Bajo una tormentosa lluvia en medio de un oscuro bosque, una recién nacida Luz fue abandonada por su madre en una antigua cabaña.
Por azares del destino, Edalyn Clawthorne, bruja salvaje, la encontró justo antes de que ocurriera una desgracia y se l...
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— ¡Bien hecho! —Con un leve golpecito en el hombro, mamá búho celebró el gran logro conseguido por su hermana.
—No es para tanto, solo transmitiré conocimientos a un enano —sonrió tímidamente.
A Lilith le aceptaron la solicitud de mentoría que pidió hace meses. Ahora podía ejercer de profesora particular para cualquier alumno importante o de gran potencial que estudie en Hexside.
—Espero que me vaya bien... —El líder del aquelarre del emperador se debía caracterizar por ser un gran maestro, por ende, este pequeño reto significaba mucho para Lilith.
—No puedo pensar en nadie más capacitada que tú —comentó alegre Eda, sentimiento no compartida por la Clawthorne más joven—. Hija, ¿no te alegra el nuevo trabajo de tu tía.
— ¡NO! —bramó negativa, hundiéndose cada vez más entre las almohadas y peluches del sofá—. ¡Ahora tía Lilith pasará mucho menos tiempo con nosotras!
—Querida... —murmuró, apoyándose en magia para sacarla de entre los peluches y sentarle en su regazo—. Debes entender que es un paso muy importante en mi carrera. Piensa en esto... una bruja, ¡como líder del aquelarre del emperador!
—Trabajo es trabajo, hija —sostuvo Eda. Aunque no le agradaban los aquelarres por obvias razones, de igual forma se alegró de que su hermana esté un paso más cerca de cumplir su sueño.
—E-Entonces... ¡tal vez debas conseguirte un nuevo trabajo! —exclamó la morena, activando de distracción un glifo de luz para ir a encerrarse en su habitación; triste de que su segunda bruja favorita ya no pase tiempo con ella.
A diferencia de Lilith, aturdida por el flash del hechizo, Eda ya estaba preparada con unas gafas oscuras. No era la primera vez que Luz usa los recién descubiertos glifos para escapar de los deberes o de un buen baño.
— ¿Crees que se lo tomó de buena manera? —preguntó la tía. Eda, por obvias razones, jaló de sus mejillas y la animó a que charle con ella.
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— ¡No es justo! —chilló la menor en su pequeño nido/cama, al borde del llanto por hacer mucha fuerza en su berrinche con pataleta-
