24

30 4 49
                                    

Esta es una noche que parecía como si me encontrara en un cuento o más bien en mi propio cuento.

Ambos terminamos de cenar, mi novio pago y nos retiramos del mágico restaurante.

Esto se sensación era tan nueva para mí, claro que tenía miedo pero algo dentro de mi, me decía que debía de arriesgarme.

No tenía nada que perder.

Emmanuel Lazcano era un riesgo para mí, pero era un riesgo que sabía que valía la pena.

-¿Ya nos vamos?- pregunté curiosa.

El asintió.

Durante el trayecto hacia nuestro hotel, permanecimos abrazados.

-Llegamos- nos aviso el chofer.

Nos bajamos del auto y entramos al hotel.

Iba a despedirme de él pero como siempre, me termino llevando una sorpresa.

Se acercó a mi odio, sentía su respiración y mi corazón no dejaba de latir, esa sensación que solo él producía en mí.

-Necesito que me acompañes- susurro suavemente a mi oído.

Asentí.

Me tomó de la mano y solo me deje guiar por él.

Jamás había confiado tanto en alguien, como lo hacía con él.

Tenía que concentrarme y pensar fríamente, a veces los sentimientos podían llegar a cegar a las personas y el amor, era el principal sentimiento.

Estábamos en frente de una alberca.

Alrededor había velas, que iluminaban y estaban dos sillas de playa, realmente se veía hermoso y parecía sacado de un cuento.

Un cuento que no quería que se terminara porque no sabía qué final nos esperaría pero recuerdo el consejo de Tori, iba a dejarme llevar y a disfrutar cada segundo, minuto e incluso horas estando con él.

Lo había decidido y no había marcha atrás, dejar esos miedos e inseguridades para darme una oportunidad.

La oportunidad de amar a alguien además de mi familia y amigos, de tener ese amor que tenían mis padres y que de seguro si volvieran a nacer, se enamorarían otra ves.

-¿Qué opinas?- preguntó curioso.

La luna y las estrellas iluminaban esta noche que al parecer sólo estaba comenzando para nosotros.

Solo nosotros dos.

-Eres increíble- dije.

El sonrió.

-Hasta ahora te das cuenta, creía que era más inteligente, señorita Lazacano- dijo con una sonrisa y con cierto tono de coquetería.

-Claro que soy inteligente, Señor Lazcano- dije con una sonrisa- Soy tan inteligente que salgo con un robot- dije esto último, guiñándole un ojo.

El negó con su cabeza con una sonrisa.

-Creo que debemos de sentarnos, señorita Montero- pidió amablemente.

Me senté en una de las sillas y él hizo lo mismo.

-Es precioso- admití, mirando todo.

Quería recordar cada detalle, cada segundo de lo que estaba viviendo y porque estaba con él.

Con mi amado robot.

Cambiando mi destino  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora