Cap. 33 - Mi amigo imaginario

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...Solo quiero irme a casa.

Ya era casi media noche, la visita semanal de Gwendolyn ha finalizado

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Ya era casi media noche, la visita semanal de Gwendolyn ha finalizado... por lo que nadie protegería Luz de la gran regañada que su madre está a punto de darle.

—AHHH... —bufó la menor en un gran bullicio, mientras se retorcía de dolor en el sofá y seguía abriendo bolsitas de dulces que sacaba de su largo cabello—. Mi pancita va a explotar.

—Haces que castigarte sea muy difícil, cariño. 

Eda masajeó su sien con pesadez. Ver a Luz echa una bolita en el sofá, mientras se queja en voz suave usando diminutivos adorables, es una de las tantas cosas que conmueven el corazón de Eda, a tal punto que la idea de castigarla y ser más estricta se va de diluyendo de a pocos.

—Pero es que... ¡Ugh! Te advertí no una, ni dos, ni tres...

—Más de cinco veces —añadió la menor entre susurros, preparando otro dulce a escondidas de su madre para llevárselo a la boca.

— ¡Te advertí que no comieras los dulces que trajo tu abuela! —exclamó, revolviendo con énfasis el cabello de la menor. Las bolsitas de dulce salieron disparadas por todos lados, y gracias a magia, King y Hooty, pudieron esconderlas antes que Luz se abalance contra el suelo para intentar comérselos.

— ¡Son deliciosos! —chilló la menor. Saliendo del sofá, persiguió a King por toda la sala para que le devuelva las golosinas.

—Rayos, ¿cómo es que las siguen fabricando? —cuestionó la bruja, mientras daba una rápida leída al empaque y las cosas que se usa para su preparación—. Creí recordar que los descontinuaron porque llegaban a causar adicción.

En una de esas que Luz corrió por su lado, Eda la tomó de su capucha de gatito con fuerza, para así levantarla en el aire con una mano. Sí, Eda es sumamente fuerte en comparación a Luz, quien aunque ha empezado hacer actividad física, ve inalcanzable conseguir sus mismos músculos.

—Muy bien niña, a la cama —habló más severa, lo que provocó que la niña tragara saliva por el inusual tono—. Mañana es sábado.

Aquellas palabras deshicieron los nervios de Luz, ya que solo significaba una cosa,

— ¡Día de flojera! —exclamó la menor, dando vueltas sobre su mismo eje mientras su madre seguía sosteniéndola de su capucha de gatito miau-miau.

—Error, ¡es día de limpieza! —corrigió la mayor, soltando el agarre para que la menor caiga de trasero al suelo—. Mañana me ayudarás a limpiar el sótano, el cobertizo y la torre.

— ¡¿Qué?! NoOo quieroOo —bufó sumamente aburrida.

Con el ánimo actual que carga, Luz no quiere saber nada del día de limpieza, más que todo porque su cuarto es un desastre y le da pereza limpiarlo una vez al mes. Jaló con fuerza la falda de su madre para captar su atención, la cual consiguió luego de desparramarse como una masita bajo sus pies.

La lucha de una Madre Búho - TOHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora