado. --Se apoyó en el hombro de uno de los guardias, pero por más que intentó, sus piernas no le respondieron.

  --Déjame ayudarlo, Su excelencia. --A las espaldas del segundo príncipe una voz masculina fue emitida, con un tono que no estaba tan cargado de respeto.

Herz volteó y, de inmediato forzó una sonrisa con muchos significados, pues, bajo el umbral de la entrada interior, se encontraba el renombrado administrador en jefe del gremio de aventureros: Irtar <<El adivino>>, con su vestimenta cubierta en sangre y, en compañía de su subordinada, la asesina Yukio.

  --Claro --Asintió, apoyándose en su hombro--. Por cierto ¿Conoces el estado de salud del rey?

Irtar lo miró, negando con la cabeza.

  --No, lo último que supe fue que Geryon lo transportó a su habitación real, junto con los mejores sanadores del reino. Aunque puedo asegurarte que no morirá tan fácilmente, es un hombre con el cuerpo y la voluntad de un león.

  --Gracias. --Se sintió ligeramente aliviado, no por su padre en sí, sino por lo que su título representaba, sabiendo que si algo le pasaba, el reino entero entraría en una inestabilidad política y social y, el momento no era el adecuado para una sucesión, fuera quien fuera el heredero.

El trío llegó ante un carruaje de bajo nivel. Irtar ayudó al segundo príncipe a entrar y a sentarse en uno de los rincones, rápidamente sacó una pócima de recuperación de alto nivel, acercándosela a la boca, mientras Yukio ordenaba al cochero que avanzara, con dirección al palacio real.

  --No --Negó con la cabeza--, ya he tomado suficientes este día. Una más y creo que tendría un colapso de Cradi.

  --Me disculpó entonces --Tapó el recipiente, alejándola de la boca del segundo príncipe. Volteó, observando a su fiel subordinada--. Yukio, por favor, activa los pergaminos.

La dama asintió, sacando de uno de los lugares ocultos de su atuendo dos pedazos de papel enrollado y, sin esperar un solo segundo extra, los activó. Herz aguantó la respiración por un momento, no sabiendo que era lo que planeaba el astuto hombre.

  --No me observes así --Sonrió--, no tengo intención de hacerte daño, en realidad es todo lo contrario.

  --Por favor, Adivino, he sido testigo de muchas de tus intrigas, no me pidas que baje la guardia en la boca del lobo.

  --Y no olvides que muchas de ellas te beneficiaron --Dijo con un tono serio--, pero iré directo al grano por el respeto que tengo hacia ti, príncipe Herz. Este reino está acabado. --Inmediatamente guardó silencio, mirando con atención los cambios en la expresión del integrante de la casa Real.

  --Tienes mi atención.

  --Sé que no estabas enterado y no tengo intención de revelarte los detalles de mi misión, pero si te diré lo que debes saber. Me infiltré en la oscura casa de la bestia de la Cueva Roja y, por lo que vi, tengo la completa certeza de mi afirmación anterior, Atguila no sobrevivirá otra incursión de bestias y, no me refiero a la ciudad, sino a todo el reino, no a menos que ese maldito viejo responda, al igual que <<El Héroe de Agucris>>.

  --Sí te refieres al viejo Olldor, no creo que responda a tu llamado, por lo que sé, ni siquiera le respondió a mi padre cuando me capturaron --Su mirada se mostró confusa--. ¿Y quién es <<El Héroe de Agucris>>?

  --Siempre creí que tenías conocimiento de todo lo que ocurría en el reino --Su mirada se volvió aun más astuta--. Herz, Olldor si respondió a la llamada de tu padre, pero la tarea que le encomendó no fue la de salvarte, sino otra cosa que desconozco --La expresión del príncipe no cambió, aunque por dentro sintió un poderoso enojo--. Responderé tu pregunta, solo espero que mi respuesta no sea malinterpretada --Herz asintió, permitiéndole hablar con libertad--. Bien, porque la persona detrás de ese importante título, no es más que el joven que te salvo de Iridia. Sí, el mismo con el que llegaste al reino.

El silencio inundó el interior del carruaje, ambos individuos se lanzaron miradas, tratando de descifrarse.

  --No lo sabías ¿Verdad?

  --No --Negó con la cabeza--, no tenía idea de que perteneciera al reino y, de su título. El dijo que provenía de tierras lejanas.

  --Y no te mintió --Herz lo miró, lleno de intriga--. El no es uno de los súbditos del rey, no proviene de estas tierras, al menos hasta donde yo sé.

  --¿Quieres decir que es un agente de uno los otros reinos?

  --No lo creo, sería absurda esa posibilidad.

  --¿Por qué?

  --Por la sencilla razón de que, si un reino poseyera a un soldado de tal poder, no se atreverían a soltarlo y, menos para estar jugando al aventurero. --Alzó la mirada--, Así que ¿Ahora entiende el porqué de los pergaminos, Su excelencia?

  --No completamente. --Irtar suspiró, evitando sonreír por la maniobra del segundo príncipe.

  --El aventurero Gus no es más que el explorador de mazmorras: Sin nombre, el mismo que se aventuró junto con la Heroína Amaris al último piso de la mazmorra y, de quién inmortalizó la estatua en el centro de la ciudad. Todos creen que ha muerto, sin embargo, solo desapareció sin dejar rastro, reapareciendo nuevamente como tu acompañante casi dos años después --Respiró profundo--. La razón por la que ocupé estos pergaminos fue, porque su actuar me indica que no quiere que se sepa de su verdadera identidad, así que, mantenerla oculta me brinda el poder de negociación para pedirle que venga en nuestra ayuda.

  --Tengo solo dos preguntas ¿Por qué decírmelo? Y si lo que me has dicho es verdad ¿Cómo te enteraste?

  --Porque tiene en su posición tu propiedad: el blasón de la casa real y, solo tú puedes activar el hechizo oculto en ese artefacto. --La mirada de Herz se oscureció.

  --Parece que te he subestimado una vez más, Adivino.

  --Es mi oficio saber --Sonrió-- y, en eso se sustenta mi respuesta a tu segunda pregunta. La razón por la que sé quién es el aventurero Gus, es una investigación que hice a su petición. No sé si fue algo inconsciente de su parte, pero reveló una situación que vivió con el gremio de aventureros de la ciudad de Agucris y, de esa investigación, todo se destapó.

El carruaje se detuvo, a los pocos segundos dos soldados inspeccionaron que el segundo príncipe en verdad estuviera presente en el interior y, al corroborarlo lo dejaron pasar al territorio más protegido del reino.

  --Tendré una respuesta para ti, pero no será hoy y, sabes porque. --Miró Irtar desde el umbral de la puerta.

El administrador asintió, no diciendo algo más. Sin decir una sola palabra se despidió, mirando desde la cima de los escalones como el carruaje con los dos individuos se retiraban del territorio del palacio real.

  --Sí se entera qué es el campeón humano de los reinos desolados, mi plan se irá a la mierda --Hizo una mueca--, aunque por su investigación, puede ser que ya lo sepa. Maldito Irtar, eres una piedra en el culo.

Subió los escalones, dirigiéndose directamente al cuarto real, pero justo al llegar, se apoyó en la pared, había recuperado un poco de su fuerza, pero parecía que ya había ocupado toda, respiró profundo y, al querer dar otro paso, se percató que la puerta de la habitación real se abrió y, de ella, una dama morena salía.

  --¿Hermana? --Preguntó Herz y, tan pronto como la vio, perdió por completo la fuerza, cayendo al suelo de frente.

  --¡Hermano! --Gritó Prisilla al ver cómo se derrumbaba su querido consanguíneo, pero no logró evitar que su cuerpo golpeara el suelo, aun cuando no estaba demasiado lejos. 


El hijo de Dios Vol. IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora