C A P Í T U L O 28: C A R A D E P Ó Q U E R

1.3K 94 9
                                    

La nota del final es importante :)

Mientras subía los escalones sentía que el corazón me iba a mil por hora y la cabeza me daba mil vueltas. Destellos fugaces de recuerdos se arremolinaban. ¿Qué hacía ella allí? ¿Qué tan mal estaría? ¿Todo ha sucedido por mi culpa?

Si todo esto fue por mi culpa, no levantaría cabeza. Era como si el universo jugara en contra mía. Cada vez que daba un paso, o eso pensaba yo, al camino correcto algo volvía cien veces peor.

Nunca había estado en planta de arriba, pero podía ver que la habitación de invitados era la que estaba entornada. A través de la rendija la vi y déjenme decirles que era una de las cosas más horribles que había visto en mi vida.

Toqué a la puerta por... ¿cortesía?

—Pasa —murmuró tan bajo que a penas lo pude escuchar.

Tomé aire y abrí lentamente lo que quedaba de puerta. No puedo describir lo que fue ese momento, pero casi se me saltan las lágrimas de lo que estaba presenciando. De cerca era mucho peor, tenía la cara hinchada y llenas de moratones. A penas podía distinguir quien era. Todo su cuerpo estaba lleno de cortes algunos ligeros y otros tan profundos que dudaba que se fueran alguna vez. Eché un vistazo al costado de la cama donde su vieja ropa estaba toda rota y quebrada hecha jirones.

Si antes no estaba llorando a mares, ahora definitivamente lo hacía. Me llevé una mano en el pecho y otra a la boca para evitar soltar un sollozo. Lo último que necesitaba esa mujer es presenciar mi pena.

Hubo unos segundos de silencio mientras ambas nos mirábamos.

—Yo... lo siento —solté sin más.

Ella intentó mostrarme lo que suponía yo que era una sonrisa, pero más bien le salió una mueca por intentar moverse.

—No debe sentir nada, querida. ¿Tú has hecho esto? No. Entonces no hay disculpas que valgan.

Asentí, pero no me creí ni una palabra. Eso le sucedió porque yo las había animado a irse de aquel desastroso lugar.

» Siéntate. Tenemos que hablar.

Me acerqué sin soltar ni una palabra y me apoyé en el borde de los pies de la cama. La miré con atención porque sabía que ella me podía explicar todo lo que había sucedido.

» Bueno, no es un misterio que me han dado una paliza y me han hecho cosas desagradables que no quiero ni puedo recordar —habló despacio porque le faltaba el aire.

—Lo siento, fui yo la que estaba equivocada. Pensaba que no os podían pillar recogiendo, pero como siempre soy una ingenua y por eso siempre hay gente que sale herida.

Me miró fijamente y no dijo nada por unos segundos.

—No tienes que sentirte culpable por esto, Camila. No me han pillado recogiendo, ya te digo yo que ojalá hubiese sido por eso.

Me mordí el labio para evitar preguntarle qué es lo que había sucedido. Al fin y al cabo, era algo suyo por contar y no quería presionarla con nada.

—Hazme la pregunta que quieres hacer, niña. Puedo oler tu curiosidad desde aquí.

Espera, ¿podían oler las emociones? Céntrate en lo importante Camila, por el amor de Dios.

—¿Por qué te han hecho esto? —pregunté cohibida en un tono suave.

—Creo que no nos presentamos como es debido. Me llamo Cindy y no siempre he estado en la manada de Jeff. Aunque te pueda sorprender, antes no era todo de ese modo. La manada con la que me crie era pacífica, parecida a la vuestra. Pero me enamoré. ¿Nunca has escuchado que el amor te ciega?

El Alpha es MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora