Capítulo 27

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Bill estaba trabajando, tenía muchas cosas por hacer, no dormía casi, y su rostro lo delataba, esas malditas pesadillas no lo dejaban en paz, ni siquiera tomando la poción para dormir sin sueños se escapaba de esas pesadillas, siempre se repetía de qué no era real de que eso era un sueño. Soltó una bocanada de aire y miró las fotos de su escritorio, sobretodo su favorita, que era una de Fleur en Francia cuando ella era estudiante, le sonreía y mandaba besos, no podía creer que en poco tiempo ella se había metido en lo profundo de su piel y de su corazón, ella era el motivo de su felicidad, amarla había sido lo mejor que le había pasado, volvió a sonreirle a la foto y con nuevas energías volvió al trabajo.

Ya era tarde cuando él salió del banco, lo más que deseaba era ir a la casa, abrazar a su futura esposa, acostarse con ella, y amarla hasta quedarse dormido, estaba buscando un lugar para aparecerse, cuando un patronus de lobo apareció en su campo de visión.
—Bill aparecete en Hosgmeade, hay ataque de mortifagos en Howgarts—, le dijo la voz de Remus Lupin.
Suspirando, se apareció en el pueblo mágico, y corrió a donde estaba el colegio, esperaba que sus hermanos estuvieran bien, al entrar todo era un completo caos, hechizos iban y venían.
Subió al segundo piso, buscando a Ron y Ginny, pero se consiguió con una escena para nada agradable.
Había un niño de primer año, arrastrándose por el suelo y enfrente un hombre grande y robusto, a pesar que el chico se estaba arrastrando, su rostro era serio y tenía determinación, el pasillo tenía poca iluminación, pero eso no le iba a impedir el ayudar a esa pobre criatura.
—Oye imbécil, buscate a alguien de tu tamaño.
El sujeto se volteó para encararlo, era Fenrir Greyback, el hombre lobo que había mordido a Remus cuando tan solo era un niño.
—Vaya, vaya, pero quién tenemos aquí, ¿Un Weasley cierto?, tu cabello te delata, un traidor a la sangre, tú y tu familia deberían estar muertos.
—Con mi familia no te metas, infeliz, preferimos ser traidores a estar arrastrandonos por un ser que no vale la pena, como el señor tenebroso.
El hombre lobo se enfureció y empezó a soltar hechizos, Bill los esquivaba todos y cada uno, tenía que alejar el duelo de ahí, para que el niño no saliera lastimado, hechizos iban y venía, el pelirrojo se estaba agotando, el defender y atacar lo volvía débil, no supo en que momento se distrajo, pero sintió unas garras arañarle el rostro, como consecuencia se tambaleó hacia atrás, su contrincante agarró su varita y la tiró lejos.
—Que lastima que no te puedo transformar en hombre lobo, pero me conformo con deformar tu lindo rostro, vamos a ver si así tu novia la francesa te sigue queriendo.
Dicho esto le volvió arañar el rostro, por más que quiso defenderse, no pudo, su atacante era más fuerte, sintió sangre en su rostro, y luego… todo se oscureció.

Nunca digas nunca: Bill y FleurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora