Capítulo 35

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Había pasado meses desde la boda, y todo iba bien en el refugio, pero fuera de el, todo estaba tenso, las desapariciones crecían y crecían, los enviados a azkaban por el hecho de ser nacido muggle tampoco mermaban y menos los muertos, Bill muy poco veía a Fleur, ya que el trabajo en el banco aumentaba, el 50% de los clientes iban a asegurar sus bóvedas, y el otro 50% a retirar lo que había en ellas, también el trabajo de Fleur en San Mungo la consumía, causando que la pareja se vieran muy poco.
En una noche libre, estaban besándose aprovechando el tiempo perdido, cuando escucharon que estaban tocando la puerta.
—Fleur, por favor ve a arriba y quédate ahí ¿De acuerdo?
De mala gana la chica obedeció, y él se acercó a la puerta.
—¿Quién es?
—Bill soy Ron.
Le pareció extraño ya que su hermano pequeño se había ido con sus amigos.
—¿Cuál es tu peor fobia?—, preguntó Bill
—Las arañas.
—¿Cuál es el motivo?
—Fred transformó mi oso de peluche en una araña cuando era un niño.
Bill abrió la puerta y se encontró con un Ron cubierto de sangre, lo hizo pasar rápidamente, llamó a su esposa y lo atendieron, sus heridas habían sido causadas por despartición.
—¿No era que estabas con los chicos?—, preguntó Bill
—Sí pero los dejé—, dijo avergonzado—, pero luego quise volver y no pude ya que los carroñeros me atraparon, hice mal la desaparición y aquí estoy.
Bill abrió su boca para regañar a su hermano por haber dejado a sus amigos pero Fleur lo detuvo con una mala mirada, que literalmente significaba "ni se te ocurra, William"
—No impogta Gon, ya estás aquí y estagás bien.
—Gracias.
—¿Cómo están los demás?
—Bien, todos están en casa de tía Muriel.
Ron sólo asintió.
—Come, iré a preparar el cuarto de invitados para ti—, dijo Fleur— Bill acompañame— le dijo a su esposo en un tono que no admitía réplicas.
Ambos subieron al segundo piso y entraron al cuarto de invitados.
—Ni se te ocugga William, regañag a tu hegmano.
—Dejó a sus amigos Fleur.
—¿Acaso no oiste que dijo que queguia volveg?, en vez de regañaglo, pregunta sus motivos paga haceglo, sé su amigo no su juez, ya le basta que su consciencia lo atogmente paga que tu hagas lo mismo—, lo regañó ella.
—Está bien.
—Ahoga bajagas y hagas tu papel de hegmano.
Bill asintió e hizo lo que le pidieron, bajó a la cocina y ahí estaba su hermano jugando con la comida cosa que jamás un Weasley haría, tenía la cara mojada por las lágrimas que caían de su rostro, sin pensarlo dos veces Bill lo abrazó y dejó que llorara, sintió que su hermano sollozaba incontrolablemente, los temblores se hacían más fuertes y el mayor sólo podía abrazarlo.
—Tengo miedo Bill, mucho miedo, soy un cobarde, abandoné a mis amigos ¿Qué clase de persona soy?
—Eres un ser humano, y no eres ningún cobarde, sinceramente me asustaría que no tuvieras miedo, todos tenemos miedo y cometemos errores pero lo más importante es que quieras corregirlo, la valentía no se trata de no tener miedo sino que a pesar de tenerlo, enfrentarte a lo que venga.
Ron se empezó a calmar.
—Dime ¿Por qué los dejastes?
—Yo… me sentí insuficiente.
—¿insuficiente?
—Sí—, dijo avergonzado.
—Tú no eres insuficiente para nadie.
—Claro que lo soy—, dijo con vehemencia—, mamá siempre ha demostrado que todos son sus favoritos y está orgullosa de todos menos de mí.
Oír eso le rompió el corazón, se sentía culpable por nisiquiera haber hablado con su pequeño hermano, quería remediar ese error y lo haría.
Tomó el polvo flu y se dirigió a la chimenea.
—Casa de tía Muriel—, dijo Bill llamando a la casa de su tía.
Ron lo miró desconcertado.
—¿Hola?—, dijo la matriarca Weasley.
—Mamá hola, ¿Cómo estás?
—Bien Bill ¿Sucede algo?
—Sí, ¿Puedes venir?
Ron lo miró como si lo estuviera mandando a azkaban. La señora Weasley entró al lugar besó a su hijo, dirigió la mirada a la cocina y se echó a los brazos del menor de sus hijos.
—Ron cariño, hijo me tenías preocupada—, le dijo echándose a llorar—, ¿Dónde están los chicos?
Ron volteó la cara roja avergonzado.
—No están, yo los dejé, yo los abandoné—, dijo volviendo a llorar—, lo siento mamá, siento ser un cobarde, ahora entiendo porque no estás orgullosa de mí.
La señora Weasley enrojeció de manera que parecía la sala común de Gryffindor.
—¿Quién te dijo que no estaba orgullosa?—, dijo en tono molesto.
—Mamá…
—¿Quién Ronald?, ¿Quién fue el grandísimo idiota que te metió esa idea absurda?
—Nadie, siempre he sentido que jamás te he hecho orgullosa, no tengo los logros de mis hermanos, y siempre he sentido que me has dejado a un lado por no ser como los demás.
La señora Weasley empezó a llorar desconsoladamente.
—Mi amor lo siento, lo siento mucho mi cielo—, dijo abrazándolo—, me enorgulleces, no me interesa si eres primero en clase o no, eres mi orgullo y pase lo que pase así será, estoy orgullosa de ti.
—Pero si soy un cobarde.
—No, no lo eres, un cobarde jamás se sacrificaria por dejar pasar a sus amigos para que rescataran la piedra filosofal, un cobarde jamás iría a rescatar a su hermana o se enfrentaría a sus miedos para ayudar a su amiga, un cobarde nunca se enfrentaría a un ex-convicto diciendo que para llegar a su mejor amigo tendrá que matarlo, un cobarde no se enfrentaría a mortifagos, ni mucho menos se iría pasar penurias sólo por querer acabar con un tirano, estoy orgullosa de ti, porque eres una excelencia de persona, y te amo por ser como eres, lo más importante de alguien es la humanidad, y tú tienes de sobra, te amo Ron, quizás hay veces que no lo digo, pero eso no significa que no lo haga.— le dijo y lo abrazó fuerte.
Bill veía la escena con ternura y se unió al abrazo, su madre se había ido con la promesa de regresar.
Ron iba saliendo de la cocina cuando Bill lo llamó.
—Sé que mamá te ama, porque papá me contó que le formó escándalo a Dumbledore por colocar la piedra filosofal en Hogwarts, vi con mis propios ojos cuando le lanzó un sartén a Sirius por haberte roto la pierna y lo amenazó con la varita, cuando pasó lo del Ministerio mamá por poco y se desmaya pensando en que te habían lastimado, cuando te dieron la insignia de prefecto empeñó su anillo de bodas para comprarte tu escoba, la vi llorar sin consuelo cuando te envenenaron, por eso y más sé que te ama, el hecho de ser muchos no quita su amor hacia ti, sería capaz de quemar Londres por ti Ron.
—Gracias Bill—, le dijo sonriendo.
—De nada.
Salió de la cocina felizmente, había ayudado a su hermano, y no había nada mejor que ayudar a su familia.

Nota de autora:
Lo siento mucho, dije que iba a hacer un maratón pero no pude, se me atravesó varias cositas, pero se lo quiero recompensar, ¿Qué desean?, lo que pidan se los daré.
Besos.
Bebepushentido.

Nunca digas nunca: Bill y FleurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora