Capítulo 34

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¿No les pasa que hay veces que sienten que todo es tan perfecto que es difícil que algo lo arruine?, ¿Pero siempre hay algo que lo arruina?, bueno así le pasó a Fleur, su boda iba bien, todo perfecto, estaba feliz compartiendo con los invitados, hasta que…, llegó un patronus avisando la caída del Ministerio y la muerte del ministro, los presentes sabían que significaba eso, mortifagos merodeando en la madriguera para atrapar a Harry, y también sabían que dichos individuos no tenían respeto por nada ni nadie, así que los invitados empezaron a correr para poder desaparecerse, Fleur se acercó a sus padres y hermana para reconfortarlos, poco a poco las protecciones que rodeaban el hogar de los Weasley se empezaron a quebrar, ella veía a Bill ayudando a los invitados para que pudieran desaparecer indicándoles el lugar para hacerlo, hasta que vieron varias personas vestidas de negro apareciendo cerca de la casa y caminando hacia donde estaban, los que no pudieron irse, esas personas les ordenaron, que entraran a la casa para que respondieran a una serie de preguntas, ella tomó a su familia y entraron al lugar, al rato estaban todos los Weasley menos Ron, también faltaban Harry y Hermione, así que dedujo que los tres debían haberse escapado, esperaba de corazón que les fuera de maravilla al trío, y en ese pensamiento estaba cuando un hombre alto con vestimenta negra la agarró del brazo apretandoselo fuertemente.
—¿Dónde está Harry Potter?—, le exigió el hombre.
—No lo sé, suelteme me está lastimando.
—Mire señorita Delacour…
—Señoga Weasley—, lo corrigió vehementemente ella.
Él con una mueca se corrigió.
—Señora Weasley, por su bien y el de su familia…
—¿Me está amenazando?
—Tomelo como ud quiera, le vuelvo a repetir ¿Dónde está Harry Potter?
—Y yo le vuelvo a guepetig, NO LO SÉ.
—Ya escuchó a mi esposa, no lo sabe, y mi familia tampoco, así que le pido amablemente que suelte a mi mujer—, le dijo con tono amenazante Bill.
Él hombre la soltó con una mueca de asco, y se marchó del lugar.
Bill la abrazó fuerte y como siempre se sintió segura, en casa.
—¿Te lastimó?
—No.
—¿Y a tu familia?
Fleur se sobresaltó ante la mención de ellos, y se volteó para ver a donde estaban, cuando los vio, les sonrió, sintió alivio al saber que estaban bien.
—A ellos no le hicieron nada—, le dijo con una sonrisa.
—Sé que quizá no es el momento, pero quisiera mostrarte algo.
Aunque quisiera negarse, nunca lo haría y menos con esa sonrisa que la derretía por dentro.
—Está bien.
Antes de salir, la chica le informó a su familia que saldría para que no se preocuparan y más estando rodeados de desconocidos, después que estuvo segura, se reunió con su esposo en la sala.
Ambos salieron al patio de la madriguera, para aparecerse, pero antes Bill se colocó en su espalda y le tapó los ojos con una venda.
—Es una sorpresa—, le susurró seductoramente causando que se estremeciera de emoción.
Él entrelazó ambas manos y se aparecieron.
Al llegar al lugar sintió un olor a mar, y el sonido de olas chocando con rocas, le confirmó que estaba en una playa, caminaron un poco hasta que su esposo soltó la venda de sus ojos.
Estaban parados frente a una pequeña cabaña, era bonita y pintoresca, entraron a la sala que también era colorida, tenía una chimenea, todo era pequeño pero acogedor, Bill la guió por las escaleras y abrió una puerta que mostró un cuarto amplio con una ventana que mostraba la hermosa vista de la playa.
—Sé que no es mucho, pero compré esta casa con algunos ahorros, y podemos modificarla si hay algo que no te gusta.
—Me paguece pegfecta Bill—, dijo volteando a ver su rostro—, es hegmosa.
—¿De verdad?
—De vegdad
—¿Qué nombre te gustaría colocarle?
Ella cerró los ojos y pensó que nombre era digno para su primera casa, para su hogar con su amado, y recordó todas las veces en los brazos de Bill y en como que sentía cuando estaba en ellos.
—Guefugio—, declaró solemnemente.
—¿Refugio?
—Sí ¿Te gusta?
Él se acercó y la besó.
—Me encanta señora Weasley.
—Y a mí me encantas tú Monsieur Weasley.
Ambos rieron, entre besos y caricias, estrenaron su hogar, sabiendo que el refugio no era esa casa, sino los brazos del otro, que hasta en los momentos más difíciles ambos se sentirían en paz por sólo saber que ahí estaría su otra mitad como consuelo.

Nunca digas nunca: Bill y FleurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora