Potenciales

183 38 2
                                    

  Las olas de destrucción retenidas en su cuerpo explotaron, mostrando un aura roja negruzca que se elevó hasta tocar el cielo, era tan poderosa que muchos no tuvieron el valor de verla directamente, teniendo que bajar la mirada. La oscuridad abrazó sus brazos, reforzando el color negro de su armadura, mientras que sus ojos sonreían con frialdad. Sus cabellos bailaban a una tonada lenta, similar al movimiento que hacen al estar bajo del agua. Los magos tuvieron que retroceder, eran seres con gran afinidad mágica, por lo que, al estar tan cerca de una fuente de poder tan siniestramente intensa, sabían que podía causar estragos en sus cuerpos. Dio un paso al frente, creando un pequeño cráter en el suelo por la alta presión de su cuerpo, mientras los rayos enemigos se disolvían al tocar la energía al contorno de su silueta.

  --¿Asustado? --Preguntó con una gran sonrisa.

La bestia Antigua no respondió, lanzándose con ambas de sus garras superiores para terminar con la vida de su enemigo, fue un movimiento tan rápido que en menos de un segundo ya había llegado ante el humano, sin embargo, Gustavo no fue menos veloz, reaccionando justo antes de ser dañado por ese feroz ataque, evadió y, saltó, tomando impulso para ejecutar una poderosa patada que impactó en el lomo de la bestia Antigua, la cual se recuperó en menos de un parpadeo, contratacando sin demora, todo era demasiado rápido, hasta los ojos más expertos solo lograrían observar imágenes residuales.

  --Parece que lo subestime. --Sonrió, dándose por vencida, ahora entendía las palabras que su señor le había dicho.

  --Todos lo subestimamos --Añadió--, esa fuerza no es algo que un joven como él deba tener --No dejó de observar los choques de luces a través del escudo mágico anteriormente creado--, al menos no en esta Era.

Los tres magos se miraron, sintiéndose tan inútiles como una jarra con alcohol frente a un abstemio, pues aunque desearan, no podrían ayudar, porque si lo hacían sin los debidos preparativos, había una alta probabilidad de un grave daño colateral.

  --Vamos, Xinia, señor Ollin, ayudemos a esos hombres --Dijo Meriel, acercándose con rapidez donde los sobrevivientes descansaban--. Conozco a mi señor y, si hay un riesgo hacia una tercera persona, no atacará.

  --La bestia también lo conoce bien, observa bien la batalla, tu señor no está atacando, está conteniendo.

Las explosiones de llamas negras, relámpagos oscurecidos, poderosos puñetazos, rápidos cortes con las garras, todo ello en un sincronizado y fiero recital.

Se secó la sangre que resbalaba por su frente, gritó, exudando más energía pura. La bestia Antigua rugió, dejando notar leves indicios de sangre decorando sus colmillos, propia o de su enemigo, no se podía saber. Uno creo rayos, el otro, bolas de fuego negro, disparándolas sin misericordia, las detonaciones al tocar superficie fueron ensordecedoras y atroces, dejando a los individuos cercanos con un problema de tímpano. La batalla no parecía acercarse al final, aunque la mayoría podría quererlo, por dentro deseaban con todas sus fuerzas que el espectáculo continuase al menos unas cuantas décadas.

  --Por favor, retroceda. --Le dijo con un tono amable, protegiendo con su cuerpo de las ondas expansivas cercanas

La maga de cabello negro alzó la mirada, notando a la dama pelirroja.

  --No puedo. --Respondió con un tono difícil de descifrar.

  --Déjeme ayudarle. --Malinterpretó.

  --No --Manoteó su mano--, quiero quedarme y observar.

Meriel entrecerró los ojos, mirándola con ligero desagrado, pero al recordar la razón real de su repentino acto de buen samaritano, hizo por forzar una sonrisa.

El hijo de Dios Vol. IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora