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›Nuevo Hogar‹

Explosiones, hielo, plantas, fuego por doquier abundaba en esa sala donde un grupo considerable de guardias rodeaba a una muchacha de aproximadamente dieciséis años.

Uno por uno iba derribando a los guardias e iba esquivando cada ataque con agilidad mientras dejaba glifos de plantas en el suelo para atrapar a sus oponentes con las enredaderas. Corría animadamente con una pequeña sonrisa juguetona en su rostro debido a que ninguno de los brujos podía tocarla.

-Vamos muchachos sin miedo...no muerdo - dijo mostrando tres glifos diferentes en su mano-

Se levantaron y corrieron hacia ella como pudieron con tal de acertar un golpe, pero en un movimiento rápido la chica unió un glifo mediano de hielo junto con uno de fuego lo que produjo una pequeña neblina haciendo que la perdieran de vista.

-D-Donde está - habló con temor uno de los guardias-

Se escuchaban pasos rápidos, gritos ahogados y demás, cuando la neblina se fue, mostró a todos los guardias noqueados en el suelo y la joven parada en medio de todo el desastre.

Unos aplausos se hicieron escuchar por todo el lugar, la joven volteo sabiendo de quien se trataba y esperaba con ansias lo que el brujo diría.

-Gran trabajo, derrotaste a treinta guardias y lo hiciste sin recibir rasguño alguno, me impresionas.

-Gracias padre, aprendí del mejor - sonrió -

Allí estaba ella, la humana que había llegado misteriosamente a las islas, al lado del brujo más poderoso no sólo como su protegida sino como una hija.

-Pero aún eres un poco lenta - añadió -

-Más rapidez en mis ataques, entendido.

Todos esos años que pasó a su lado, Luz sólo vio libros, hechizos y entrenamiento puro cada día hasta la actualidad, para ser una bruja poderosa al igual que el brujo que la crió. Puso su empeño, no sólo quería ser una bruja sino también quería enorgullecer al emperador como forma de agradecimiento por lo años de crianza, paciencia y tiempo que le ha brindado.

Lo consideraba un padre y amigo en el cual confiar, al igual que todos los guardias de su aquelarre, ella le juró lealtad al Titán y por ende, al emperador.

Aprendió con rapidez y el brujo siempre le exigía más, siempre tenía un plazo para entrenar al igual que una fecha donde se enfrentaba a Belos para medir que tan fuerte se había vuelto.

Así fue su vida desde que había llegado a las Islas y Belos nunca fue tan feliz así como el día en que la menor cumplió once años de edad donde descubrieron su género, el cual a pesar de ser uno superior a todos, tanto su aura como las feromonas provenientes de ella, eran muy poderosos, el brujo aún podía recordar como se sintió el ambiente cuando una humana de doce años se había enojado con uno de los guardias del conformatorium por haber agredido sin motivo a uno de los prisioneros, no sólo todos en esa habitación se habían inmutado, sino también se habían ahogado por el aroma fuerte pero a la vez dulce de la morena.

-Padre...quería preguntarle algo - habló con suma timidez la chica -

-Si es sobre -

De inmediato fue interrumpido por la misma quien movía las manos con nerviosismo.

-No es sobre eso, ya me resigne.

Habló con tristeza, sus esperanzas de volver al mundo humano habían decaído cuando la chica de ojos chocolate cumplió sus catorce años, debido a que el rostro y la voz de su madre, se habían desvanecido en su memoria, ya no podía recordarla pero aún así sentía ese vacío que le había causado esa pérdida.

Justicia al TitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora