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Conducir con los pensamientos dispersos no era bueno, de eso Bright tenía consciencia.

Pero era inevitable pensar en lo que su tío le dijo respecto a su madre. Sabía que podía pasar, sentía miedo, sentía que él aire podría dejar de entrar en sus pulmones en cuanto eso pasara.

Pero se arriesgaría. Porque era su madre, a quien amaba a pesar de todo, y necesitaba sacarse esa duda.

Cuando dio los primeros pasos dentro del restaurante, pudo notar que sus piernas temblaban, sus manos, todo él. Su frente comenzaba a sudar y su corazón estaba latiendo muy rápido.
Paseó su vista por el lugar hasta que se encontró con una figura familiar, literalmente.

Estaba sentada, con el celular en una oreja, lucía como siempre elegante y hermosa. Bien vestida, de buen porte, con alhajas por todos lados. Bright distinguía unos zapatos de aguja y unas uñas largas pintadas de color rojo. Todo lo que era una dama de la alta sociedad, ella no había cambiado en absolutamente nada.

No podía creerla su madre, su mirada era indiferente, se veía más joven, más fresca y sin ninguna preocupación que invadiera su mente.
¿Es que acaso no había sufrido todo este tiempo?

Ella era tan pretenciosa.

Se acercó hasta la mesa y quedó frente a ella, quien solamente levantó la mirada a su hijo desde sus zapatos hasta ver el gorro blanco que llevaba en la cabeza.

Sonrió.

De una manera que Bright no entendía. Él estaba controlandose como el infierno por no lanzarse a sus brazos y agradecerle el que haya querido verlo de nuevo. Quería besarla en la cabeza, de la misma manera que Win deja besos en la cabeza de su madre. Decirle que la extrañaba como un loco y cuanta falta le hace el amor de una madre.

Marissa se levantó aún con su celular en la oreja y esa sonrisa que Bright tomaba como un peor es nada.

—Te llamo luego, está aquí. —De inmediato cortó la llamada y le indicó a su hijo que tomara asiento.

Bright dejó que ella retomara su postura en la mesa y luego el. Apretó los puños debajo de la mesa por la impotencia que sentía.

Impotencia de no saber que hacía ahí exactamente, de poder verla como una madre de verdad y que ella ni siquiera tuviese una pizca de emoción al verlo después de tanto tiempo.

Éste encuentro no era para nada una reconciliación.

—Hola, mamá. —Quiso tomar una de sus manos por encima de la mesa y la mujer dudo en dejarla ahí. —¿Cómo te va?

El castaño no sabía que decir, la mujer no lo hacía tampoco así que decidió comenzar el mismo.

—Muy bien, supongo. —Apartó su mano de la de su hijo y se acomodó el cabello. —Bright, estoy aquí porque quiero decirte algo importante y seré muy breve. Cómo sabes, tu padre dejó una cláusula en la dirección de la empresa...

—Así que es eso. —Interrumpió, mirándola fijamente. —Creí que habías venido aquí por mi, por tu hijo.

—S-Sí... bueno, en parte. Tu sabes como esta nuestra relación ¿no? Decidiste vivir de una manera... diferente. —La mujer comenzaba a cambiar el tono de su voz. —Y yo solo quiero seguir con la mía, es por eso que es necesario que los firmes...

Le extendió una carpeta con unos documentos dentro, seguido de una pluma.

— ¿Qué se supone que gano con esto?— Interrumpió.

— ¿Cómo dices? ¿Ganar algo? — Sonrió ladina. — No ganas nada más que completa libertad. Apuesto a que no quieres esa responsabilidad en la empresa. Tu no eres de los que merece un puesto así de grande, simplemente no podrías manejarlo.

Mejor Amigo | BrightWin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora